Trío Jobim

Édgar Dorantes

Aleph Castañeda
Aleph Castañeda

Édgar (Dorantes) nos invitó a Aleph (Castañeda) y a mí al Trío Jobim y empezamos a tocar en el Tope, hacíamos lo que podíamos. Mi forma de acercarme al jazz era muy divertida (y hasta la fecha creo que es lo mejor, a veces la escuela

es muy dura), era recordar todos los discos que había escuchado en mi casa y sentir que yo era el baterista que había escuchado en el disco, entonces era soñar y soñar y yo creo que también eso motivó a Aleph y a Édgar, que a los otros bateristas que había de mi rango, la verdad, yo me los llevaba porque no tenían todo ese bagaje cultural del jazz. Tú puedes ir a un método de batería para tocar jazz, echarte medio método y no, la verdad es que no, una cosa es el método y otra cosa es ser jazzista y en eso me los llevaba de calle. El oído te lleva, es lo más importante, la mente y el oído mandan a los músculos y el medio es el instrumento. Fuimos a tocar a Oaxaca, a Córdoba y aquí tocamos en varios lugares. A veces tocaba con nosotros Juan Galván. Eso es lo que recuerdo del Trío Jobim.

Hasta la Coronilla

Alejandro Corona
Alejandro Corona

Mi participación en el Jazz Trío de Alejandro Corona se dio en la Facultad de Música porque coincidíamos, él como maestro y yo como alumno y él me podía decir todo lo que, a lo mejor, no podría decirle a un baterista estrella y yo no sentía que era algo contra mí o que yo lo estaba haciendo mal, entonces fue muy bien la relación con Alejandro. Con el grabé varios discos, creo que dos o tres, hay uno en el que yo no toco porque lo grabó en el tiempo en que yo me fui a Europa y se quedó Daniel Ávila en la batería.
En ese trío estábamos Andrés Dechnik y yo; tocamos en algún festival de contrabajos, en los festivales Jazz Fest y en otros lados.
Alejandro siempre ha sido muy exigente, tocaba una armonía muy llena de trecenas, quincenas, séptimas; muchas notas muy interesantes. Siempre estaba buscando esa perfección, es súper metidísimo en la música. Cuando ensayábamos, el vecino le tocaba en la pared, tum-tum-tum, porque ya lo tenía harto, se ve que Alejandro agarraba el piano a las tres de la mañana, a las cinco, a la hora que fuera y se ponía a tocar, y en el ensayo decía:
-Pinche vecino, me vale, yo lo que quiero es mi música
Todo fue muy bien hasta que un día llegué y le dije:
-Alejandro, me quiero ir a estudiar a Europa, a Ámsterdam, ya tengo el permiso
-Ya tienes todo aquí, ¿para qué te vas?
Sabias palabras, de algún modo tenía razón porque regresé

Ego me absolvo

Juan José Calatayud
Juan José Calatayud

En la sinfónica,cuando el director para y da una corrección, esa corrección llega a un nivel muy profundo. Entre los músicos de jazz también existe ese ego, si el saxofonista le dice al bajista o al baterista, tócale más suave o tócale más bajo es una aseveración muy fuerte porque en el fondo le está diciendo que lo que está creando no funciona, no sirve o no está bien. En lo personal, en la orquesta me ha pasado, cuando el director me dice ¿puedes tocar esto de esta forma? paso por muchos ambientes rápidamente, primero me enojo y luego digo sí, tiene razón, y todo eso en dos o tres segundos. Un día me puse a pensar ¿por qué llega tan fuerte? y llegué a la conclusión que te acabo de decir: parece que te están diciendo que lo que estás tocando no funciona y eso te prende y te llega.
Yo había visto a Juan José Calatayud y veía que traía a sus músicos, venían un baterista y un bajista pero él era la estrella, el nombre era Calatayud entonces, desde el principio estuve tranquilo con ser el baterista de Édgar o de Alejandro, y también era cómodo porque no tenía que ser la estrella, ya había una estrella y yo lo acompañaba, siempre estuve tranquilo con eso.

Tambuco

tambuco_xxCuando terminé la facultad me salió mucho trabajo en México, en ese entonces tocaba con Tambuco, un grupo de percusiones de México. No me fui a vivir allá, lo hacíamos muy profesionalmente, yo sabía que tenía concierto del 16 marzo, por decir algo, y sabía que tenía que llegar uno o dos días antes con la música súper bien puesta, como hacen los solistas, llegan y tocan. Los compromisos eran con el presidente de la república, en los festivales, fuimos a New York, fuimos a Los Ángeles, fuimos a Atlanta, fuimos al Cervantino, anduvimos por toda la República Mexicana. Estaba muy bien, grabamos muchos discos, pero la verdad es que llegó un momento en el que dije yo no quiero tocar en un ensamble de percusiones porque era música contemporánea y, con todo respeto, no es lo que más me llena. Me llenaba la sinfónica por la sonoridad que producen 50-80 músicos, el jazz, la salsa pero lo contemporáneo no.

Con mi música a otra parte

Ámsterdam
Ámsterdam

Un día me entró la cosquillita de que no quería ser grande y que alguien me dijera: tú no sabes lo que es estar en el extranjero, o no sabes lo que es la música fuera, por eso me fui, porque quería saber cómo es estar en la música allá. Ahora tengo claro que lo que busca uno es la atmósfera que hay en el lugar, la atmósfera que hay en Nueva York es única, la atmósfera que hay aquí en Xalapa también es única, ¿por qué en Puebla, que es más grande, o en Monterrey habiendo tanto dinero no se da lo que se da aquí en Xalapa?, esta atmósfera es muy rica y es lo que buscamos muchos músicos. La UV ha aportado mucho a esta ciudad, es un ser paternalista que te apoya, entonces puedes crecer más. Se puede ser muy buen músico sin salir de Xalapa aunque, sí, el nivel que hay en otras ciudades es muy grande.

Orquesta Real del Concertgebouw
Orquesta Real del Concertgebouw

Estuve dos años en Europa, hice la maestría en la Escuela de Música de Ámsterdam y fue muy bien; ahora que lo veo, tuve muchas oportunidades, toqué con la mejor orquesta de Holanda que es la Orquesta Real del Concertgebouw, fuimos de tour por Latinoamérica y por Bélgica. Como mis maestros de percusiones eran los músicos del Concertgebouw había esa posibilidad, si necesitaban músicos extra, nos llamaban. Me dirigió Riccardo Chailly, tuve muy buenas experiencias, me fue muy bien y había posibilidad de quedarme, sin embargo decidí regresar a México por la tortilla, por el español. Nunca terminé de acoplarme al frío, pasaba hasta

Riccardo Chailly
Riccardo Chailly

un mes sin ver el sol, aquí en Xalapa podemos pasar una semana de neblina pero durante el día, aunque sea dos horas, sale el sol y allá, por el lugar geográfico, pasan dos semanas y está nublado, nublado. También influyó estar solo, lejos de la familia porque me fui grande, si me hubiera ido a los 16 o a los 18 años hubiera sido distinto, pero me fui a los 23 o 24, ya había vivido muchas cosas en México que me hicieron regresar. Los colegas con los que estudiaba ahora son percusionistas de Concertgebouw o dan clases, quién sabe qué hubiese pasado si me hubiera quedado. Nada más estuve dos años, es poco tiempo porque el primer año llegas y apenas estás ubicando dónde está la lavandería, la comida, todo lo que no decimos pero que es una forma cultural. El segundo año ya te ubicaste pero ya se terminó. Quizá hubiera sido mejor estar cuatro años pero terminé la maestría y dije bueno, ya terminó a lo que vine, ya nadie me cuenta lo que es estar fuera, me regreso. Hay otros percusionistas que han ido, algunos se quedaron ocho años, otros se casaron y ya no regresaron, siguen allá.

Pesadilla de una noche de verano

Orquesta Sinfónica de Xalapa
Orquesta Sinfónica de Xalapa

Cuando regresé pasó algo curioso porque todos mis estudios habían estado enfocados a tocar con la Orquesta Sinfónica de Xalapa, ese era mi sueño; venía muy contento de haber terminado mi licenciatura aquí, de haber tocado con el mejor grupo de percusión de México y de haber hecho la maestría en Holanda, ¿qué que más quería?, yo sentía, como joven, que me podía comer al mundo y en eso sale una convocatoria para un percusionista en la Sinfónica de Xalapa. Me presenté y quedé en segundo lugar, ganó Miguel González; eso fue para mí, pum, me derrumbé moralmente y como en ocho o diez años no me paré por la sinfónica. Entré en una depresión por haber estudiado ocho años de carrera, haber ido al otro continente y lo que inició todo mi sueño, que fue ir a un ensayo de la Orquesta Sinfónica de Xalapa en el Teatro del Estado y ver (en mi sueño) que le salían brillitos a todos los percusionistas, se vino abajo.

Enroque

Después de ese momento difícil, musicalmente hablando, en el que no gané ese lugar en la orquesta, salió una convocatoria para ser maestro de percusiones en la Facultad de Música, hice el examen y ahí sí quedé en primer lugar. Yo lo vi como bueno, pues si esto me está poniendo la vida, está bien; aquí estudié y me están recibiendo de brazos abiertos, ¿por qué no? Además era muy buen trabajo y lo hice lo mejor que pude durante 15 años. Además vi que el patrón era el mismo, Universidad Veracruzana; una dependencia era la Facultad de Música y otra la Orquesta Sinfónica de Xalapa entonces dije, bueno quizá estando aquí puedo entrar en la sinfónica.

Miguel González
Miguel González

En 2008, cuando murió Erasmo Capilla fui al velorio y me encontré con un músico de la sinfónica que me dijo:
-Oye, debería regresar a la sinfónica, siempre ha sido lo tuyo, ve
Fui y me di cuenta de que la orquesta estaba pasando por un mal momento en percusiones, de tener seis percusionistas, tenía tres y yo dije pues puedo caber ahí y el momento llegó cuando Alvin Krueger, el timbalista, se jubiló; fue sorpresivo, todos pensamos que Alvin iba a continuar durante muchos años pero de repente, por alguna situación personal, decidió jubilarse y entonces quedó ese lugar y se abrió la plaza.

Tambuco
Tambuco

Tampoco fue fácil, hice un par de exámenes, es una historia larga pero entré como timbalista en 2010. El examen que perdí fue en el 99, o sea, fueron 11 años que toqué en otros lados e hice otras cosas; nunca dejé la música, siempre estuvo ahí, pero encontré, por ejemplo, las actividades al aire libre y eso lo hice y lo sigo haciendo paralelamente.
Es muy chistoso que Miguel González, que fue el que me ganó aquella vez, ahora es miembro de Tambuco y toca música contemporánea. Le han dado la vuelta al mundo, siempre que los veo en Facebook, andan tocando por medio mundo pero yo tenía un corazón muy fuerte hacia la música clásica, me salió de ese primer ensayo y de la sonoridad, que es única, de tener ahí a los contrabajos, a los metales, a toda la cuerda. No recuerdo quién decía que es un fenómeno tener a 80 músicos trabajando en bien de la música y que se logre el objetivo. Lo mismo pasa con un trío de jazz, al final también es música, eso se lo tomé un poco a Édgar que me decía:
-Mira, para mí no hay diferencia entre los estilos, al final sigue siendo música, sólo hay música bien hecha y música mal hecha.

El cerillo de Heráclito

Tocar es una experiencia única porque aunque estudies muchas horas y tengas muchos entrenamientos, en el momento en que tienes que tocar hay una sola oportunidad, decía un percusionista de Tambuco con el que yo trabajaba:
-No hay una segunda oportunidad para causar una primera impresiónTimbales 3
Y así es, no puedes decirle al público la voy repetir, sólo tienes una oportunidad para transmitir, para decir lo que tú quieres y para cerrar el círculo, según yo el círculo se cierra cuando tocas el corazón de alguien que está del otro lado, y cuando lo logras es fabuloso, primero porque hay una satisfacción personal que te mueve a seguir pasando los momentos duros de estudio para dominar toda la técnica, que es la herramienta que tienes a tu favor; segundo, porque pudiste llegar al otro lado y cerrar el círculo. Cuando uno toca solito en su casa todo sale muy bien, pero cuando alguien te escucha es único y no necesariamente por el ego, porque la verdad es que sí hay mucho ego en los músicos.
Lo mágico de cada presentación, de cualquier concierto sea de lo que sea, es que es único, es como los cerillos, no puedes prender dos veces el mismo, siempre es nuevo, por eso se siguen tocando los standards de jazz o el Beethoven de hace 300 años y sigue gustando a la gente, porque se sigue cerrando el círculo, eso es fabuloso.

(CONTINUARÁ)

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