Caía la tarde del 18 de junio de 1815 en un campo cercano al pueblo de Waterloo, en Bélgica, y culminaba una de las batallas más conocidas en la historia de Occidente, la que había empezado tres días atrás entre el ejército francés, comandado por el emperador Napoleón Bonaparte, y un conglomerado de tropas británicas, holandesas y alemanas, dirigidas por el duque de Wellington, a las que se había añadido el ejército prusiano del mariscal Gebhard Leberecht von Blücher.
Después de muchas indefiniciones, los errores de algunos mariscales franceses habían permitido que los aliados se alzaran con la victoria. Como era de esperarse, la última porción francesa que siguió luchando era el cuerpo de élite que protegía a Napoleón, la Guardia Imperial, formada con soldados experimentados y fieles hasta la muerte.
Cuentan las crónicas de la época que cuando la Guardia se vio acorralada, rodeada por un ejército que era mucho más numeroso, en honor a su valentía recibió de parte de sus oponentes una invitación a que se rindieran, para salvar sus vidas. Dice la leyenda francesa que el jefe de la Guardia, que era Pierre Jacques Étienne, vizconde de Cambronne, lanzó una respuesta que se volvió histórica y permanece en los libros de historia que aprenden los niños en las escuelas galas, así como permanece el orgullo ante la valentía de sus soldados. Dicen que el general gritó a sus enemigos, desde adentro de su alma, la siguiente palabra:
—¡Merde!
(En pro de la eufonía, no traduzco la palabrita, pero puedo decirles que, en efecto, se parece mucho a su similar en español, y que ambas se consideran de algún modo groseras y tienen que ver con las heces humanas).
Cuando se dio cuenta de que su frase se inscribiría para la posteridad, añadió una sentencia más racional:
—¡La Guardia muere, pero no se rinde!
Obvio, ambas frases fueron entonadas con pasión y nerviosismo.
Bueno, algo similar -guardadas las distancias históricas y geográficas- sucedió ayer en un rancho de Coatepec, cuando Armando López Contreras, el anfitrión de una comida en honor al senador José Yunes Zorrilla, con motivo de su onomástico, tomó la palabra y ante todos los presentes (una centena de políticos y periodistas) dijo que con perdón del celebrado iba a cometer una indiscreción, ¡y la cometió!:
—El senador Pepe Yunes Zorrilla me acaba de confirmar que buscará la gubernatura de dos años en Veracruz.
(La similitud, obviamente, es con el nerviosismo y la pasión con la que ambos personajes dijeron sus palabras -históricas en el caso del francés, y posiblemente históricas en el caso del veracruzano-, porque lo dicho por éste último se mantuvo dentro de las normas de la discreción y la decencia).
Debo consignar aquí que la asamblea presente respondió con una salva de aplausos.
Vamos a ver qué sigue, y si Pepe va por la dos entonces quién iría por la de seis.
¡Merde!, seguramente van a entonar algunos, frente al destape de López Contreras.
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