Ciertamente las redes sociales e internéticas han cambiado radicalmente la concepción y la faz de la comunicación actual. El número apabullante y creciente de personas conectadas por la vía electrónica está logrando la visión que el charlatán de McLuhan hizo famosa: la aldea global.

Así como los periódicos impresos fueron fundamentales para la comunicación masiva en el siglo XIX y en el XX, y de la misma manera que la radio y poco después la televisión resultaron determinantes para que la comunicación se extendiera a todo el orbe en la segunda mitad del siglo pasado, ahora la red de redes está logrando la masificación total (entendida en su más amable acepción) y una velocidad de transmisión prácticamente en tiempo real.

Las redes han cambiado al periodismo, al grado tal que se han vuelto indispensables para quienes nos dedicamos a este oficio/profesión. Los periodistas necesitamos de la redes…

Pero, atención, también las redes necesitan cada vez más de los periodistas.

Me explico: la posibilidad de que cualquier persona suba información a la red -en especial a las más visitadas, como Facebook y Twitter- lleva a que las noticias se multipliquen de manera geométrica.

“Internet un reportero en cada usuario nos dio”, lo que es bueno desde el punto de vista de la socialización de la información pero también permite que se puedan subir noticias aparentes, sin ningún arreglo con la realidad. De ahí que haya tantos borregos en las redes.

Los profesionales del periodismo saben que se deben ajustar a ciertas reglas, primero de sintaxis y ortografía, pero también de acuerdo con criterios de veridicción, con una ética que los obliga a fundamentar todo lo que difunden y siempre apegados a la realidad.

En contraparte, cualquier hijo de vecino puede subir a las redes lo que se le ocurre a su imaginación desatada: desde mentiras absurdas hasta insultos e informaciones malintencionadas.

La única vacuna contra ese mal, es el profesionalismo de quienes ejercen a conciencia la profesión de reporteros.

Por eso es que los periodistas deben participar cada vez más en las redes, para que los usuarios vayan decantando la información hecha por quienes conocen y se ajustan a criterios de moralidad, de la que suben inconscientemente personas que se mueven por el dolo, por intereses oscuros o simplemente por amargura.

El periodista que toda la vida se ha ajustado a las reglas de la comunicación para publicar sus notas, sus reportajes, sus columnas, lo piensa dos veces antes de hacer pública alguna información a través de Internet.

Tiene reglas que lo constriñen; se ajusta a una ética profesional. Se destaca entre los otros internautas también por la calidad de su información, tanto por su estructura como por su contenido: fondo y forma en pos del mismo fin de informar profesionalmente.

Quienes se han quemado las pestañas en las escuelas formándose y después han dejado la vida en el ejercicio de la profesión, es natural que vean con no muy buenos ojos a quienes sólo se sientan frente a una pantalla, ponen sus ocurrencias mal escritas y ya por eso se sienten reporteros… (continúo mañana).

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