Comenzar de nuevo/ y jazzear contigo…

Dana Rasch
Dana Rasch

Una vez vino a dar un taller de improvisación un guitarrista de Nueva York, Dana Rasch. Después me enteré que es el fundador de una de las mejores escuelas de Nueva York, The Groove School of Music, pero en ese momento yo no sabía quién era. En ese momento yo no sabía nada de armonía, no sabía nada de repertorio de jazz pero me metí a ese taller que duró un mes y aprendí mucho, después de muchos años todavía sigo sacando mis apuntes y sigo aprendiendo de eso.

Bernardo Hernández
Bernardo Hernández

Poco tiempo después se hizo la edición del Jazz Fest que estuvo dedicada al Jazz Latino, yo ya me sentía con un poquito de más soltura en el tres cubano; audicioné y quedé. Ese año fue otro parte-aguas para mí porque tuve chance de conocer muchos músicos muy buenos, de tener un acercamiento mucho más directo con el jazz latino y, sobre todo, porque me di cuenta de las deficiencias que tenía como músico. Tuve la fortuna de conocer a un arreglista que se llama Bernando Hernández, que venía dando un curso de guitarra, y arreglo y composición, todo enfocado al jazz latino. Es un excelente tresero, toca cuatro Jazz Festpuertorriqueño, es guitarrista, pianista. Es uno de los modelos, cuando lo vi dije yo quiero ser un músico completo como él.
Platicando fuera de las clases le llamó la atención que yo fuera el único que en ese momento iba con el tres cubano, tuvimos una conexión interesante y me empezó a decir muchas cosas:
-Mira, tienes que estudiar esto; tienes que aprender a leer en el tres por que lo que se está haciendo ahora en el son cubano es mucho más profesional, hay músicos que leen cualquier instrumento; tienes que aprender armonía, tienes que hacer esto y esto
Me recomendó discografía y bibliografía; me ayudó muchísimo.
A partir de entonces, siempre que venía me seguía dando información específicamente de arreglo y música latina y veía cómo cada año iba creciendo un poco más, un poco más. Se dejaron de hacer los Jazz Fest pero aproveché muchísimo a ese maestro, hasta la fecha todavía tengo contacto con él.
En ese Jazz Fest me di cuenta de todo lo que me faltaba aprender y de que si quería dedicarme al jazz, tenía que tomármelo más en serio.

Más vale mal acompañado que solo

GuitarraSeguía en la facultad con la formación clásica pero sentía que había algo que no me llenaba. Tiempo después me di cuenta de que lo que no me llenaba es que a mí me gusta compartir, y hacer un concierto de música clásica tocando solo, nunca me llamó la atención. Cuando hacíamos los conciertos de jazz latino o tocábamos con el grupo de Son Sur me gustaba subirme a tocar con más gente y estar compartiendo, incluso estar haciendo los ensayos, eso es lo que yo quería y decía bueno, si me dedico a la música clásica voy a tener una vida de solista, lo respeto mucho pero no es lo mío, no es como a mí me gusta.
Me gusta muchísimo el repertorio clásico y durante los diez años que estuve en esa formación, me llenó mucho escuchar todo tipo de música y tocar música antigua, música contemporánea, barroco, clásico, todo eso; ahora estoy empezando a retomar mucho de lo que aprendí en la escuela, pero con otro sentido y me estoy dando cuenta de que en lo que se está haciendo actualmente en el jazz, también hay esa formación, algunos de los músicos que admiro también han estado metidos en la música clásica. El primero con el que tuve esa forma de identificarme fue Bruce Saunders, un maestro que también vino al Jazz Fest. Cuando lo conocí tuvimos mucho contacto y después me enteré de que él también había estudiado guitarra clásica.

¿Con melón o con sandía?

Bruce Saunders
Bruce Saunders

Tuve un momento en el pensé que tenía que decidir por cuál camino quería seguir, siempre me costó mucho trabajo integrar los dos. La gente con la que estudié siempre hacía una separación, incluso un maestro me decía:
-Mira, si quieres verte con un smoking tocando en una sala de conciertos, está este camino; si quieres verte tocando en un bar, está el otro camino
Siempre era un poco prejuicioso, pero en mi mente no existían esos dos caminos, simplemente era una forma distinta de hacer las cosas y cuando conocí a Bruce Saunders platiqué con él mucho de esa integración porque él había dejado de estudiar clásico para dedicarse al jazz y me ayudó a entender ese proceso.
Beto Jiménez 2Yo me considero afortunado por haber entrado a la música de la forma que entré; primero como un juego, y rodeado de influencias muy cercanas: mi tío, mi papá, mi abuelo, mi hermano, de mi escuela. Viví todo eso sin tener la obligación de trabajar para cumplir con algo, que es lo que sentí después, cuando estaba en la Facultad de Música, que ahí siempre era cumplir, cumplir, cumplir. En algún momento sí pensé que viviría de tocar música clásica, pero cuando conocí a estos maestros de los seminarios, ya quería salirme de la escuela porque porque quería hacer lo mío, quería tocar lo que yo quería, componer la música que yo quería y la escuela es un poco limitante en ese sentido; te ayuda pero llega un momento en que te empieza a pesar, ya no te sientes tan libre.
Los 10 años que estuve en la Facultad de Música tuve dos vidas: la música clásica por un lado, y por otro, hacer esa búsqueda de lo que me interesaba: la música afrocaribeña y el jazz.

El efecto Xalapa

Aleph Castañeda, Beto JIménez
Aleph Castañeda, Beto JIménez

José Miguel Flores, el pianista de Orbis, hizo unos talleres de improvisación y yo entré. Éramos casi siempre los mismos los que entrábamos a todo. En ese taller aprendí mucho de armonía y escalas, no duró mucho, pero lo que aprendí ahí lo traté de poner en práctica con el tres cubano.
Después conocí a Aleph (Castañeda) que fue otra de esas piezas importantes que la vida me ha llevado a conocer. En ese momento Aleph era de los pocos contrabajistas de jazz que había en Xalapa. Yo iba a sus tocadas en el café Calli, siempre estaba ahí escuchando y tratando de entrar a las jam sessions.
Siempre quise tomar clases con Alci (Rebolledo) pero nunca pude porque no tenía dinero ni tiempo, pero cuando tocaban ellos, Alci, Humberto, Aleph, Jakub (Dedina) yo siempre estaba ahí, tratando de aprenderme las canciones, escuchando esos sonidos y, cuando se podía, participaba con ellos.
Cuando pasaban por la ciudad algunos músicos importantes también trataba de estar ahí, para mí era como un imán, me mantenía siempre atrapado. Poco a poco me fui metiendo.
También recuerdo que cuando vi tocar a Emiliano Marentes y Manuel Viterbo, que ahora son muy buenos amigos míos, me llamó mucho la atención la naturalidad con que veían la música.

RondaJazz: Roli Alarcón, Marlon Hernandez, Alci Rebolledo, Humberto León, Tello Castillo y Manuel Viterbo
RondaJazz: Roli Alarcón, Marlon Hernandez, Alci Rebolledo, Humberto León, Tello Castillo y Manuel Viterbo

Luego me invitaron a Jugosos Dividendos donde yo participaba más como side man, pero esa fue la parte que me volvió a conectar con la guitarra eléctrica porque la había dejado por dedicarme a tocar clásico. Volví a agarrar la guitarra eléctrica y rescaté mis orígenes, cuando sacaba las canciones de Santana, de hecho por eso me llamaron. Para mí siempre ha sido como tener diferentes baúles con todas las influencias que he tenido, con todo lo que he aprendido, y sacar de ahí lo que necesito en cada momento, por eso te digo que me siento afortunado, porque he aprendido de todo y en algún momento todo eso va converger en un punto.JugososDividendos-disco
He aprendido de muchas partes, no he tenido una formación lineal y no digo que sea el camino para todos, pero a mí me ha funcionado porque me ha permitido experimentar muchas cosas: diferente música, tocar con gente distinta, buscar lo que me interesa en cada momento y clavarme hasta conseguir lo que necesito y volver a darle la vuelta; eso me ha llevado a estar en algunos grupos aquí en Xalapa como Jugosos Dividendos o Son Sur que son grupos que tenían una propuesta interesante pero no han podido seguir por lo que yo llamo «El efecto Xalapa», aquí hay muchas buenas propuestas, se empiezan muchas cosas pero es muy difícil consolidarlas.

Take the Jazz Train

Édgar Dorantes
Édgar Dorantes

Cuando Édgar (Dorantes) regresó de Texas para mí fue otro momento bien importante porque estaba en el punto en que no aguantaba más y había pensado en moverme para el D.F. para continuar, ya en serio, porque me enteré que había una licenciatura en jazz, pero coincidió con que Édgar fundó el Taller de Improvisación en la Facultad de Música que al principio no contaba como materia, pero no estábamos ahí por una calificación. Para mí era un gran esfuerzo porque en la primera época, como no había espacio en la facultad, tomábamos las clases en la Tasca, de 10 de la noche, hasta que lo que durara. Yo me iba caminando desde mi casa, que estaba por Los Lagos, hasta la Tasca cargando la guitarra y el amplificador. Aprendí muchísimo, aprendí no sólo la parte de la historia, sino precisamente esa parte que para mí es tan importante: compartir con más gente. Una de las cosas que más me llamó la atención es que había una vibra general de compartir, algo que aprendes no te lo quieres quedar para ti solo, buscas compartirlo porque quieres crear una comunidad.

Alonso Blanco, Aleph Castañeda, Beto Jiménez
Alonso Blanco, Aleph Castañeda, Beto Jiménez

Cuando tuve un poquito más de confianza con Édgar, me invitaba a tocar en sus conciertos. Yo iba con mi guitarra y mi ampli y esperaba todo el concierto con la esperanza de que al final pudiera subir a tocar, por lo menos, el tema de una canción. Así hice mis pininos.
Ahora que lo veo puedo decir que realmente ese fue el principio, ahí agarré el tren y ahora estoy montado en ese tren.
Ese taller de después se integró, ya formalmente, a la currícula de la Facultad de Música; en vez de tomar Prácticas Orquestales, que era una materia de orquesta para muchos instrumentos, Édgar hizo una big band y otra vez yo estaba ahí porque quería aprender lo más que pudiera, aunque no había un maestro de guitarra de jazz.
Cuando empezamos me sentí un poco frustrado porque yo empezaba a leer cifrados y recuerdo perfectamente que en el primer ensayo Édgar no puso una partitura y marcó:
-Uno-dos-tres-cuatro
En el tercer compás yo ya estaba perdido porque no tenía idea de lo que era una partitura de big band y no tenía la habilidad de leer cifrados de esa forma, yo estaba acostumbrado llevaba mi partitura y me ponía a leer un estándar durante una semana. Me ayudó muchísimo eso a aprender a pensar rápido. Creo que en esta etapa fue una fortuna no tener un maestro porque aprendí escuchando toda la orquesta, escuchaba lo que hacían los saxofones, lo que hacían las trompetas, lo que hacían los trombones, lo que hacía el bajo, lo que hacía el piano. Cuando Édgar se quedaba dando instrucciones a alguna sección, los demás se salían pero yo me quedaba siempre, tratando de entender qué era esa música o que podía yo hacer dentro de esa orquesta.
Big BandPara mí esas fueron las mejores clases de instrumento; me iba a mi casa y me ponía a investigar qué podía hacer con mi instrumento, compraba libros, veía videos en línea, tenía contacto con Bruce Saunders; le escribía, me contestaba, le escribía a Bernardo, me contestaba, trataba de buscar información por todos lados y todo eso me ayudó muchísimo para crear mi propio camino. Coincidió también que en esa época, cuando ya estaba más establecida la Big Band de la Facultad de Música, regresó Frank Forke de Nueva Orleans, había estado estudiando allá y me enteré que se iba a quedar en Xalapa una temporada; era mi oportunidad de aprender con un maestro que iba estar aquí y podía tenerlo, por

Frank Forke
Frank Forke

lo menos, cada semana. Tomé algunas clases con él nos hicimos amigos y después el trato ya fue de amistad; por cuestiones de tiempo, dinero y otras cosas dejé de tomar clases con él pero nos seguíamos frecuentando, empecé a ir a sus tocadas, veía como tocaba y a aprendía de verlo tocar, para mí eso es muy importante y es algo que repito siempre; si quieres aprender un lenguaje, tienes que verlo de la gente que lo toca. Nunca tomé clases de manera directa con el maestro Humberto ni con Alci, pero de manera indirecta sí por que iba a sus conciertos, los veía tocar y trataba de empaparme de lo que hacían; esas fueron mis clases.
El último de los talleres que daba Édgar fue un curso de improvisación; para ese entonces yo ya estaba más suelto, ya tenía más soltura, ya tenía participación de solos en la big band, poco a poco me fui sintiendo más y en confianza con esa música pero sentía que todavía había algo que no entendía.

(CONTINUARÁ)
PRIMERA PARTE                 TECERA PARTE


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