Conocí a José en Radio Más, era parte del equipo de La esencia, un programa muy interesante hecho en las lenguas vivas del estado de Veracruz. Alguna vez le perdí a América García (entrañable amiga a quien envío un abrazo), la productora, que grabara a sus conductores diciendo el nombre de mi programa en su idioma, para usar los clips como identificaciones. Tatlaqni jazz xtampin xmakan tamaqnu fue la versión en totonaco de José. Después nos agregamos en Facebook y he seguido sus publicaciones en las que habla de sus encuentros, no siempre amables, con el español y con los hispano hablantes. Alguna vez publicó que sus padres lo enviaron a la escuela para que aprendiera español y se hiciera «gente de razón». En otra ocasión leí su posición ante la Cumbre Tajín. De todo ello platicamos.
Semilla de la mazorca grande
Tutunaku talhtsi
Akit xtalhtsi tlanka kuxi,
kxanaja k katla pa ́pa’,
ktatlikgoy laktsu stantas,
xmalaná tlanka chiki kit
Semilla totonaca
Soy la semilla de la mazorca grande,
la que florece en luna recia,
la que canta con los pájaros,
el guardián de la casa grande
(Manuel Espinosa Sainos)
Mi nombre es José Santiago Francisco, nací en Filomeno Mata, Veracruz. Mis padres son monolingües en totonaco, ellos solo hablan esta lengua y me mandaron a la escuela para aprender español porque allá hay esa idea.
Mis clases eran meramente en esta lengua y yo no entendía palabras en español pero, como estaba chiquito, pues fui aprendiendo pero sí me costaba trabajo. No hablaba nada de español, lo escuchaba con mis primos y con mis tíos que hablaban un español muy totonaquizado y con ellos, como escucha, iba aprendiendo. Había una escuela bilingüe pero no me mandaron ahí y además esa escuela solo tenía el nombre, quizá ahora ya haya cambiado pero en ese momento no era para nada bilingüe, de hecho, a los profesores de ahí yo nunca los escuché hablar en totonaco.
Tuve muchas experiencias relacionadas con la lengua; en tercero de primaria parece que no me querían los compañeros de la escuela y un día llegaron unos señores altos, gordos y barbones y empezaron a hablar con el profesor (se llama Conrado) para entregar una beca. Platicaron con nosotros, la mayoría no sabía español, solo algunos pero aunque sepas español, muchas veces no sabes el concepto entonces no entendían qué era una beca:
-¿A quién quieren que le den la beca?, -preguntó el profesor
-Que se la den a José, -dijeron, como una forma de molestar.
Yo estaba espantado porque no sabía qué era una beca y me dijo el profesor:
-Ve por tu mamá
Fui por mi mamá, llegamos a la escuela y me dijeron:
-Vayan al municipio
Fui con mi mamá, todavía más espantado, y me entregaron tres cajas de despensa que decían Solidaridad, que tenían muchas cosas, y 700 pesos de los viejos. Me acuerdo muy bien que algunos les quitaron el dinero a sus hijos y compraron un burro.
Otra vez estábamos jugando un juego que le decimos barrera, se trata de corretearse y el poste te hace inmune entonces, si tocas el poste, aunque te toque el que te está correteando no pasa nada; estábamos jugando a eso y llegó una maestra que se llama Esther, creo que es de Papantla, y como era medio enojona, todos entramos corriendo y le preguntó a uno de los chavos:
-Miguel, ¿tu tarea?
-No la hizo, -contestó
Y la maestra, en vez de ayudar a que aprendiera español, le dijo:
-¿No la hizo quién?, ¿tu abuelita?
El problema era que el chavo todavía no manejaba las conjugaciones de verbos porque el español no era su primer idioma, pero la maestra lo reprimió y de ahí empecé con esa inquietud de las lenguas.
En algún momento llegué a despreciar el totonaco porque, a veces, te dicen directamente: lo tuyo no sirve y otras solo te lo muestran porque por el hecho de que tus profesores solo hablen español y que los tengan como «gente de razón», consciente o inconscientemente los consideras mejores y pasó eso conmigo, en tercero sentía cierta vergüenza del totonaco, pero empecé a reflexionar sobre eso cuando pasó el incidente con la maestra Esther.
Yo nunca he sido buen alumno, si se trataba de memorizar, yo podía, una vez nos pusieron a memorizar las capitales de los países de América y yo fui el primero que las dijo todas bien, ahorita no me acuerdo de todas, precisamente porque no sirve la memorización, pero en sexto de primaria sí lo hice.
Cambió mi vida cuando entré a la telesecundaria porque yo vestía con pantalón blanco, de esos que tiene un lazo pero, como teníamos que ir uniformados, pues cambio eso. En la primaria tenías que ir con esa camisa de cuadritos azules con otros más azules, pero podías mezclar tu pantalón con la camisa del uniforme escolar y en la telesecundaria era al revés, la camisa era blanca y el pantalón del uniforme.
En la telesecundaria nos enseñaban inglés pero yo veía que el maestro no sabía, por ejemplo decía ai jave estomacache (I have a stomach ache) y así, tal cual, lo decía.
Con mis compañeros hablaba totonaco, hablaba español en clases y con las muchachas que sabía que sus papás eran más hablantes de español que de totonaco o si, se daba el caso de que alguien no hablaba totonaco, pues tenía que hablar en español.
Corazón de pollo
Un día llegaron unas personas de la Brigada Universitaria y yo me reunía con ellos.
Después entré al telebachillerato y conocí a los de Antorcha Campesina, empecé a reunirme con ellos en el círculo de estudios, ahí hablaban del libro Educación y lucha de clases, de Aníbal Ponce, hablaban de Lenin, leían los artículos del dirigente nacional de la organización y como uno está en ese momento con corazón de pollo, como dicen, sientes que puedes hacer algo y me pareció que estaba bien. Le entré a esas cosas, vine aquí a Xalapa con ellos y me gustó porque era como el 97 o 98 y todo el tiempo había llovizna, neblina, estaba muy fresco. Me dijeron que si quería venirme para acá y como estaban unos chavos de Filomeno Mata en la casa del estudiante Salvador Díaz Mirón, me vine para acá y estudié el telebachillerato en la colonia Guadalupe Victoria que pertenece a San Andrés Tlalnehuayocan, en las periferias de Xalapa.
Acá empecé hablar totonaco solamente con algunos de mis paisanos pero la lengua que más usaba era el español. En aquel tiempo tenía muchos errores de concordancia de género y número porque en el totonaco no se marca y cometía otros errores, por ejemplo, para decir efemérides yo decía enfermérides o cosas de ese tipo porque no alcanzaba a escuchar muy bien, ahorita lo digo de broma, pero en ese tiempo no entendía. El totonaco no es sexista, por ejemplo, chichi es perro, perra, sin referirte al sexo pero si quieres decir perra, debes decir xatsumamujat chichí (muchacha perra) y para decir perro, debes decir xaqawacha chichí (muchacho perro). Ahora todavía tengo problemas de concordancia de género cuando algo ya está introducido, por ejemplo, yo puedo decir «cierra la puerta» pero si pasa un momento y ya no enuncio el objeto directo, puedo decir «te dije que lo cerraras» en lugar de «te dije que la cerraras», eso me pasa todavía.
El chico temido
Cuando estaba en el TEBA [Telebachillerato] los chavos me albureaban y yo no sabía qué contestar entonces me quedaba callado para no regarla, pero era porque no entendían que yo no comprendía, me trataban como igual, no era cuestión de discriminación. Yo me iba caminando desde la calle Juárez, en el centro, hasta la Guadalupe Victoria, más allá de la Luz del Barrio y una vez, cuando llegué a la parada del camión, dijeron que nadie entrara a la escuela y todos se fueron menos yo y al día siguiente nadie me quería hablar.
Yo no era alguien muy dado a la lectura, no, iba a la escuela pero no era muy preocupado por eso porque, por ejemplo, en mi casa ¿quién me podía revisar?, nadie, si me decía mi mamá ¿ya hiciste lo que pidieron en la escuela?, yo podía decir que sí porque mi mamá no entiende; no había evaluación en casa, después, los hermanos más grandes sí ayudábamos a los más chicos, incluso reproducíamos lo que hacen los maestros; regañar y esas cosas porque pensábamos que estaba bien.
(CONTINUARÁ)
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