Maurits Cornelis Escher y Jorge Luis Borges son dos genios del siglo XX que nacieron en las postrimerías del XIX. El 17 de junio de 1898 en Leeuwarden, Países Bajos el artista plástico; el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, Argentina el escritor. Aunque sus vidas marcharon por separado, hay algo que los une; la obsesión por los juegos geométricos, los objetos imposibles, los espejos, los laberintos, el infinito. En el grabado Manos dibujando, a fuerza de voluntad, me parece verlos juntos; una mano que dibuja una mano que escribe, una mano que escribe sobre una mano que dibuja, ¿por qué no?
No sé si Escher conoció a Borges, la imposibilidad del argentino para conocer la obra del otro, está plasmada en su poema Límites:
Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía
Sin embargo, no hay duda, están juntos en un lugar: el Aleph
I
Para Borges y Escher
¿Es el yo o la otredad?,
¿es rival o complemento?,
¿me multiplica este invento
o me deja en la orfandad?,
¿cuál de los dos es verdad:
ese ente que, perplejo,
me contempla en el reflejo
o el que estas líneas escribe?,
¿cuál, de los dos, es quien vive
en la plata del espejo?
II
“Te incumben los deberes de todo hombre:
ser justo y ser feliz” (Borges)
Dos deberes solamente
-dice Borges en su texto-
sin demora ni pretexto
has de atender, diligente,
de manera permanente.
Ni al máster ni al aprendiz
se le perdona el desliz
de incumplir la obligación
pues no vive con fruición
quien no es justo, ni es feliz
III
- Relatividad (Escher)
El tiempo es la sustancia de que estoy hecho.
El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;
es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;
es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.
El mundo, desgraciadamente, es real;
yo, desgraciadamente, soy Borges.
Es el tiempo la sustancia
(vuelvo a Borges) de mi esencia;
es el tiempo omnipresencia,
sempiterna circunstancia
que delimita mi estancia,
mi permanencia en la tierra.
Es estéril toda guerra,
el rival es inasible
y el precepto inamovible,
quien quiere vencerlo, yerra.