Radio Days
Ese mismo año, 1950, empecé a trabajar en la XEW, acompañaba a Agustín Lara en un programa que se llamaba La hora
íntima de Agustín, no era para el público, era en un estudio cerrado que preparaban solo para él; el piano siempre estaba con llave y cuando iba Agustín al programa lo abrían, le levantaba la tapa, le ponían un mantón de Manila y un bouquet enorme de rosas rojas, ¿por orden de quién?, de don Emilio Azcárraga. Esa misma deferencia tuvo con mi primo Mario [Ruiz Armengol] a él también lo acompañaba, era muy buen músico tanto escribiendo como conceptuando tanto así que, entre varios de los músicos americanos; Duke Ellington, Bill Mays, Claire Fisher, no recuerdo todos, pero entre varios le pusieron Mr. Harmony porque ese era su concepto, él escuchaba el sonido y lo escribía.
Trabajé muchos años en la W acompañando a mucha gente.
Me estiro con arco
En 1953 me hablaron para entrar a la sinfónica; yo venía de la provincia, de tocar distintos géneros musicales y de repente me invitan a formar parte de la Orquesta Sinfónica Nacional, naturalmente que acepté, era un honor. Ahí me sucedió una cosa con el maestro Sergiu Celibidache que en ese momento era el director huésped. Ensayábamos todos los días en el Teatro Chino, en las mañanas, y después dábamos tres conciertos a la semana; jueves, viernes y domingos. En uno de los ensayos, Arturo Romero, que era el violín concertino, en el descanso viene y me dice:
-Dice el maestro se que no encuentra qué es lo que está pasando contigo
-¿Por qué?
-Porque dice que él se da cuenta de que estás tocando, pero en el momento en que todos los contrabajistas tienen que tocar en lo agudo están inclinados y tú estás muy derecho. Pero sabe que sí estás tocando
(Y, efectivamente, porque se ve en los arcos; en los instrumentos de esa misma familia todos los arcos se ven parejos porque en la partitura viene escrito «jalón» o «punta»).
-Arturo, ¿sabes qué?, es por mi afinación
-¿Pues cómo afinas?
-Do-Sol-Do-Fa
-Ah, cabrón
Ingrata pérfida, romántica insoluta…
Toña la Negra tenía dos sobrinos, Pablo y Toño Peregrino, un día Pablo me dijo:
-Oye Vitillo, ¿qué andas haciendo?, ¿en dónde estás tocando?
-Pues donde me llamen, voy
-Mi tía va a entrar al Teatro Blanquita y mi tío Manuel, que es el bajista, no toca como para un show entonces queremos saber si tú quieres ir a acompañarla
-Por supuesto que sí
Tenía mucha admiración por ella, por la mujer, por la veracruzana cantante de tal fama. Empecé a acompañarla y un día me dijo:
-Mira, Víctor, tú eres un buen hombre, esa mujer no te merece. Ramón (el mayor de los hijos de ella) trabaja en la Procuraduría; le pedí a él y a un amigo suyo de confianza que vigilen tu casa y ya me han reportado que tú sales al trabajo y, como a la media hora, llega un cuate tu casa.
Comencé a sospechar algo y, efectivamente, así estaba sucediendo; ella andaba amoreando con un hermano de unas amigas que tenía allá pero yo no me daba cuenta porque estaba, más que nada, dedicado a la cosa de tocar para recibir dinero porque, cuando hay hijos, hay que responsabilizarse de eso.
Afortunadamente se fue; un día llegué a la casa y me di que cuenta de que estaba sola y en la mesa del comedor había una nota de la sirvienta: «Señor, la señora se fue, se llevó sus cosas y a los hijos». Comienza una cosa que te saca de onda, lo primero que piensa uno es ¿y ahora, quién va a ser el padre de esos niños?, ya no tengo hijos. Esas son las primeras reflexiones pero, pensándolo bien, ya después dije ¿cómo que ya no tienes hijos?, tus hijos van a ser tus hijos siempre, vivan o no vivan contigo.
Mujer, mujer divina…
Se fue Carmela y Toña un día me dijo:
-Estás viviendo solo, ¿verdad?
-Sí
-¿Por qué no te vas a vivir a mi casa?
Un paisano veracruzano que andaba muy fregado me dijo:
-Oye, ¿que vas a vender tus muebles?
-Sí
-Si quieres, te los compro
-Está bien, quédate con ellos
Comprado pero sin dinero porque nunca me pagaron eso, no importa son vivencias, algunas positivas y otras negativas.
Me pasé a vivir a la casa de Toña, los tres hijos se dieron cuenta de la movida que había y en cierto momento nos juntaron:
-Nosotros nos hemos dado cuenta de que mi mamá y tú andan juntos
-Pues sí
-Entonces, ¿por qué no se casan?
-Pues por qué no
En ese momento yo tenía 25 años y el mayor de sus hijos, Ramón, tenía 24 años yo decía voy a parecer como el hijo mayor. Antonia era 17 años mayor que yo, tenía 42 pero realmente no tiene importancia la cosa de la edad, cuando tú sientes amor por una persona, ¿cuántos años tiene?, los que tenga.
(CONTINUARÁ)
En EL JAZZ BAJO LA MANGA Luis Barria platica con Víctor Ruiz Pazos, «Vitillo», para el portal de FORMATO SIETE.