“Trabajar con él [con Sonny Rollins]
es como ver a Picasso pintar o
a Thomas Wolfe escribir”
Jim Hall
Como el último espécimen de una raza extinta, como un postrer ejemplar atrapado en el viento, sitiado por el cielo y el agua, por los ruidos de Brooklin y las luces de Manhattan, así debió parecer Sonny Rollins en cualquier madrugada del puente Williamsburg.
Los fieles y los infieles
Una mujer, cuyo nombre ignoro, emigró de las Islas Vírgenes a los Estados Unidos; ignoro cuántos hijos tuvo, sé que al menos tuvo dos: uno mayor, cuyo nombre ignoro, que tocaba el violín y otro que desde pequeño comenzó a tocar el piano. Sé su nombre, se llama Theodore Walter Rollins; ignoro por qué se le conoce como Sonny. Sé que está a punto de cumplir 84 años, pues nació el 7 de septiembre de 1930, en Nueva York.
De adolescente pasó del piano al saxofón alto y finalmente llegó al tenor y con él empezó a frecuentar los círculos de los boppers. A los 18 años participó en sus primeras grabaciones bajo los liderazgos de Babs Gonzales y J.J. Johnson, con quien grabó por primera vez una pieza suya: Audubon. Ese mismo año (1949) Bud Powel lo invitó a formar parte de su quinteto, al lado de Fats Navarro; en esa agrupación compuso un par de piezas: Bouncing With Bud y Dance Of The Infidels.
En 1951 comenzó a grabar con Miles Davis y hacia finales del año, bajo su propio liderazgo.
Tierra de gigantes
En 1954 ya se perfilaba como estrella; había grabado con The Modern Jazz Quartet, Thelonius Monk, Art Farmer y Charlie Parker. En el quinteto de Miles, al lado de Horace Silver, Percy Heath y Kenny Clarke, grabó el LP Bags’ Groove, en el que se incluyeron tres temas suyos que pronto se convirtieron en estándares de jazz: Airegin, Oleo y Doxi.
Charlie Parker ejercía una influencia deslumbrante entre muchos músicos de esa generación que seguían su ejemplo, no solo musical, sino personal; ignoro si realmente pensaban que la heroína determinaba el talento de Bird o era un simple pretexto para la adicción. Parker solía dar consejos que él nunca seguía; recomendó a Sonny alejarse de todo aquello que estorbara a su música y tratara de mantenerse “limpio”. El saxofonista decidió hacer una pausa para reordenar su vida. Se fue a Chicago a vivir una vida sencilla en el anonimato. Trabajó fregando pisos, limpiando baños y cargando y descargando camiones.
Un año más tarde, Max Roach lo invitó a formar parte del quinteto que colideraba con Clifford Brown. Ahí permaneció año y medio. Tras la muerte de Clifford declaró: “tuvo una profunda influencia sobre mi vida personal. Me demostró que era posible llevar una buena y limpia existencia y, al mismo tiempo, ser un buen músico de jazz.”
En 1956 grabó uno de los discos más importantes de su carrera, Saxofon Colosus (con Tommy Flanagan, Doug Watkins y Max Roach), en el que aparece otra de sus piezas de culto, St. Thomas.
El milagro de los peces y las aves
Era famoso, el público y la crítica tenían los ojos fijos en él, los saxofonistas jóvenes buscaban imitarlo y superarlo, tenía problemas de personalidad que le impedían mantener a sus formaciones por mucho tiempo. Todos estos elementos lo llevaron a un segundo retiro:
“Abandoné por diversas razones. A pesar de lo que se escribía de mí, no estoy seguro de que estuviera tocando lo mejor que sé. Tenía cantidad de malos hábitos y debía erradicarlos. Ahora ya no bebo ni fumo. Sé que esto parece extremo, pero cuando se toca el saxofón es importante la condición física y, especialmente, la respiración.”
Poco tiempo después se casó por segunda vez y se instaló con su esposa en un pequeño departamento del sureste de Manhattan. Vivía, de una forma muy austera, de los derechos de autor de sus composiciones y de las regalías de sus discos. Leía mucho, hacía yoga y se perfeccionaba en el dominio de su instrumento. Las constantes quejas de sus vecinos lo obligaron a buscar un estudio para ensayar y lo encontró en el puente Williamsburg, que une Brooklin con Manhattan, al que acudía todas las noches con su instrumento. Ahí se generó una postal romántica que se convirtió en una leyenda, la de un saxofonista tocando sobre los barcos y bajo las estrellas. Más tarde se le unió Steve Lacy, saxofonista soprano:
“Monk nos presentó en el Five Sport cuando trabajaban juntos. Nos hicimos muy amigos desde entonces. El puente tiene dos niveles: uno para peatones y otro para coches. Es muy duro conseguir sonar ahí, con el viento azotando. Si logras tocar bien, luego es la cosa más sencilla del mundo hacerlo en un club. Practicábamos sobre todo digitación, entonación, escalas, intervalos. Nunca he visto a nadie que ame el saxo tenor tanto como Sonny. Conoce todo sobre él.”
Harto ya de estar harto, ya me cansé
Volvió en 1962 con el disco The Bridge al que siguió una larga lista de grabaciones, presentaciones, agrupaciones, composiciones hasta 1969 cuando, cansado de la vida de los clubes y de la agitación del medio, decidió retirarse nuevamente. Tuvo largas estancias en Japón y en la India, dedicado a la meditación y al crecimiento interior. Esta vez sí se veía dispuesto a dejar el instrumento, pasó más de dos años sin tocarlo. Cuando parecía que no volvería más, reapareció con Next Album, en 1972. Desde entonces ha continuado su peregrinar por un mundo que a veces parece incomodarle pero que ama tan profundamente que no puede sino recorrerlo para extraer y repartir toda la música que hay en él.
Jazzbecedario │ Letra R: Rollins, Sonny
https://www.youtube.com/watch?v=MFkaQjcquOU
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