Aunque otros cofundadores del PRD habían renunciado varios años atrás al advertir que el partido del sol azteca ya no representaba los ideales de la izquierda mexicana ni la lucha del movimiento democrático que le dio origen a finales de la década de los ochentas, el líder moral perredista Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano decidió dimitir a su militancia apenas anteayer luego de que no pudo convencer al dirigente nacional Carlos Navarrete, del grupo de “Los Chuchos”, para que renunciara y se pudiera convocar a una nueva dirigencia colegiada y representativa de las diversas expresiones regionales del país, a fin de superar el descrédito partidista por los trágicos hechos de Iguala, Guerrero, cuya crisis forzó la caída del gobernador Ángel Aguirre y la aprehensión del alcalde José Luis Abarca, implicado en otros asesinatos y en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Ayer, la socióloga y economista Rosa Albina Garavito, ex guerrillera de la Liga 23 de Septiembre y ex consejera nacional emérita del PRD –partido de la que fue fundadora y del cual se separó en 2008 a raíz de la crisis desatada durante la lucha por la dirigencia entre Alejandro Encinas y Jesús Ortega, cuya elección interna fue resuelta finalmente por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación a favor del líder de “Los Chuchos”–, declaró que la renuncia de Cárdenas es intrascendente por tardía, ya que desde hace años el partido se volvió una reedición del PRI.

Entrevistada por la periodista Carmen Aristegui, la ex perredista afirmó que Cárdenas fue clave para este país y para abrir la puerta a la democracia pero se tardó mucho en irse del PRD, partido que “hace mucho tiempo se convirtió en franquicia electoral”.

Garavito subrayó que el partido atropelló valores para la convivencia democrática, e indicó que la profunda crisis que vive hoy el país se explica en buena parte por la ausencia de la izquierda.

Pero en el desvío y declive del PRD también tuvo mucho que ver Cárdenas, quien en la sucesión presidencial de 2006 le regateó su apoyo a Andrés Manuel López Obrador, contribuyendo en parte al cerradísimo y cuestionado triunfo de Felipe Calderón, del PAN, y obstaculizándole a la izquierda su ansiado tránsito a la alternancia del poder.

Sin embargo ésta no fue la única actitud mezquina de Cárdenas como líder moral del PRD. Por ejemplo, en la sucesión estatal de 1998 en Veracruz, también fue determinante para impedir que el ex procurador general de la República, Ignacio Morales Lechuga, fuese abanderado a la gubernatura del estado por una coalición de izquierda encabezada por el partido del sol azteca. Pese a que el ex priista y abogado pozarricense figuraba como el mejor posicionado en todas las encuestas y se perfilaba como el aspirante más fuerte de la oposición para competir y vencer a cualquier candidato del PRI, el michoacano junto con su hijo Cuauhtémoc Cárdenas Batel vetaron en el Consejo Nacional celebrado en Oaxtepec, Morelos, la candidatura del ex embajador de México en Francia, allanándole el camino al abanderado priista Miguel Alemán Velasco, ex senador y en ese entonces poderoso ejecutivo de Televisa.

Morales Lechuga terminó siendo postulado sólo por la mini alianza PVEM-PT, quedando relegado hasta el cuarto lugar de la votación –muy lejos de Alemán Velasco y de Luis Pazos de la Torre, del PAN, quien ocupó el segundo lugar con medio millón de votos, casi la mitad de los obtenidos por el priista–, mientras que por el PRD fue nominado Arturo Herviz, ex dirigente cañero y ex alcalde de Ángel R. Cabada, quien luego como dirigente estatal del sol azteca adquirió ranchos y se hizo de una inexplicable fortuna.

En esa sucesión gubernamental corrió la versión de que Cárdenas habría “ayudado” a Alemán por la amistad que los unía desde la niñez debido a la cercana relación que mantenían sus padres, ambos ex Presidentes de México. Pero, al parecer, el veto del hijo de “Tata” Lázaro habría tenido que ver más bien con una venganza política contra Morales Lechuga debido a un incidente que protagonizó al inicio del sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari, cuando como procurador de Justicia del Distrito Federal retuvo en sus oficinas por una presunta falta administrativa a Cuauhtémoc Cárdenas Batel, quien a la sazón era novio de una hija del entonces secretario de Desarrollo Urbano y Ecología (Sedue), Patricio Chirinos Calero, quien en 1992 sería postulado por el PRI a la gubernatura de Veracruz.

Nacho Morales liberó al junior hasta que su padre fue personalmente por él, lo que habría sido considerado una ignominia para la familia del ex priista. Y es que casualmente, al sexenio siguiente, el vástago de Cárdenas fue el más activo promotor en el Consejo Nacional de Oaxtepec para boicotear la candidatura del ex procurador, cuyo principal argumento para vetarlo fue estigmatizarlo de “salinista”.

Pero, además, Cuauhtémoc Cárdenas también tendría que responder por la descomposición de su estado natal, Michoacán –cuya inseguridad ha escalado casi al mismo nivel que Guerrero–, pues la actividad de los grupos criminales asentados en esa entidad datan de las administraciones de dos ex gobernadores perredistas muy cercanos al ex líder moral del sol azteca: su hijo Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy.