Trópico, para qué me diste
las manos llenas de color.
Todo lo que yo toque
se llenará de sol
Carlos Pellicer
-Yo creo que soy pintora porque es una cuestión inherente a mi, no sé, yo creo que lo traigo, lo percibo, lo siento; no encuentro otra razón.
Rodeada de esculturas y de árboles feraces, de lienzos audaces, de olas feroces, así fue la infancia de Celia Castelán, pintora que aprendió el oficio de su abuelo y de la arena, pero que no tuvo tiempo de ser artista hasta la edad adulta porque ocupó la infancia en ser niña. Hoy concibe al arte como una actividad estética, sí, pero también como una herramienta de transformación individual y social.
Hermano dame tu mano/ vamos juntos a pintar…
Yo creo que el arte debe ser considerado seriamente como un instrumento de transformación social, sobre todo en estos tiempos en que la violencia está tan al pie de la puerta. Creo que si la gente tuviera la oportunidad de acercarse al arte de manera práctica, las cosas cambiarían muchísimo porque mucho de lo que nos sucede se debe a que no tenemos noción de quiénes somos, de dónde venimos y de las grandes cosas que podemos hacer. Durante las campañas electorales para las alcaldías, un grupo de artistas fuimos visitados por algunos candidatos entre los que no estuvo el actual alcalde porque su agenda ya estaba muy saturada para entonces. Nos pidieron propuestas y dijimos que la cultura y el arte fueran considerados como una necesidad básica, como tomar agua, como tener luz eléctrica.
Nos decían que las partidas eran específicas y que las prioridades eran las necesidades básicas de los individuos y las colonias, y yo les argumentaba que también es un derecho de los individuos conocer quiénes son y de dónde vienen. La cultura y el arte nos hacen auténticos y en la medida en que el ser humano reconoce su autenticidad se siente más seguro y capaz de luchar por sus ideales, por eso deben ser tan prioritarios como un sistema de drenaje, de agua potable o infraestructura urbana.
La cultura también nos alimenta, por eso que es tan importante preservar las tradiciones y el aprecio por lo que la esencia humana puede crear. La capacidad humana de transformar las cosas a través de una obra de arte es invaluable.
Trópico, para qué me diste/ las manos llenas de color…
Me llamo Celia Castelán, nací en el puerto de Veracruz una soleada mañana de abril de 1975; a los dos años me fui a vivir a Emilio Carranza, Veracruz donde crecí al lado de mis padres y de mi familia materna. Soy hija de Miguel Castelán Ramírez, cirujano dentista, quien murió en el 2002, y de María Celia Vázquez Jácome, maestra en educación y contadora pública. Vengo de una familia de gestores sociales y de artistas.
De niña me dediqué a ser niña, jugué muchísimo, tuve la oportunidad de crecer en un pueblo precioso, andar en bicicleta, subir y bajar las calles empedradas cuando el pueblo era quien nos cuidaba y era un lugar absolutamente seguro y amoroso.
Desde muy chica me gustaba dibujar, pintar, modelar, pero no consideraba que eso fuera una opción para mi formación profesional, siempre lo vi como algo que podía hacer y que me encantaba.
Mi abuelo materno es el extinto Erasmo Vásquez Lendechy, dibujante, pintor y escultor aunque su pasión más grande fue la escultura. Desde la mitad de los años 30 hasta 1947 estuvo formándose como artista en el Distrito Federal, estudió en La Esmeralda donde fue discípulo de Diego Rivera y Frida Kahlo. Durante su estancia en la Ciudad de México vendió sus obras a personalidades como Carlos Pellicer, Carlos Orozco Romero, María Félix, Dolores del Río, etc.
Yo crecí a su lado, modelando diariamente en su taller y experimentando con plastilina, aserrín y materiales diversos, esos fueron mis juguetes.
Mi papá, como te comenté, era dentista y mi hermano mayor y yo, de niños, hacíamos joyería en cromo, cobalto y plata paladio que son los materiales que usan los dentistas; hacíamos pequeños dijes a la cera perdida que es la técnica con la que hacen las incrustaciones y las prótesis de metal.
Mi abuelo era una persona muy visitada por personalidades como el maestro Alberto de la Rosa, Luis Castillo Reichy, Roberto Jiménez; mucha gente lo visitaba y con ellos tuve la oportunidad de apreciar muchas vertientes del arte: la música, la poesía, la danza, la fotografía. Conocí y aprendí muchas cosas de sus amigos que eran grandes maestros.
En casa de mis padres siempre había tertulias con personajes muy queridos por mí, como Alfonso Morales Aguirre, un excelente poeta de mi pueblo, su poesía persiste y nos enriquece todavía cada vez que la leemos o la escuchamos en la voz de otra persona.
Mi tío Fernando Vázquez es artista plástico, practica la escultura; otro tío, Silvestre Vázquez, es poeta entonces para mí el arte siempre fue una forma de vivir.
En las tardes sutiles de otras tierras…
A los 14 años partí hacia Chapingo donde estudié el primer año de la preparatoria agrícola, Chapingo es considerada una joya cultural en México, ahí conocí y aprecié diariamente la Capilla Riveriana donde está una de las obras monumentales de Diego Rivera que se llama Tierra Fecunda, mural dedicado a la revolución agraria.
Pinto, ergo, insisto
Después me vine a Xalapa y tuve que repetir la preparatoria porque no había opción de revalidar materias por la diferencia abismal que existe entre el tipo de educación de Chapingo, que es excelente y maravillosa, y el sistema educativo veracruzano.
Estudié en el CBTIS 13 y seguí pintando, en ese tiempo acuareleaba bastante porque llevábamos un taller de acuarela, y también porque me gustaba.
Después entré a la Facultad de Odontología, estudié esa carrera porque era la profesión de mi padre, yo no sabía lo que quería, pero crecí viéndolo trabajar de dentista y pensé que yo podía hacer eso. Cuando entré a la facultad los tiempos que dedicaba a mí se hicieron muy cortos porque esa carrera es de tiempo completo, entonces los fines de semana me iba al Patio Muñoz a dibujar, hacer papel maché y muchas cosas en el taller de Luis Castillo Rechy que para ese entonces ya era, también, muy buen amigo mío.
En el 1996 comencé a trabajar en el consultorio de un odontólogo aquí, en Xalapa, y después trabajé en el consultorio de mi padre. Cuando terminé la facultad hice mi Servicio Social en la Clínica Hospital del ISSSTE, aquí en Xalapa.
Todo ese tiempo seguí dibujando y, ocasionalmente, pintando cosas pequeñas al óleo. En un momento descubrí los comales de barro que hacen en Juchique de Ferrer y sobre ellos hice una serie de paisajes y personajes diversos: vendedores de flores, cocineros, etc.
Vendía esa producción pero mi ocupación principal era la odontología.
Todo lo que vistas/ se llenará de sol
En el 2006 a mi prima hermana Dafné Suazo, que es diseñadora gráfica, y a mí se nos ocurrió hacer una línea de ropa diseñada por nosotras y pintada a mano. Se trataba de vender ropa original, de cada modelo sacábamos solamente cuatro tallas y cada vestido, por ejemplo, era de un color diferente y estaba pintado con un diseño exclusivo, entonces vendíamos piezas únicas, irrepetibles y bellas. El taller duró nada más un año porque me embaracé y tuve algunas complicaciones de salud para poder tener a mi bebé, y tuvimos que cerrar ese proyecto, pero yo seguí pintando.
Pintar es provocar el dulce instante…
En el 2010 me sentía mal y pinté un cuadro para hacer un poco de catarsis porque siempre me hace bien; alguien lo vio y me hizo un encargo, luego alguien me hizo otro encargo, y luego alguien me hizo otro encargo y así empecé a dedicar mi tiempo exclusivamente, aparte de ser mamá, a pintar.
Después alguien le mostró uno de mis cuadros a Marco Antonio Garcés Veneroso, que es el galerista del Congreso del Estado, y me dio la oportunidad de hacer mi primera exposición individual en 2011. Esa exposición se llamó Almazuela, es una serie muy bonita, muy introspectiva, muy emotiva. Ese fue mi inicio y en realidad fue como un accidente porque yo no planeaba dedicarme profesionalmente a la pintura, no sé si era por falta de confianza o porque es algo que formaba parte de mi vida, era algo solamente mío pero fue muy enriquecedor ver la reacción de la gente cuando observa la obra y se conmueve al ver la creación humana. Ha sido muy bello.
Después de eso he hecho otras exposiciones: Oniromancia, Visionaria, Deidades y varias colectivas, y el año pasado participé en la construcción del mural, diseñado por Teodoro Cano y dirigido por el maestro Gaudencio Hernández, que está en el Tribunal Superior de Justicia del Estado de Veracruz, frente a Plaza Cristal.
He trabajado la acuarela, el dibujo, el óleo, el acrílico (el pastel graso me gusta pero siento que aún no tengo el dominio suficiente), pero siempre he preferido el acrílico porque sus tiempos me permiten hacer una catarsis más rápida. Yo no puedo esperar tanto para hacer un cuadro, no puedo dejar uno pendiente y empezar otro, cuando empiezo un cuadro no me separo de él hasta que lo termino.
Ego me absolvo
En este momento está montada la exposición Contrastes en la que comparto el espacio con Blanca Vargas.
Yo participo con una serie de 11 monotipos que se llama Construyendo sueños, es como una reinterpretación de mis diferentes alter egos. Son autorretratos que no se parecen a mí porque hablan de una introspección profunda surgida de una serie de meditaciones que hice recientemente. En la serie participan algunos egocitos que son como demonios o ángeles, según sea el momento y la emoción; ellos susurran al oído de algunos personajes que, de alguna manera, también soy yo.
La exposición está en el Congreso del Estado que está ubicado en la Avenida Encanto casi esquina Lázaro Cárdenas. Ahí permanecerá todo el mes de octubre.