Aunque no forma parte del gabinete legal del gobernador Javier Duarte de Ochoa, pero aquí todo mundo sabe que la ex alcaldesa de Xalapa, Elízabeth Morales García, llegó hace un año a la presidencia del CDE del PRI por decisión e influencia del mandatario veracruzano, luego de que su primer alfil, el exmunícipe de Boca del Río y a la sazón secretario de Finanzas y Planeación, Salvador Manzur Díaz, tuvo que ser bajado del caballo a consecuencia del escándalo mediático que en abril de 2013, en pleno proceso electoral local, detonó la dirigencia nacional del PAN con la exhibición de los videos sobre el llamado “Bocagate”, cuya repercusión alcanzó inclusive la mesa de negociación del Pacto por México y obligó a cesar a varios funcionarios de la Delegación de la Sedesol federal en Veracruz, entre ellos al titular Ranulfo Márquez Hernández.

Ayer, en conferencia de prensa, Morales García anunció que dejaba la dirigencia estatal del partido tricolor. Y para evitar meterse en embrollos legales, la exlideresa priista no precisó a los reporteros el verdadero motivo de su dimisión pero es de suponerse que su separación se debe a que en cuestión de horas acudirá a registrarse formalmente como precandidata a la diputación federal por el décimo distrito electoral con cabecera en Xalapa, circunscripción por la que ya contendió exitosamente en 2006 pero abanderada entonces por el PVEM en alianza con el Revolucionario Institucional.

Prácticamente desde su arribo a la presidencia del CDE del PRI se le consideró candidata natural para ser postulada al año siguiente por el distrito urbano de la capital veracruzana, lo que ella en un principio siempre negó e inclusive trató de promover a otras de sus correligionarias, entre ellas a la ex directora del DIF municipal y actual síndica del ayuntamiento xalapeño, Michelle Servín González, pero su intento no cuajó. Luego, en el afán de asegurar la cuota de equidad de género que impuso la reforma electoral, también se promocionó a la ex regidora Corintia Cruz Oregón, pero tampoco logró despegar en la encuestas, por lo que últimamente llegó a considerarse en nominar a Ricardo Ahued Bardahuil o a David Velasco Chedraui, ex alcaldes y actualmente diputados a la LXIII Legislatura local, los cuales no están mal posicionados en las preferencias electorales.

Ante esta situación, de última hora Elízabeth parece haber tomado la decisión de rifársela como candidata por el décimo distrito electoral, en el que el PRI fue arrasado y relegado hasta el tercer lugar de la votación en los comicios federales de 2012. En aquella ocasión el partido tricolor postuló a Reynaldo Escobar Pérez, ex alcalde, ex secretario de Gobierno y ex procurador general de Justicia del estado, quien inclusive fue derrotado por la abanderada del PAN, Rosa Hilda Llamas, una desconocida ex regidora de Poza Rica que de último momento tuvo que postular el blanquiazul en la capital veracruzana ante la exigencia del IFE de que se cumpliera con la cuota de género que establece la ley para todos los partidos. No obstante su desarraigo y desconocimiento de Xalapa, la candidata panista obtuvo arriba de 45 mil votos, casi 3 mil 700 más que Escobar Pérez, quien realizó una dispendiosa campaña financiada en buena parte con su propios recursos.

Ésta, además, fue la única elección de diputado federal que ganó en todo el estado el Movimiento Progresista (PRD-PT-Movimiento Ciudadano), cuyo candidato Uriel Flores Aguayo recibió una votación históricamente sin precedentes: más de 74 mil votos.

Con este demoledor resultado, en aquella ocasión, los detractores del ex secretario de Gobierno y ex procurador dieron también por aniquiladas sus manifiestas aspiraciones por ser postulado nuevamente en 2013 a la presidencia municipal, cargo de elección popular que ya había ejercido en el cuatrienio 2000-2004 abanderado por Convergencia, y al cual pretendió regresar desde 2007 reconvertido al priismo. Sólo que primero se le atravesó David Velasco, un joven empresario cuya candidatura arropó el entonces gobernador Fidel Herrera. Y en 2010 también hizo el intento, pero en esa elección que coincidió con la sucesión estatal terminó imponiéndose Elízabeth  Morales, quien inclusive desplazó al secretario del Trabajo, Américo Zúñiga, a quien de última hora Jorge Carvallo Delfín, a la sazón presidente del CDE del PRI, por decisión de Herrera Beltrán le cambió la nominación municipal por la de diputado local.

¿Volverá a repetirse en junio de 2015, ahora con Morales García, la misma historia que hace tres años sufrió Reynaldo Escobar? La pregunta es pertinente porque ha trascendido que Elízabeth habría decidido someterse a la riesgosa prueba de las urnas motivada por la candidatura senatorial que estará en disputa dentro de tres años, para la cual tendría amplias posibilidades dado que por equidad de género el PRI deberá postular a una mujer, y en el gallinero priista –a diferencia de la gorda caballada tricolor que aspira no sólo a las gubernaturas de 2016 y de 2018 sino también al Senado de la República– muy pocas féminas veracruzanas del Revolucionario Institucional tienen los espolones para competir por dicha nominación partidista contra la ex alcaldesa xalapeña, ya que la ex munícipe jarocha Carolina Gudiño, que tanto brilló en el fidelato, ha sido condenada al ostracismo político en lo que resta del duartismo, mientras que la diputada local porteña Anilú Ingram, en caso de que ganara también la elección federal de junio próximo, muy posiblemente ya no tendrá en el Congreso de la Unión la misma luz artificial de la que ha gozado hasta el momento como presidenta de la mesa directiva de la LXIII Legislatura del estado.

A menos, claro está, que su otro “padrino”, Miguel Ángel Osorio Chong, el tambaleante secretario de Gobernación, la arropara políticamente. Ya veremos.