…y vas a ver lo que es canela fina/ y armar la rejolina/ cuando llegues a Madrid
Después estuve trabajando con Chilo [Morán] en el Restaurant-bar Riguz, estaba enfrente del Parque Hundido, no sé si siga ahí. Cuando terminó la temporada le hablaron a Tino Contreras y me quedé tocando con él.
En el cuarteto estábamos Tino Contreras, Mario Contreras, Alfonso Zúñiga y yo, y de repente nos salió un contrato para Atenas, Grecia; había que aprovecharlo porque sabrá Dios si después no tendríamos oportunidad de conocer eso.
Nos fuimos a Atenas y me engarcé con una española, Francisca Sánchez, Paca. Vivimos un romance momentáneo porque ella formaba parte de un mini ballet español, estaban trabajando en el mismo lugar que nosotros; cuando terminaron tenían un contrato para Jartum, en África, y así fue la despedida . Ni modo, así es; conoces a las personas, convives y de repente los caminos se abren nuevamente.
Terminamos y nos fuimos a Estambul, Turquía. Ahí conocí a otra muchacha, en ese momento yo ya tenía 33 años y ella 23; era una alemana preciosa, me gustaba mucho y un día le propuse:
-¿Te irías conmigo a México?
-Sí, siempre y cuando salgamos directo de aquí, de Estambul, a la Ciudad de México
-No puedo, no tengo ese dinero
Y se acabó, lógico.
Después anduvimos en Roma, en París y en Madrid y ahí dijimos vámonos de regreso porque el plan era ir a buscar trabajo, ganar dinero pero de forma constante porque en los trabajos de la música, regularmente, tienes una temporada de uno o dos meses y se acaba y te quedas nuevamente comenzando. Así nos pasó y, después nueve meses de andar por Europa, le dijimos a Tino:
-¿Sabes qué?, con lo que estamos ganando aquí vamos a comprar el pasaje de regreso a México
-Pero si se van, ¿qué voy a hacer?
-Pues eso es cosa tuya, ya pasamos las buenas y las malas y hay que aprovechar este momento en que estamos trabajando; juntamos ese dinero y nos vamos a México terminando este contrato.
Los tres habíamos decidido eso y así lo hicimos.
Cuando regresamos llegué a la casa de Toña:
-¿Sabes qué?, esto se acabó.
La lastime, lógicamente, porque me quería mucho.
Estuve casado con ella ocho años y grabó dos boleros míos: Mi única ilusión y En nuestro corazón.
Cada noche un amor / distinto amanecer…
Comenzó nuevamente la vida solo pero entonces conocí a una americana judía, nació en Filadelfia pero vivía en México, Norma Lajim. Íbamos a un lugar de comida judía que está en la Avenida Veracruz. Entre los ellos no es bien visto que se casen con alguien que no sea judío pero me conocieron y, en un cierto momento, se me acercó el gerente del restaurante:
-¿Cómo estás, Víctor?
-Bien
Y me dio un gorrito blanco de esos que usan; lo considere como mi aceptación. Raro, pero sí, me aceptaron bien, incluso en un momento pensé: pues a lo mejor yo fui judío.
Ella tenía dos hijos varones y, en los ocho años que vivimos, procreamos una niña. Cuando nos separamos se regresó a Estados Unidos, la hija se fue con ella y no sé ni dónde está porque la mamá también ya murió. Hace muchos años de eso.
Cuando Norma se regresó a los Estados Unidos, ya andaba yo ahí con la madre de los mis últimos hijos, María Teresa Cordero Padilla, ella sí vive todavía. Norma es hija de Víctor Cordero, el compositor, y doña Margarita Padilla que hacía un dueto con su hermana María, se acompañaban con las guitarras, fueron muy populares en la frontera norte. De ese matrimonio nacieron tres hijos, la primera se llama Ana Margarita Ruiz Cordero, después sigue mi hijo Víctor y la menor de todos que es Paloma, ella canta y es muy afinada. Canta muy bien y también estudió piano y armonía.
En distinta ciudad / y con distinta gente…
Después comencé a trabajar acompañando a Imelda Miller y a don Pedro Vargas, con ellos estuve bastante tiempo. Después estuve 10 años con José José y luego pasamos a acompañar a Juan Gabriel, ahí sí fue nada más un año y dos meses porque en un día, después de que ya teníamos más de un año acompañándolo, nos dijo a todos los del grupo:
-El tema ese que me están acompañando, está mal
Y los cinco le dijimos:
-Lo que estamos haciendo es exactamente lo que hemos hecho desde el primer ensayo, no hemos variado nada
-Sí lo han hecho, yo no me equivoco con nunca
Ah, cabrón, éste se ha de sentir Dios.
Lo dejamos y comenzamos a acompañar a Tatiana, muy jovencita ella; estuvimos un tiempo y se acabó, siempre se acaba.
Grabé en la penca de una tape…
Desde que llegué a México el trabajo que más hice fue el de grabación, eso nunca se acabó. Teníamos un quinteto con Mario Patrón (después ya no pudo y se quedó su hermano Homero), Salvador Agüero, Roberto Velázquez Ortiz «El tierno», Luis González y yo. Estábamos como grupo exclusivo de la RCA Víctor; cuando se hacía una grabación con orquesta, nosotros éramos la base. Le hicimos acompañamiento a Marco Antonio Muñiz, a María Victoria, al Loco Valdés, a don Germán [Tin-Tan] y a muchos más.
También hice música para películas en los Estudios Churubusco, en San Ángel Inn.
De eso viví la mayor parte del tiempo, de grabar música para discos y para películas con varios directores.
También acompañaba, esporádicamente, a algún cantante; antes no tenían un grupo base entonces cuando los contrataban, me llamaban. Y así te pasas la vida.
Vida, nada me debes; vida, estamos en jazz
De los cuatro matrimonios; Carmela, la primera, ya regresó, Toña ya regresó y no regresó sola, sus tres hijos ya murieron, y Norma también ya regresó. En total tuve seis hijos: dos del primer matrimonio, una del tercero y tres del cuarto.
Ahorita estoy tocando en mi casa porque sucede una cosa: te haces de una fama que al mismo tiempo es perjudicial porque habrá gente que diga:
-Oye, me hace falta un bajo
-¿Por qué no le hablas a Vitillo?
-No, ¿con qué dinero?, a él hay que pagarle bien
Y como hay que pagarme bien, pues no todo mundo le llega entonces parece que, nada más por la fama esa, ya no me hablan y está bien, mejor, ya he hecho mucho, tengo 65 años de andar tocando, esta cabrón, es una vida.
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