El viernes pasado Paty Ivison nos habló de su primer disco como solista, Vuelvo a Cantar; hoy nos habla de su formación como violonchelista y como cantante.
Porque cantando se alegran/ cellito lindo/ los corazones
Soy Paty Ivison, nací en la Ciudad de México en 1978. Crecí con un papá al que le gustaba tocar la guitarra y cantar. Nadie de mi familia se dedica profesionalmente a la música, yo fui la única ovejita negra. Desde niña me gustó cantar; cantaba con mi papá, estuve en el coro de la iglesia, en la escuela siempre cantaba; cantaba por aquí y por allá.
Cuando mi hermano (que es dos años mayor que yo) entró a la secundaria, se metió a una orquesta juvenil y yo, de estarlo viendo y estarlo viendo, dije yo también quiero hacer eso y me metí a la música. Por azares del destino fui a dar al violonchelo, del que me enamoré perdidamente y a los 13 años ya sabía qué quería estudiar: quería ser músico. A los 15 entré a la Escuela Nacional de Música de la UNAM, luego se vino la huelga del 99 y yo ya no quería estar en México porque en ese entonces las cosas no andaban muy bien; había mucha violencia, había mucha contaminación, había muchas cosas y además, por cuestiones personales, yo quería estar cerca del mar, quería estar en un lugar cultural y, felizmente, vine a parar a Xalapa.
Llegué en el 99 y me empezó a ir bien, en el 2000 entré a la Orquesta Sinfónica Juvenil, eso me ayudó mucho porque yo me mantenía, yo pagaba mis estudios, pagaba todo porque mi familia no estaba en condiciones. Me acababa de divorciar de mi primer matrimonio, estaba bien chavita.
Estaba empezando la licenciatura, me eché el ciclo previo en la UNAM y el primer semestre de licenciatura, y aquí entré directo a carrera. Estudié con la maestra Anna Maklakiewicz, terminé la carrera, me titulé y después tomé cursos de perfeccionamiento con el maestro David Nassidze.
Tengo ganas de probar mis alas…
En el 2003 tuve una depresión muy, muy, muy fuerte, incluso estuve medicada varios meses; también estuve en terapia y parte de mi proceso de recuperación fue cantar. En ese entonces sonaba mucho el grupo de Jugosos Dividendos, yo tenía un muy buen amigo que estaba ahí, Gilberto Anell, que siempre me decía:
-Tienes que cantar, yo quiero que entres
En el 2004, cuando ya me estaba recuperando, cuando pasó la crisis y todo, presentaron el primer disco; eso fue en octubre y para noviembre se salió una de las cantantes, Gaby Cruz, y entonces entré yo que ya llevaba meses trabajando con Gilberto y con Rafa Campos, también en un proyecto mío, porque quería hacer algo con ellos.
Entré a Jugosos y ahí conocí a las que yo considero que son mis madrinas y mi primera escuela de canto popular: Messe Merari y Lizarely Servín. Me divertí y aprendí mucho con ellas; fue muy bonito porque Messe me dio el primer empujón para que se me quitara el miedo porque yo siempre había cantado, pero no es lo mismo cantar en la regadera y en tu casa (risas), que en un escenario y en un grupo tan grande y tan diverso que me aportó mucho, yo adoro mis años de Jugosos porque aparte de que aprendí mucho de música, mucho de muchas cosas, me ayudó mucho en procesos personales y en procesos de reconciliación, incluso, con música clásica. Yo estaba terminando la carrera y todo ese rigor académico que ya me tenía abrumada se ventiló un poquito y se relajó con toda esa manera creativa de tú haces, tú propones, y todo este enorme taller y laboratorio que fue Jugosos.
Me titulé en 2005 y seguí en Jugosos, aprendiendo mucho, y cuando nos metimos a grabar el segundo disco, ya no estaban Messe ni Liza y sentía una responsabilidad fuerte.
Como quería hacer eso y bien, en el 2008 comencé a estudiar canto con el maestro Armando Mora y fue increíble; fue una experiencia padrísima mi primer curso con él, pues me topé con una Paty, una parte de mí misma que no conocía…con la Paty cantante. Fue muy fuerte, fue como epifánico, no sé cómo decirlo, en ese primer curso que tomé entré en toda una crisis de decir ¡Changos!, llevo toda una vida de ser chelista y en realidad yo soy cantante, esa es mi naturaleza; tenía muchas más facilidades, entendía, asimilaba más rápido y me fue más fácil llevar un proceso en canto, más respetuoso conmigo y de más disfrute.
Eso fue en 2008 y me dije, me doy cuatro años para prepárame bien, bien y si en cuatro años no logro hacer el cambio y vivir del canto, pues ya, sigo cantando como hoby y le meto duro al cello porque dicen que el que a dos amos sirve, con alguno queda mal. En esa época mi hijo estaba chiquito, entonces tenía que hacer malabares con el tiempo; el estudio del cello, la orquesta, el estudio del canto, los proyectos, los grupos, el hijo, bueno, siempre he sido inquieta (risas). Y a los cuatro años tuve la enorme fortuna de poder elegir entre quedarme en la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG) como violonchelista o entrar al coro de la UV, ya que gané ambos lugares con audición…y la elección fue obvia: el Coro de la UV. Así me cumplí mi promesa de vivir del canto y además he aprendido mucho. Soy una persona sumamente afortunada.
Un año después de la presentación del disco de Jugosos Dividendos sentí que era el momento de cerrar ese ciclo; a Jugosos le debo mi vocación de cantante y quise cerrarlo con toda la actitud, cerrarlo sano y empezar mi propio proyecto con un perfil más apropiado al mío en todos sentidos, no nada más el musical, sino en la manera de trabajar, en la constancia. Hice un primer intento con un espectáculo muy bonito que se llamó En-canto con la Muerte, que trata de canciones y poemas relacionados con la muerte (física, existencial, amorosa, chusca, grave). La primera vez lo presenté con Aleph Castañeda, Marco Hoyo, Tonatiuh Bazán y Javi Cabrera, después se salió Marco y en su lugar se quedó Beto Jiménez, con quien había empezado a trabajar. Beto y Aleph hicieron arreglos maravillosos. Ese espectáculo lo he hecho en varios años en algunos lugares en Coatepec, en Veracruz, y en el Instituto Superior de Música presentamos un fragmento en el 2010.
Las cosas maravillosas/ y tan hermosas que cantas tú
En noviembre de 2012 di un recital y me escuchó el maestro Rubén Flores, que es director y arreglista, es uno de los genios locales. Después de escucharme me dijo:
-Oye, me gustó mucho, quiero hacer algo contigo, vamos a planearlo.
Pasaron los meses y yo pensé que ya no se haría nada, pero me contactó en el verano del año pasado y me dijo que quería hacer un programa de Cri-Crí, pero que fuera un cuento.
Me pareció maravilloso porque a mí me encanta Cri-Crí. Aunque el maestro Flores conocía bien mi perfil, le dije:
-Tienes que saber que yo no soy actriz, si quieres que narre, va a ser de manera intuitiva.
-No te preocupes, te va a salir muy bien.
Empezamos a trabajar y le empezamos a meter durísimo; trabajamos mucho entre diciembre, enero y febrero.
Él hizo la historia, está padrísima porque está basada en datos biográficos de Francisco Gabilondo Soler, pero también en personajes de cuentos y de sus canciones. Es la historia del grillito cantor que sale de Orizaba y se va a la gran ciudad para aprender música y vivir como compositor; entonces se mezcla la realidad con la fantasía y hay un personaje central que sí fue muy importante, tanto en su vida real como el en el cuento, que es la abuela, de hecho le dedicó varias canciones.
Estuvo muy padre porque fue narrar, actuar un poquito y cantar. La verdad me divertí como enana y aprendí mucho con ese cuento sinfónico, además de que pudo salir la niñota que traigo dentro y muchas de las cosas que me encanta hacer desde niña como imitar voces o acentos, además de que salió algo que hago mucho con mi hijo: contar cuentos con inflexiones de voz. El espectáculo se llamó Andanzas de Cri-Crí: un cuento sinfónico y se presentó con la Orquesta Sinfónica de Xalapa en la Sala Tlacná, si mal no recuerdo, el 28 febrero y el 1 marzo, no me acuerdo si fueron dos o tres fechas, pero fue a finales de febrero, y lo repetimos en mayo.
Qué bonita piedrecita/ para echarme un RagaSon
Hace dos años me habló Aleph y me dijo:
-Oye, manita, hay un proyecto padrísimo que es una fusión de raga hindú con son jarocho. Toca Paul Livingstone, Ramón Gutiérrez, Nathalie Ramírez.
O sea, puro monstruito, y yo dije:
-No, pues si doy el ancho, sí le entro.
-Yo sé que das el ancho, es tu perfil, es lo que a ti te gusta; nada más hay que aprenderse nuevos ritmos, nuevas cuentas, nuevas métricas, pero todo está escrito
Hubo una química súper bonita con todos los que integraron el primer proyecto, que fueron: Luis Miguel Costero y Abhijit Banerjee en la tabla hindú, Paul en el citar, Ramón en el requinto jarocho y la cantada, y Nathalie Ramírez en el bansuri o flauta india. El siguiente año hicimos dos conciertos, uno fue en Tierra Luna y otro en la Rueca de Gandhi, esa vez también estuvieron Djahel Vinaver y Annahí Hernández en la danza, y ya no estuvo Abhijit.
Uno de estos conciertos se grabó y también grabamos un live, que son los videos que andan circulando en la red.
Aparte de concretar este proyecto, Paul Livingstone tiene la idea de hacer un Áshram musical en la Ciudad de México; es un proyecto padrísimo y súper ambicioso y Paul está tratando de juntar recursos para poder comprar una casa que está en Chimalistac para que ahí sea el Áshram.
Este año nos juntamos para un festival que se llamaba Gharana Mexicana -o Familia Mexicana- y fue muy padre porque pudimos escuchar músicos y grupos muy buenos, proyectos y propuestas de música del mundo padrísima, rock, percusión, y música árabe, hindú, de todo tipo. Nosotros nos presentamos con RagaSon y aparte hubo una colaboración con Rubén Albarrán que me sorprendió, es un músico que respeto mucho, pero me sorprendió porque canta muy bien lo hindú. Fue una muy bonita experiencia
Siempre que hacemos RagaSon es muy intenso porque es mucha música, con lenguajes muy diferentes, en muy poco tiempo. Para mí ha sido aprender muchísimo, tanto de son, que ahí Ramón ha sido un súper maestro, de quien he aprendido cómo se hacen los bajos, la armonía es lo de menos, el problema es cómo bajeo. También he tenido que adaptarme a la música hindú; sí, está escrito casi todo, pero muchas cosas las hacemos de memoria. Ahí me toca ser como el colchón armónico, básicamente. He aprendido un montón, ha sido bien bonito.
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En 2010 empezó a trabajar con Alberto Jiménez e inició todo el proceso del que hablamos el viernes, que culminó con la grabación del disco Vuelvo a Cantar integrado, casi en su totalidad, por piezas de compositores veracruzanos arregladas por Alberto Jiménez y Julio Morales.
El sábado pasado (6 de septiembre), presentó el material del álbum en una cena concierto en la que estuvo acompañada por un ensamble formado por Alberto Jiménez en las guitarras, Aleph Castañeda en el bajo, Tonatiuh Bazán en el violín, Julio Morales en el piano, Gerardo García en la percusión, Amir Issac en la batería y ella, además de cantar, tocó el cello en algunas piezas.
Siempre he estado en desacuerdo con esas entrevistas que hacen a los atletas al terminar una competencia o a los futbolistas inmediatamente después de un partido, me parece el momento menos apropiado por el desgaste físico y la carga de adrenalina que tienen, no obstante, al finalizar el concierto fui a saludarla y le pregunté si quería decir algo para cerrar este reportaje:
-¿Qué te puedo decir? Estoy muy emocionada y en muchos momentos tuve que contener las ganas de llorar