Con el dolor oculto / aunque risueño el semblante
A Máximo Durán, el jaranero que tocaba con don Víctor le dio leucemia, le íbamos a tocar sus huapangos y no nos dejaba ir:
-Ya tocamos el Fandanguito
-Sí, pero falta El Caimán
-Bueno, va El Caimán…Bueno, ya nos vamos, Max
-No, falta La Rosa
-Ok, va la Rosa
-Oye, espérate, ¿no vas a tocar La Pasion?
-Bueno…
-Ora tócame La Muerte, ya me voy a morir.
Falleció en la pobreza total (en el disco de Tlacuatzin le dedicamos una pieza). Fuimos al velorio y nos marcó de por vida. Cuando entramos estaban los enemigos, porque todo buen huapanguero debe tener enemigos, tomando del mismo vaso de caña; había dos violines, dos jaranas y dos huapangueras tocando al mismo tiempo, el féretro estaba abierto, la mamá de Max, una señora casi ciega de 90 años,
rezaba en náhuatl para ella y parecía que estaba danzando; estaban el incienso, las flores y todo eso, y las generaciones nuevas, unos zapateando al lado del ataúd, otros tomándose las fotos así como las selfies (como le dicen los chavos de ahora) con el difunto. Aquello era como una tristeza festiva; hay un verso huasteco que dice:
Triste estoy, pero arrogante
manifiesto tener gusto;
como desdichado amante
cargo mi dolor oculto,
cargo mi dolor oculto
aunque risueño el semblante
Dice mucho del huasteco ese verso.
Salimos alucinados de ahí y al día siguiente fuimos al sepelio, estaba ahí Román Güemes (que también es para mí un gurú espiritual) y llegamos mi amigo Rodrigo Lomán, el violinista de Tlacuatzin, bisnieto del fundador de la Orquesta Sinfónica de Xalapa. Rodrigo y yo llegamos con la jarana y el violín y ahí estaba Güemes con una huapanguera; ya estaba el trío, La Santísima Trinidad. El son huasteco es muy hermético y conservador en ese sentido, son tres instrumentos, no puedes engañar a nadie, o tocas o tocas.
-Ya está completo el trío
-Muy bien, nada más que ya se amolaron
-¿Por qué?
-Porque ustedes son los primeros que llegaron y son los últimos que tienen que irse porque la leyenda dice que al violinista no se le pega el diablo porque hace la cruz con el arco y el instrumento entonces tú vas por delante del ataúd y no te vas hasta el último para que no se nos pegue el diablo
Esas son las creencias que le ponen la magia al ritual cotidiano del son huasteco.
A mi Huasteca le cantan / los coros de aves divinas
A partir de ahí estuve dos años trabajando con don Víctor en La Sopa los viernes, y en el Bacan Macut, un restarante huasteco que está por Los Lagos, los domingos.
Laura Rebolloso que es una mujer excepcional del son jarocho con la que tengo una relación de mucha amistad, me decía:
-Tú no te das cuenta de lo que estás haciendo, aquí en México no hay un lugar donde estudiar eso, estás haciendo una especie de maestría o doctorado en música tradicional de tu región, eso no te lo va a dar nadie, eso no lo vas aprender de ninguna otra manera.
Estuve dos años ahí, entonces llegó un momento en el que con don Cayito y don Víctor teníamos un repertorio de estrofas fijas, de sones del dominio público (porque aparte me hice un poco trovador huasteco que es improvisar quintillas, sextillas o cuartetas) para tocar cinco horas o más sin repetir son. Habrá a quien eso se le haga poco en el ámbito académico, pero es una especie de apostolado, es como meterte al claustro.
El abuelo un día…
A la par iba yo haciendo mi carrera de guitarra clásica y mi carrera como productor de discos. También toqué con Paulo Piña en su disco Canciones que hablaban de nosotros, un disco con una producción buenísima; anduve de todólogo.
Entré al diplomado en JazzUV, tomé nada más una clase de ensamble y me traumó Rey David porque llegó, repartió partituras y me dijo:
-¿Conoces esa pieza?
-No, yo nunca he tocado swing
-Ah, bueno… 1, 2, 3…
En esas fechas falleció mi abuelo (ayer, 3 de febrero, fue su aniversario luctuoso) que era, junto con mi padre, mi mejor amigo. A veces la gente tiende a decir que la familia no le escoges tú y a los amigos sí pero, en este caso, yo fui muy afortunado, eligiría a mi abuelo y a mi padre como mis mejores amigos. Mi abuelo venía aquí a Xalapa, se sentaba en El Ágora, veía una chava de mi edad y cuando yo iba entrando ya estaba sentado con ella, ya sabía cómo se llamaba y ya tenía su número de teléfono y me la presentaba (risas). Mi abuelo era marxista, era un lector voraz, un hombre muy culto, enamorado de la música y de la ciencia, era fanático de Carl Sagan. Era muy amiguero, cuando venía a visitarme se juntaba con los músicos de la orquesta de guitarras, se tomaba una o dos botellas de vino con Orvil Paz y le decía:
-Don Eloy, toque algo
-No, tu guitarra cuesta $30,000, no, te la voy a rayar
-Usted tóquela
Entonces agarraba la guitarra, le daba un trago al vino y empezaba con unas armonías de puras arañas, sin compás ni tiempo, no tenía ritmo para tocar pero empezaba a cantar con su voz muy de persona que fuma toda la vida:
Todo lo que tengo en la vida
mi ternura escondida,
mi razón de vivir…
Los que lo estaban escuchando le aplaudían, le pedían otra y ahí lo tenían tocando toda la noche.
La Manta colorida, esperanza aún encendida
Ofrezco mi corazón,
la voz de mi tierra mansa,
rocío que en niebla danza,
punteo de quinta y cajón,
cadencia ardiente del son
con la manta colorida,
esperanza aún encendida
del canto de la cigarra.
En su boca, la guitarra,
hoy da gracias a la vida
(Cecilia Guinea)
Yo fui muy exigente conmigo, dije ¿qué tengo que pasar para ser huapanguero?: tocar en un funeral, sepultar a algún ser querido con huapangos, tocar en un congreso de etnomusicología, tocar en un huapango hasta el amanecer, tocar en unos quinceaños de rancho, sobre piso de tierra, en fin, era una lista de requisitos; yo decía, no me puedo llamar huapanguero a mí mismo si no hago todo esto y le enteré, confieso, con una actitud de antropólogo, como quien va al campo y no quiere embarrarse de tierrita y esto, ahora, es mi vida como es mi vida tocar con La Manta. Ya te han de haber platicado mis amigos, tenemos un grupo que no es el hilo negro ni son fusiones, son recreaciones y versiones de música mexicana con elementos de jazz y otras cosas.
Es como un acto de honestidad, no voy a decir que no le voy a meter tal acorde al huapango porque es un acorde que oí desde chiquito en las piezas de Chico Buarque y lo aprendí, después, en Xalapa; todo se va mezclando a fin de cuentas.
Ahora mi vida es tocar con La Manta en el Vancouver Folk Music Festival, abrirle el concierto a Robert Plant en el Auditorio Nacional o hacer un concierto de música de cámara, pero también tocar en el rancho, en la comunidad y nunca voy a dejar de hacer una cosa y la otra. Tengo sueños como músico; tocar en un gran escenario, llegarle mucha gente porque, como dice Ramiro (González), yo no estudio para que nadie me oiga, tampoco quiero el dinero de Luis Miguel o cualquiera de esos, pero sí vivir dignamente de lo que hago.
Su recuerdo es un hilván / en el corazón prendido
En ese viaje recibí chingadazos muy duros: cuando conocí a mi actual pareja, Roberta, su abuelita se estaba muriendo en Tehuacán, me fui con ella y estuve en el hospital, al pie del cañón, hasta que la señora cerró sus ojos. Después me fui al DF a una entrevista para el asunto de La Manta y estando ahí recibí una llamada en la que me dijeron que a unos tíos les cayó la gente del crimen organizado, mis tíos no se dejaron, les dijeron lo iban a lamentar. No sé a ciencia cierta qué pasó pero mataron a sus tres hijos y a la nuera embarazada; el mayor de los hijos tenía 24 años. Eran mis amigos, primos lejanos de sangre pero muy cercanos en el corazón. Recibí una segunda llamada:
-Ve a cantarles huapangos, mañana los sepultan
Mi pareja dijo:
-Vamos, tú me acompañaste a ese dolor, yo te acompaño a este otro
…Y así soy huapanguero.
Mi pueblo se murió anímicamente, por lo menos, un año.
Semilleros
Queremos un pueblo unido
en la fiesta del huapango,
es por eso que el fandango
hoy tiene especial sentido.
El corazón encendido…
buscando paz se sublima
te invitamos a la rima,
a compartir nuestra mesa,
a la trova que embelesa
zapateando en la tarima.
(Cecilia Guinea)
Empezamos a estudiandar las fiestas de los demás pueblos, a ver en qué consistía hacer un huapango huasteco, qué impacto tenía en la comunidad y, con el apoyo del PACMYC y del FONCA, logramos el recurso e hicimos las Fiestas del Son Huasteco La gente creía que estábamos lucrando con eso, que nos estábamos hinchando de billetes, no hombre, termina uno poniéndole. Desde la primera fiesta ya había gente que iba desde la Sierra de Puebla, desde Querétaro, desde un montón de lados y estuvieron apoyando. El segundo año fue dedicado a la niñez. El tercer año pasó esto y, por respeto, decidimos no entrarle porque estábamos muy lastimados, en el pueblo hubo gente mayor que se murió de tristeza entonces ese año el municipio organizó la fiesta y se dieron cuenta de que no está tan fácil, que terminas poniendo de tu bolsa. No terminó de cuajar porque le pagaron a músicos para que fueran, hicieron una especie de show y no tuvo esa cosa comunitaria, de hermandad.
En ese año metimos otro proyecto para publicar el libro de mi madre, se llama Ilak que, en tenek, quiere decir semilla.
También nos planteamos: ¿haces una Fiesta del Son y después qué pasa?, mejor hay que formar gente aquí entonces hicimos Iyalab, que quiere decir semillero. Es una cosa impresionante, ya hay cinco tríos de niños que tocan increíblemente bien, que dominan los instrumentos y hay otros ocho niños que están aprendiendo.
La Cuarta Fiesta del Son se la dedicamos a la paz, llegó gente del Estado de Morelos, artesanos argentinos, la fiesta se transmite por Internet y mandó saludos un soldado desde Afganistán. Fue una cosa impresionante y te das cuenta que el huapango siempre tuvo la fuerza de cohesión social y ves cómo la descomposición, la desesperanza y un montón de cosas puedes hacerlas a un lado por medio de la educación.
El son huasteco le ha dado un contorno a todo lo que he hecho últimamente, a todos los niveles, de convivencia, social, afectivo, profesional.
Titulación con fuga de son
Me gustaría cerrar con mi titulación en la UV. Para titularte de la carrera de guitarra tienes que tocar un programa solista con guitarra que abarque Renacimiento, Barroco, Clásico o Romántico, una obra de un compositor mexicano y una obra del siglo XX; el otro examen es un concierto para guitarra y orquesta. Monté la Fantasía para un gentilhombre, la revisé con mi maestra y le dije:
-Es que yo no vivo aquí, no hay un movimiento telúrico, me salen las notas pero ¿qué más? Presenté el recital con todas las de la ley; una obra del renacimiento de John Dowland, tres movimientos de una suite de Bach, una obra muy ligera del periodo clásico que suena casi a Mozart, la Sonata de las Campanas de Ernesto García León que es una obra muy interesante de música mexicana en lenguaje contemporáneo, y la Suite Venezolana de Antonio Lauro. Hice el recital y, para el concierto, metí una propuesta a la Academia de Guitarra para hacer un programa de música de cámara con la siguiente instrumentación: dos flautas de pico barrocas, violín huasteco, que es como una fídula, jarana huasteca, huapanguera huasteca, guitarrilla renacentista, vihuela renacentista, un derbake árabe, un contrabajo para hacer el soporte y una flauta transversa para las cosas más modernas. Éramos puros poli instrumentistas, no creas que teníamos el ensamble completo todo el tiempo. Estaba Carlos Zambrano en el bajo, Manuel López en las percusiones, Rodrigo Lomán tocaba una flauta de pico y el violín huasteco, Ramiro González tocaba la flauta transversa y la otra flauta de pico y Jorge Morenos tocaba la guitarrilla y la huapanguera, y yo la jarana y la vihuela. Hicimos un recital con estas conexiones entre la música antigua del siglo XVI, sobre todo, y los sones huastecos actuales, tocamos una pavana del siglo XVI que se parece mucho al Butaquito jarocho o al Cielito Lindo huasteco, El Canario de Gaspar Sanz, una pieza polifónica a voces que habla sobre la vida y la muerte que es una temática recurrente en el son, Tres Morillas, que es una pieza del siglo XV, con fuga de Malagueña huasteca, la Folía de Rodrigo Martínez que la juntamos con El Gallo huasteco, que es un son tradicional, una pieza de mi mamá que se llama Flor de Pitaya y una pieza de Jorge que se llama El Rocío.
En ese recital apliqué todas las técnicas de guitarra clásica que aprendí; escalas, arpegios, figuetas, trémolos, o sea, traté a la jarana como un instrumento con más posibilidades que el rasgueo.
Fue una bomba ese recital, primera vez en la historia de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana que se acepta un instrumento mexicano en un examen de titulación. Me puedo morir tranquilo porque sé que mañana habrá otros chavos que quizá puedan tocar flamenco. Además de todo, la gente lo disfrutó muchísimo; uno de los mejores regalos que me ha dado la vida con la música es que toda la gente que estaba ahí, familiares, amigos, maestros gozaron muchísimo, no estaban sufriendo por el que estaba presentando el examen como suele pasar.
Mi maestra en toda la carrera fue Consuelo Bolio, mucha gente la ha tenido como una mujer de hierro, inflexible y la verdad es que es una persona hermosísima.
Hay muchos que con afán / en la vanidad persisten
Don Víctor Ramírez del Ángel, el violinista del Trío Xoxocapa, ha tocado en los cinco continentes, en N cantidad de países y cuando te platica dice:
-Yo lo he tocado (sic) en todos lados, en Nueva York, Marsella, Tokio, Los Ángeles, Colombia, Coatepec, Xico, la Sierra de San Pablo; todo eso he andado yo
Dentro de esa inocencia y ternura hay un mensaje muy fuerte: todas las personas que te topes son importantes, todo el público es importante, tú no puedes decir mi música es de una élite y no se la voy a dar a un vendedor de chicles, esa es una verdadera estupidez.