Suelo fatigar algunas noches sabáticas recorriendo, copa de vino en mano, los registros videográficos o fonográficos que testimonian mi andar por los caminos del jazz. Hay de todo en esa viña, desde los clásicos irrefutables hasta las más dichosas novedades que, al pasar de los años, se van consolidando e integrando a la lista de los imprescindibles. Tal es el caso de un disco que compré hace 14 años y al que, después de mucho tiempo, volví el sábado pasado: Number Two Express, la segunda producción de Christian McBride. Aunque el bajista de Filadelfia solamente tenía 24 años en 1996, cuando lo grabó, su talento ya era suficiente para convocar a «siete de los más grandes músicos del mundo: Kenny Barron, Gary Bartz, Mino Cinelu, Chick Corea, Jack DeJohnette, Kenny Garrett y Steve Nelson», según describe en la nota que acompaña al disco. Los invitó, vuelvo a la cita, «porque solo yo sabía lo que harían. Me ayudaron a convertir cada canción en un viaje -una experiencia- cada uno de una forma diferente al otro». Me detuve en un tema de la autoría del convoncante, EDGAD, de la que dice (y prometo que es la última cita): «…en ciertos momentos de la canción hay indicios de ‘África’, de John Coltrane. Ciertamente, en el fervor religioso del solo de Gary Bartz se puede escuchar el espíritu de Trane. Además, tenga en cuenta el solo atronador y el apuntalamiento retumbante de Jack DeJohnette en la batería y la magia del piano siempre maravilloso de ‘Mr. Consistente’, Kenny Barron».
Lo escuché un par de veces más con esa sensación entre nostálgica y dichosa que experimentamos cuando volvemos, traspasando los años, a los lugares amados. Los discos y los libros que nos acompañan durante un buen tramo de la vida, suelen ser continentes de añejos buqués que se esparcen al re-abrirlos y los sonidos se convierten en aromas, texturas de una piel que pervive en la memoria, pretéritas neblinas o ramajes nudistas de otoños idos.
Pero algo tienen siempre de novedad, algo que estaba ahí y que nunca oímos o algo que fueron aprendiendo o mejorando con el paso de los años (Gardel cada día canta mejor, dicen los argentinos). Cuando re-escuché EDGAD confirmé que se trata de una obra maestra de seis minutos con seis segundos producto del talento del entonces joven bajista, con la complicidad de tres gigantes. Pero esta vez escucharlo me remitió, no a las circunstancias de cuando lo conocí, sino a algo que entonces ni remotamente hubiera imaginado: que vería a Kenny Barron, a Jack DeJohnette y a Gary Bartz en diferentes conciertos, todos del Festival Internacional JazzUV, en la sala Grande del Teatro del Estado. Largas son sus trayectorias y fatigoso sería detallarlas, pero vale recordar que Kenny Barron inició su carrera en el cuarteto de Dizzy Gillespie y que ha colaborado con los músicos más importantes del género. Especialmente memorable resulta el dueto que hizo con Stan Getz con el que dieron una serie de conciertos, tres meses antes de la muerte del saxofonista. Que Jack DeJohnette ha colaborado con Charles Lloyd, Jackie McLean, Herbie Hancock, Joe Henderson, Bill Evans, Cannonball Adderley, McCoy Tyner, Wayne Shorter, Chick Corea y muchos más y que es el baterista de un trío que, desde hace más de tres décadas, es considerado por muchos como el mejor trío de jazz del mundo: el de Keith Jarrett. Y que Gary Bartz, el eterno caminante, estuvo al lado de Max Roach, Art Blakey, McCoy Tyner y Miles Davis entre tantos otros.
La presencia de esos tres músicos bastaría para ubicar al Festival Internacional Jazzuv entre los festivales de jazz más importantes del país, pero hay más; convocados por Edgar Dorantes, Director General y Francisco Mela, Director Artístico acudieron a Xalapa y a otros lugares del estado como Córdoba y el Puerto de Veracruz, varias leyendas del jazz como McCoy Tyner, Joe Lovano, Kenny Werner, Bob Moses, Eddie Gómez,Ray Drummond, Louis Hayes; músicos destacados de generaciones más recientes como Greg Hutchinson, Jeff «Tain» Watts, Dave Kikoski, Jason Palmer y el propio Francisco Mela; jóvenes brillantes como el guitarrista neoyorkino Nir Felder, la saxofonista bostoniana Grace Kelly, y los chilenos Melissa Aldana, saxofonista, Camila Meza, guitarrista y cantante y Pablo Menares, bajista; estrellas del jazz latino como Giovanni Hidalgo, David Sánchez, Dave Samuels, José Luis Cortés «El Tosco»; cantantes como Gretchen Parlato, Judi Silvano, Sachal Vasandani; y muchos, muchos grandes músicos más. Con esto alcanza para ubicar a este festival entre los mejores de América Latina, pero hay más.
Estas personalidades impartían clases maestras abiertas, no solo a músicos, sino a la comunidad en general; convivían y compartían el escenario con alumnos y maestros de JazzUV (Emiliano Coronel, bajista que tenía apenas 17 años, fue seleccionado por Jack DeJohnette para formar parte de su ensamble; Alejandro Bustos y Alberto Jiménez fueron parte del quinteto que presentó Greg Hutchinson, por citar solo dos ejemplos que vienen a mi memoria). Los músicos caminaban por Xalapa, podía saludarlos o fotografiarse con ellos quien quisiera. Las actividades tenían muy bajo costo y sobre él había descuento para estudiantes y maestros, y muchas de ellas eran gratuitas. En la emisión del año pasado, todas las actividades del festival tuvieron entrada libre. Con esto, sin duda alguna, el festival JazzUV era de los acontecimientos culturales (no solo jazzísticos) más importantes de México y de América Latina, pero hay más.
Los organizadores invitaban a artistas de otras disciplinas a participar de la fiesta jazzística así, paralelamente a la música, podíamos acudir a exposiciones de artes plásticas, funciones de danza, de teatro, festivales de cine y muchas cosas.
Hay más, pero con esto es suficiente para afirmar que estábamos ante un acontecimiento cultural de excepción que, en solo seis emisiones, se convirtió en patrimonio cultural de Veracruz. El Festival JazzUV no requería villas, intalaciones especiales ni gastos onerosos y atraía gente no solo de todo el estado, sino del Distrito Federal, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí y seguramente de muchos lugares más, pero no tengo noticia exacta.
En agosto platiqué con Édgar Dorantes:
«Dejé el festival en enero de este año, lo entregué por varias razones: estaba muy cansado de la cuestión burocrática administrativa, siempre hay que luchar mucho para que las cosas se hagan; además estoy en otra etapa de mi vida, estoy con mi trío, con mis proyectos, escribiendo música para la Orquesta Sinfónica de Xalapa…
Francisco Mela también dejó el festival porque él estaba conmigo; no sé qué va a pasar, no sé si se seguirá haciendo, yo ya cerré ese ciclo de seis festivales maravillosos, creo que es una gran historia en la música y la cultura de este país.»
Nosotros tampoco sabemos qué va a pasar pero todo parece indicar que, al menos este año, no realizará, de lo contrario no se explica que, a estas alturas, no haya publicidad ni comentario alguno.
No imagino que un año se suspendiera el Festival Cervantino sin que se le explicaran los motivos al pueblo de Guanajuato y del país; el Festival JazzUV no es menos importante ni el pueblo veracruzano merece menos respeto; alguien, no sé si la Dra. Sara Ladrón de Guevara, rectora de la Universidad Veracruzana, el Dr. Miguel Flores Covarrubias, Director General del Área Académica de Artes o el Mtro. Jordi Albert Gargallo, Coordinador General del Centro de Estudios JazzUV, tendría que salir a explicarnos qué va a suceder; si la suspensión (si, como parece, es el caso) es temporal o definitiva. En estos tiempos convulsos es especialmente necesaria la transparencia, la sociedad veracruzana requiere una respuesta a estas preguntas. Esta columna está abierta para recibir todas las voces.
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