-Un minuto para tercera, todos a su lugar
La voz se escucha en los camerinos, en los audífonos del jefe de tramoyas y en las cabinas de audio e iluminación. La actriz se dirige al escenario, el actor, hacia las piernas, el telonero toma su lugar, el gordo, tranquilo como siempre, está sentado con los brazos cruzados frente a la consola de luces, el jarocho se acomoda los audífono y revisa que el volumen esté en el nivel siete para el primer track. El jefe de foro cierra los ojos, se relaja, sabe que en un minuto se creará el mundo y que, ahora, todo depende de él; con su primera orden se harán la luz, el sonido, la lluvia y así, durante hora y media, irá construyéndose un universo temporal e irrepetible. Respira hondo, abre los ojos:
-¡Prevenidos!, diez, nueve, ocho…
La actriz, sentada en su mecedora, mira hacia la ventana del fondo
…siete, seis…
El gordo coloca la mano izquierda en la palanca del flash y la derecha en el dimer de las diablas
…cinco, cuatro…
El telonero toma las cuerdas. El actor se sitúa entre las dos primeras piernas de la derecha de público.
…tres, dos…
El jarocho coloca el dedo en el botón de play
uno…¡Comenzamos!
-Telón
El telón se desplaza sobre el oscuro
-Track 1
El jarocho suelta el track del trueno
-Luz 1 paso 1
El gordo hace el flash del relámpago
-Track 2
Entra el efecto de lluvia
-Luz 1 paso 2
Entra el ambiente azul sobre el ciclorama. Fade in en 10 segundos
-Track 3
Entra música ambiental con la luz 1 paso 2
-Luz 1 paso 3
Entra el ambiente sobre la escena.
-Prevenido track 4
Entra el Coronel con una taza en la mano, cruza el escenario en diagonal y se la ofrece a la esposa
ESPOSA: ¿Y tú?
CORONEL: Ya tomé
(«Ya tomé» es el pie)
-Entra track 4
Entra efecto de campanas de iglesia. Fade out track 3
CORONEL: Nació en 1922, exactamente un mes después de nuestro hijo. El siete de abril
ESPOSA: Debe ser horrible estar enterrado en octubre
CORONEL: Tengo los huesos húmedos
ESPOSA: Es el invierno, desde que empezó a llover te estoy diciendo que duermas con las medias puestas.
CORONEL: Hace una semana que estoy durmiendo con ellas…
Más o menos así comienza una obra de teatro; uno está sentado en su butaca y poco a poco va siendo atrapado por la atmósfera, por la trama, por las actuaciones, por todos los elementos que están ahí, frente a nosotros, que son producto de meses de trabajo de mucha gente. Lo que vemos es el trabajo de un dramaturgo, la lectura de un director, la puesta en escena con todo lo que implica: análisis del texto, memorización, trazo escénico, construcción de personajes, montaje, ensayos, diseño y realización de escenografía, vestuario y utilería, diseño de iluminación, musicalización, maquillaje, sesiones fotográficas, diseño gráfico, todo un universo de voluntades al servicio de la puesta en escena que veremos en una o dos horas y que puede entretenernos y darnos tema de conversación por un par de días, marcarnos para siempre o ser materia del olvido.
El del teatro es un mundo aparte, se rige por sus propias leyes que generalmente no coinciden con las nuestras. Es un mundo de pasiones intensas y reacciones excesivas, de batallas internas, de construcción de la verdad, de lucha de egos muchas veces pero, siempre, de trabajo en equipo, de complicidades, de amor por el oficio. Es común que entre la gente de teatro se diga que el público va a regalarles una o dos horas de su vida y no debe ser defraudada, esto es cierto pero también lo es el hecho de que el actor renuncia a su vida durante ese tiempo para vivir la de un personaje, una vida que puede gustarle más o menos, pero que le es ajena.
El del teatro es un mundo lleno de rituales y supersticiones: no debe, por ningún motivo, barrerse el escenario antes de una función; es conveniente dormir con el libreto bajo la almohada y si durante un ensayo se le cae el libreto a algún actor, debe pisarlo inmediatamente; en el escenario no se debe tejer, abrir un paraguas, silbar o vestir de amarillo so pena de no sé qué, pero más vale no investigarlo. «El Cholo», el último eslabón de la dinastía yucateca de los Herrera (entre quienes estaba el «Chino» Herrera), antes de salir a escena se persignaba tres veces, se humedecía el índice con saliva y con él mojaba su frente, y daba tres toques con los nudillos sobre una superficie madera, eso le aseguraba (además, por supuesto, de su talento) el éxito de esa noche.
Una de las cosas que más llaman la atención de quienes no están familiarizados con el ambiente es que la expresión ¡Mucha mierda! sea una especie de cábala con la que se desea suerte en un estreno. Son varias la hipótesis sobre el origen de este hábito; una dice que en la época en que la gente iba al teatro en carruajes tirados con caballos, la cantidad de excremento que había en la entrada era un indicador de la cantidad de público que acudiría; mucha mierda era, por lo tanto, la señal de que la sala estaría llena. Otra dice que para los artistas medievales que viajaban en carretas, encontrar mucha mierda a la entrada de un pueblo indicaba que había un mercado, una feria o alguna otra actividad en la que había mucha gente entonces tendrían mucho público y por eso, cuando dos carretas de artistas se cruzaban, se deseaban que hubiera mucha mierda en su camino.
Una tercera hipótesis se remite Ubú Rey, la obra de Alfred Jarry que fue estrenada en el Théâtre de L’Oeuvre de París el 10 de diciembre de 1896. La obra original comenzaba con la palabra ¡Merde! (¡Mierda!) pero fue censurada por las autoridades, en respuesta, el autor cambió la palabra por ¡Merdre! (algo así como ¡Mierdra!) y se supone que en alusión a ello, a manera de homenaje, es que se utiliza la expresión para desear buena suerte.
Sea cual sea la verdad, a todos los teatreros del mundo, a los que están en el escenario, a los que están a los lados, a los que están arriba, a todos los que participan para que se produzca, noche a noche, el milagro de la creación, hoy que se Celebra el Día Mundial del Teatro, desde esta columna les grito: ¡Mierda, mucha mierda!
https://www.youtube.com/watch?v=PXwGGbnvlYg
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