Andrés Manuel López Obrador no mató a los estudiantes de Ayotzinapa que, desgraciada e indignantemente, fueron asesinados el 26 de septiembre pasado. Y tampoco secuestró o desapareció a los 43, de los cuales seguimos sin tener noticia.
Es más, tampoco es culpable de lo que ordenaron José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda esa misma noche. No es culpable, siquiera, de que su protegido político, Lázaro Mazón, tuviera como protegido político al hoy prófugo edil Abarca. No hay delito qué perseguir. De lo único que, en todo caso, sí podemos acusar a AMLO, es de una omisión imperdonable.
Una omisión, un silencio que borda en lo criminal no sólo en su caso, sino en el de todos aquellos y aquellas que sabían de los vínculos del matrimonio Abarca–Pineda con el crimen organizado.
Porque hay que subrayarlo: no sólo él, sino los tantos y tantas que se hicieron como que la Virgen les hablaba cuando se enteraron de los nexos de aquéllos con Guerreros Unidos. Imperdonable silencio en el caso de todos, pero más en el silencio del político que lleva por lo menos 15 años vendiéndose a sí mismo como la única pieza inmaculada del sistema político mexicano. El que ha hecho del discurso contra “la mafia”, contra “la corrupción”, contra “la deshonestidad”, su grito de guerra permanentemente electoral.
Esta omisión frente a “la mafia” del crimen organizado, frente a la “corrupción” de los suyos, lo convierte, por decir lo menos, en un político tan deshonesto como los que tanto gusta señalar. O más: porque pone de manifiesto que lo suyo ha sido, en el mejor de los casos, no honestidad, sino mera “hipocresía valiente”.
Y es que por más que él y los demás lo griten a los cuatro vientos, resulta imposible pensar que no sabían. Hoy se hacen los sorprendidos. Hoy ya todos se curan en salud, se lavan las manos y que el agua le salpique al de junto. Pero, ¿en serio no se les proporciona un historial de aquellos a quienes candidatean? ¿Pues qué clase de política realizan? ¿Así tan a bote pronto otorgan sus candidaturas? Para el caso que nos ha ocupado ya un mes, ¿jamás tuvieron indicios de la colusión que con el crimen tenían -o tienen- los Abarca?
Pero, si ahora sabemos que los tuvo la PGR cuando René Bejarano y Dolores Padierna los alertaron, también sabemos que AMLO los tuvo de la mano de Óscar Díaz Bello, cuando en aquel entonces El Peje era el abanderado del PRD a la Presidencia por segunda vez, el mismo PRD que llevó a Aguirre a la gubernatura y a Abarca a la alcaldía de Iguala. En serio, ¿nadie supo? ¿O, más bien, prefirieron hacer como que no sabían?