Los periodistas e intelectuales que solicitaron la cancelación de la versión mexicana del Hay Festival por el solo hecho de celebrarse en Xalapa tuvieron una inmediata e inesperada victoria.

Es posible que en ningún momento imaginaran un escenario tan a modo, que les hubiera resultado tan fácil convencer al socio más fuerte del proyecto y que sintieran el enorme poder de su firma.

Pero, seamos cautelosos, lograron suspender uno de los eventos culturales más importantes para Veracruz y para México, pero no su objetivo más importante: evitar la violencia contra los periodistas y acabar con la impunidad que ha sido el sello distintivo del gobierno de Javier Duarte de Ochoa.

Por el contrario.

En los últimos días se han desatado las injurias y amenazas contra reporteros y comentaristas, y ahí están para muestra Verónica Huerta Aburto, Gonzalo López Barradas y Daniel Orozco.

Y es que el peligro que ronda a los de esta profesión no parece sino fortalecerse.

La cómoda postura de nuestros intelectuales pasa por la costumbre globalizada de las peticiones: firma que algo quedará.

¿Alguien de ellos, integrado en alguna comisión de la verdad, ha venido a Veracruz a presionar directamente para que los homicidios de colegas periodistas se aclaren?

¿Se ha hecho ruido nacional para que el gobierno federal tome cartas en el asunto y tienda su manto protector sobre los periodistas más vulnerables o amenazados?

No. La única organización firmante de la petición que ha mantenido una actitud militante de denuncia y apoyo ha sido Artículo 19, siempre al tanto de la situación de los periodistas veracruzanos desaparecidos, asesinados o amenazados. De los demás, ninguno (y si me equivoco, que me lo reclamen).

Si al menos Hay Festival hubiera tomado más tiempo en pensarlo, caray.

El tema habría quedado en el ambiente y se hubiera podido darle más candela a un gobernador que, en efecto, siempre aprovechó ese evento para mostrarse como paladín de la libertad de expresión, mientras barría debajo de la alfombra los periodistas muertos y desaparecidos.

Si en lugar de pedir su cancelación se hubiera presionado para evitar que el Gobierno del Estado lo aprovechara mediática y políticamente, manteniendo esa experiencia inédita en una ciudad de provincia como Xalapa que ha enriquecido tanto la cultura nacional.

Porque, señores, independientemente de la batalla contra un gobernador en cuyo régimen se ha registrado la mayor violencia contra los periodistas, el Hay Festival se convirtió en un espacio inigualable por la defensa de la libertad de expresión.

Ahí no llegaba el gobernador con su séquito, eran los organizadores quienes le llevaban a Casa Veracruz a los más destacados participantes y de esas reuniones salían comunicados en que se ensalzaba la figura del mandatario.

En las participaciones de los reconocidos artistas, escritores y periodistas que aceptaban bajar del limbo para convivir con los veracruzanos, en ásperas instalaciones sometidas al riesgo de algún chubasco, siempre se habló con extrema libertad sobre los casos de periodistas y escritores perseguidos por el Estado y el crimen organizado y desorganizado, tanto en Veracruz como en el país y el mundo.

¿O acaso piensan que el hosco activista Paco Ignacio Taibo II dijo linduras del régimen político mexicano cuando una marabunta de jóvenes obligó a cambiar su presentación de Ficción y Policías, junto con Elmer Mendoza y Martín Solares, a la sala grande del Teatro del Estado para que cupiera a todos sus seguidores?

¿Creen que Salman Rushdie evitó en Xalapa el año pasado el tema de los periodistas asesinados en Veracruz y en México y habló de los peligros que comunicadores y escritores corren cuando dicen la verdad?

Hoy ya no habrá esa posibilidad. Nos la han cancelado, no a Javier Duarte de Ochoa, quien gozoso ha salido con la promesa de un festival de similares alcances en que por supuesto no se permitirá hablar de esos temas, sino a los xalapeños, a los veracruzanos, a muchos mexicanos que venían a Xalapa.

Yo no me llamo Javier.

La incomodidad de los vencedores

Muchos de los firmantes han escrito, incómodos, del efecto bumerang que tuvo la exitosa petición de cancelar Hay Festival.

Tratan de ponderar partes de su petición, aunque la más importante fuera que se cambiara de sede.

“¿Pueden 300 firmas lograr eso?”, se pregunta Benito Taibo, uno de los firmantes, y él mismo se responde: “Lo dudo”. Luego le salta la siguiente pregunta: “¿Nos habremos equivocado?”. Y reconoce:

“Los que más perdieron en éste (sic) jaloneo, son sin duda, los habitantes de Xalapa, que dejarán de tener un festival internacional importantísimo, dónde (sic) podían escucharse muchas voces críticas y agudas ligadas a la cultura (…) El gobierno de Veracruz ha dado tibias declaraciones al respecto y no parece acongojarse demasiado. Esencialmente parecería que le da lo mismo”.

Y añade: “Esperábamos que cesaran las agresiones a periodistas, que regrese a Veracruz el estado de derecho y que cese la impunidad. Y obtuvimos la desaparición de un festival cultural de primera, una trinchera y un foro. Me parece que metimos la pata”.

Se agradece la honestidad de Benito Taibo.

Acá se ha interpretado esa petición como una conspiración de los chilangos. Hay resentimiento, pues.

No solo en redes sociales; también en artículos hechos y derechos, firmados puntualmente, en que se ha manifestado la desazón por este desenlace. Ha habido, por supuesto, quienes lo agradecen y lo sienten como una victoria compartida.

El periodista Alejandro Almazán, otro firmante de la petición, escribió lo que le significó la decisión de los organizadores del Hay Festival:

“Como firmante y promotor de la carta, me sacudió la noticia. Me sacudió porque los directivos habían propuesto, en pláticas y por correos, abrir el diálogo a la brevedad y buscar la manera en que el festival no le limpiara la deteriorada imagen a Duarte. En ese diálogo, se les dijo siempre, los reporteros y la comunidad cultural de Veracruz llevarían la mano. Ellos iban a decidir si en el Hay Festival se homenajeaba o no a los 15 periodistas asesinados o desaparecidos durante la administración de Duarte, si al gobierno del estado le quitaban o no la prensa del festival, si estaban o no de acuerdo con que el festival fuese ciudadano, si les parecía bien crear un premio de periodismo que llevara el nombre de Regina Martínez o de Gregorio Jiménez… Los directivos del Hay, sin embargo, no pudieron o no quisieron romper con su socio Duarte”.

El problema se llama Javier Duarte, titula Almazán su colaboración para el periódico digital máspormás.

Luego escribe dolido que se culpe de iniciativa chilanga la desaparición del Hay Festival:

“He leído en las redes sociales que gente de Xalapa nos hace responsables de la cancelación del Hay Festival. Dicen que todo fue culpa de unos chilangos. Respeto sus opiniones pero, en honor a la verdad, esto no es así. Desde que el festival llegó a Veracruz, varios de los participantes les hicieron notar a los directivos la incoherencia que era realizar ese festival en una entidad donde no hay Estado de Derecho”.

Es decir, puede que haya sido de los chilangos, pero no de ahora sino de tiempo atrás.

Y luego incorpora un chantaje: “Nuestro error, en todo caso, ha sido preocuparnos por la violencia que vive Veracruz”.

Mi estimado Alejandro Almazán, el error no es preocuparse por la violencia en la entidad, el error fue quererla parar mediante la cancelación de un festival cultural, donde los de esta aldea podíamos debatir los graves riesgos por los que cruzamos.

La violencia sigue latente; la soberbia del gobernador se ha crecido.

Es la hora de que los 300 promuevan otras acciones, con la participación de quienes sufrimos el problema para, en verdad, detener la violencia contra los comunicadores y la impunidad en que el gobierno local ha mantenido prácticamente todos los delitos.

De lo contrario, además de quitarnos el Hay, habrán sacudido el panal.

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