Hurgando entre mis archivos viejos me encontré una conversación que tuve hace varios meses con Aleph Castañeda, recupero algunas de sus reflexiones sobre el son jarocho.
En todas partes la música rural se proyectó hacia la ciudad y esto generó una proyección a nivel internacional. Las dos corrientes que conozco más son el blues del sur de los Estados Unidos que evolucionó hacia el jazz y el son jarocho que es resultado de la mezcla entre lo indígena, lo español, y lo negro. La zona geográfica influye mucho, el hecho de abarcar desde el norte del país hasta el sur ha propiciado un ir y venir de migraciones que han aportado lo suyo.
Conocí el nuevo son (nuevo para su época) a través de familias como los Utrera y los hermanos Gutiérrez que tenían el Mono Blanco cuando yo estaba chamaco. Gracias al apoyo que les dio el Instituto Veracruzano de Cultura tenían su centro de operaciones en la Casa de la Cultura de Veracruz, ahí tenían allí su taller de laudería e impulsaban la fiesta del fandango, lo veracruzano y todo lo demás.
Yo pasaba todos lo días por ahí y conocí a Ramón (Gutiérrrez), después se vino a vivir aquí a Xalapa, nos reencontramos y me invitó a tocar con su grupo, le acepté la invitación porque, según yo, no estaba difícil; ese fue mi primer error, dar por hecho que lo conocía, que sabía de qué se trataba y no es cierto, conforme he estudiado más y me adentrado en los sones me he dado cuenta que cada uno de ellos es una historia encapsulada en un momento que, aunque tiene una duración determinada, habla de un montón de cosas, hace referencia a migraciones, a pueblos, a momentos históricos, etc.
Creo que, con todo lo que ha pasado en los últimos años, el son jarocho ha tenido un boom que, sí tiene algo de mediático, pero también es parte de la conciencia que tiene el mexicano de su propio patrimonio, es decir, si hay un lugar dentro de México que tiene una conciencia respecto a las manifestaciones de su cultura local, es Veracruz porque si bien hay tradiciones muy importantes en México como la música oaxaqueña, la música de Guerrero, la música del centro del país, la música del norte, etc., ninguna ha logrado mover tanta gente hacia lo que le es propio como lo ha logrado el son jarocho, no estoy muy seguro de porqué, pero he visto que las generaciones más jóvenes casi lo han tomado como parte de una bandera, a veces contestataria, a veces como símbolo de todo lo contrario de lo que el medio te dice que debes ser o hacer, a veces como un vehículo de expresión y de libertad. Aunque parece fácil es difícil de tocar pero cada vez veo más jaraneros que otra cosa cuando salgo a la calle. Aunque no soy antropólogo creo que, para nuestra fortuna, se ha convertido en un camino para tomar conciencia del crisol cultural que somos.
En algunos viajes que he hecho a Asia, a Europa y a otros lados me ha tocado ver que, a veces, la gente de allá está más consciente de lo que pasa aquí que nosotros
Alguna vez me me preguntaron:
-¿De dónde eres?
-De México
-¿De qué parte?
-De Veracruz
-Ah, entonces tú tocas son jarocho
-No, a mí pregúntenme de Sonny Rollins, de John Coltrane
Y ahí me di cuenta de que, finalmente, yo estaba más inmiscuido en las tradiciones musicales de otros lugares, que en la de Veracruz. Claro, ya son universales, no puedes decir que el blues o el jazz nada más son de Estados Unidos, o que la música clásica es nada más Europa, no es cierto, ya son patrimonio de la raza humana. El son jarocho apenas está influenciándose de un montón de cosas que lo van a llevar a ser no sé qué, pero algo distinto en el futuro; hay mucha gente que no está de acuerdo conmigo pero yo me atrevo a decir que al son jarocho le va a pasar lo mismo que le pasó al blues, que por un lado se va ir por sí solo y, por el otro, va a generar una forma musical que no sabemos cuál va a ser pero no será la música mexicana como la que se ha etiquetado ahora, sino una música que nació en México y se fue para todo el mundo.
Creo que somos testigos de lo que será esta música en un futuro; nosotros sólo somos el medio y nuestro instrumento es la herramienta pero lo demás está ahí, en el aire, esperando a que hagamos algo con ello y lo bonito es que tiene un saborcito, no me gusta hablar de localismos ni de nacionalismos ni de esas cosas, pero sí se siente la identidad, sabe a tomate, a chile, a torito, a hoja de plátano y nosotros tenemos la fortuna de estar en ese nacimiento.
El son es un regalo que la gente se apropia y se lleva su casa; lo adopta, lo hace suyo y lo bonito es que se deja, como todas la música, el son es un estado de nobleza total porque se deja tocar, acariciar, formar por quien sea, desde el escucha hasta que el que lo toca.
Como comenté la semana pasada en la columna Dos jornadas por Aleph, Aleph Castañeda atraviesa por un grave estado de salud, aunque se ha ido recuperando paulatinamente el proceso no será largo y se requiere del apoyo de todos. Muchos artistas xalapeños se han organizado para realizar dos jornadas solidarias que realizarán hoy, jueves 11 de diciembre, y mañana, 12.
Jueves 11 de diciembre: Juntos por Aleph
Se llevará a cabo en el Café Teatro Tierra Luna, a las 19:00 hs. Participarán: Sara Robledo con su grupo, Roble de Agua, Paty Ivison con su nuevo material, la reconocida cantante Messe, Daniela Meléndez con sus maravillosas décimas, y Soflama. La noche se cerrará con una jam session.
El donativo es voluntario
Viernes 12 de diciembre: Un aliento, concierto a beneficio de Aleph Castañeda
Se realizará en la Sala Grande del Teatro del estado, a las 19:00 hs. Participarán: Guacamole, Los Macuiles, Soflama, Bolina sin Parné, el espectáculo Jarocho, e Iván Zepeda Valdés, el cuentero cordobés
El donativo será de $50.00
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