Sólo basta ver la cara de preocupación que muestran en estos días los cerdos y las gallinas para tomar conciencia de que se acerca la temporada de Todos Santos, con sus explosiones de sabor convertidas en tamales, en atoles y chocolates, y en toda la insondable imaginería de la panadería mexicana.

Vienen unos de los días que más se celebran en México, los que nos recuerdan que polvo somos y en polvo hemos de convertirnos. Pero para nosotros es una fiesta, porque como raza estamos hermanados con la muerte, a la que vemos como de la familia y con la que nos reímos y a la que nos comemos en forma de calaverita con todo y nuestro nombre en plena frente.

Llegan los días de muertos y con ellos se redobla la batalla entre tradición y comercialismo, entre nuestras costumbres ancestrales y la creciente propaganda que nos orilla a celebrar el Halloween y a usar disfraces de brujas y calabazas huecas, rellenas solamente de luz. Mexicanidad contra extranjerismo, arraigo contra publicidad, usos autóctonos contra costumbres implantadas a fuerza de anuncios.

A 15 días vista de la celebración, se advierte la batalla sorda que dan quienes quieren mantener nuestra esencia, frente a la lucha sonora de los mercaderes que de todo buscan obtener una ganancia; mientras mayor, mejor.

Aquí hay que hacer un alto y reconocer a los profesores mexicanos, porque gracias a ellos y a su amor por la patria y nuestras tradiciones, año con año se vuelven a poner los altares de muertos en las escuelas y en muchos otros lugares; gracias a su tenacidad se sigue cocinando la tamaliza que terminará ofrecida en las mesas familiares; gracias a su nacionalismo seguimos manteniendo la esencia de nuestra mexicanidad, si así se le puede llamar.

Ya los grandes comercios se han llenado de disfraces a modo para todos los gustos y tamaños, a fin de que los adquieran quienes prefieren acogerse a la tradición sajona, gringa, y en una de ésas mandan a sus hijos a pedir su Halloween, como le hacen los niños norteamericanos en su noche de brujas.

Pero junto a esos juguetes plásticos se ofrece también el pan de muerto, las barras de cacao, los sabores especiales del inicio de noviembre.

Tradición y comercialismo que conviven y se sincretizan; costumbres y publicidad que se entreveran para que no se pierda nuestra historia, aunque los mercaderes sigan siendo los gananciosos.

Es la época en que recordamos una vez más al gran José Guadalupe Posada y a sus calaveras encabezadas por La Catrina inmortal, muerte hecha vida sempiterna porque no se olvida y su figura se sigue repitiendo por los siglos de los siglos. Y vienen las otras calaveras, las que entonan nuestros decimeros convertidos en poetas del cementerio, en cantores de velorio, en alegres aedos de la desgracia.

Vienen los días de muertos… los cerdos y las gallinas cada vez se ven más preocupados. No les falta razón.

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