Hoy a las 7 de la noche el gobernador Javier Duarte de Ochoa entrará por la puerta posterior de la Sala de Banderas, acompañado de los funcionarios que renunciaron para ir a buscar una diputación federal y seguido por quienes ocuparán esos cargos después de que les tome la protesta de ley.
Lo hará de acuerdo con la potestad que le otorga nuestra Constitución estatal:
“Artículo 49. Son atribuciones del Gobernador del Estado:
[…]
“XIV. Nombrar y remover libremente a los servidores públicos de la administración pública, cuyo nombramiento o remoción no estén determinados en otra forma por esta Constitución y por las leyes”.
¿A qué voy con esto? A que la ley le permite al mandatario designar a quienes él y solamente él considere que le pueden servir para cumplir su responsabilidad mayor como gobernante, que es mirar “en todo por el bien y prosperidad de la Nación y del Estado de Veracruz”.
Así, Javier Duarte de Ochoa hará públicos y efectivos los nombres y nombramientos de quienes integrarán su equipo de consolidación y salida. Es su atribución y es su derecho.
Con esto, terminarán los ejercicios de adivinación y nigromancia que llenaron la mayoría de los espacios periodístico-columnísticos en las últimas semanas. De manera inusual por su cuantía, muchos colegas se dieron a la tarea de predecir quiénes llegarían a ocupar los sitios que en estas horas finalmente están por quedar vacantes. Como es obvio, se barajaron nombres y más nombres para cada uno de los puestos, en un vaivén de subidas y bajadas que del mismo modo acrecentaba o decrecía los momios de los probables o posibles sucesores.
Peeero… lo cierto es que el único que decidía y sabía y determinaba siempre fue el Gobernador (solamente él, como se terminaron dando cuenta los que pensaron que podrían acceder por otra vía), y él no soltó prenda nunca, por lo que hasta hoy en la noche sabremos la verdad del asunto.
Es evidente que los nombres de quienes serán los nuevos funcionarios estuvieron en algunas columnas. El ejercicio de predicción abarcó todo el espectro de los funcionarios o personajes que tenían alguna posibilidad de ser.
Así que las filtraciones, las exclusivas y las atinadas se las deberemos atribuir a la estadística: si cada uno menciona a uno diferente de entre todos los que pueden ser, tendrá que haber uno que dé con el correcto.
Muchos gabinetes posibles fueron bordándose en los periódicos, en los portales, entre los chismosos con oficio, entre los chismosos sin oficio, en las meditabundas antesalas.
Lo que casi nadie dijo, lo que a casi todos se les olvidó fue hacer el análisis sobre el perfil y los alcances de los probables nuevos cardenales del gabinete estatal. Eran nombres y nombres en una retahíla de listas que nunca consideró el currículum, la formación, la experiencia.
Lo cierto es que este revuelo de nombres que nos recetamos durante diciembre del año pasado pasará a la historia como una anécdota.
Y sólo el Gobernador dirá la última palabra en este asunto.
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