El titular de la Sedarpa, Manuel Martínez de Leo, hace mucho que nada de muertito. Escondido detrás de nebulosos comunicados de prensa, escasos e impredecibles, el agrónomo disfruta sus quincenas sin que le quite el sueño la crisis agropecuaria que vive Veracruz.

Con reiterar que nuestro estado se ubica en la parte alta del medallero en producción ganadera, de piña, cítricos, maíz, café y, si nos descuidamos, hasta de caña de azúcar, Martínez de Leo ha logrado el aplauso de quien gobierna y, por añadidura, su permanencia en una dependencia que a todos tiene molestos: a los productores agrícolas, a los burócratas de oficina y de campo y a los funcionarios federales encargados de apoyar e impulsar la producción agropecuaria del país.

¿Por qué no se ha detectado en las altas esferas del gobierno estatal la absoluta ineficiencia y cinismo de quien tiene a su cargo una de las dependencias indispensables para generar riqueza en la entidad?

Es cierto que en estados flagelados por el desierto y las sequías, la agricultura y la ganadería pasen más como una forma de aprovechamiento de grandes extensiones de suelos que en fuente de importantes divisas, pero en Veracruz se vive y se sobrevive de la producción en el campo, de lo que la tierra nos brinda.

Pues, no. Don Manuel Martínez de Leo se apoltrona en su oficina, prende el aire acondicionado si hace calor, pide café y llama a sus colaboradores para jugar al juego de los cuentos chinos. Y, aunque debe ser muy reconocido por su jefe, el cómodo funcionario enfrenta serios señalamientos de diversos frentes.

No habrá apoyo para proyectos en 2014

Marco Antonio Torres Hernández, delegado de la Sagarpa, la dependencia federal dedicada a promover la productividad en el campo, ha puesto en perspectiva una grave omisión por parte del secretario de Desarrollo Agropecuario, Rural y Pesca: mantener cerradas las ventanillas de su dependencia, una frase que significa que sus funcionarios no recibirán proyectos de productores veracruzanos que buscan financiamiento público.

Gracias a esta decisión, Veracruz podría perder 600 millones de pesos de recursos federales que no serán ejercidos por los agricultores y ganaderos veracruzanos para fortalecer sus unidades productivas, simplemente porque el Gobierno del Estado no ha querido participar con la parte que le corresponde, no ha convocado a sesión para definir el destino de los recursos, no ha abierto la ventanilla para el ingreso de proyectos de financiamiento y, por tanto, deberá regresar esos preciados recursos al gobierno federal.

Alguien debiera salir para explicar las razones de esta negligencia, porque en el campo veracruzano cada año se presentan proyectos y, quienes no obtienen respuesta positiva, insisten en los siguientes años para lograr tan importante apoyo. En 2014, sin embargo, ni siquiera podrán someter sus propuestas a la consideración de los funcionarios porque les han cerrado la puerta en la nariz.

Mientras eso señalaba el delegado de Sagarpa, las oficinas de la dependencia estatal eran tomadas por el personal sindicalizado, luego del prolongado silencio de la dependencia para responder a sus necesidades en materia de seguridad y mejores condiciones de trabajo, principalmente entre el personal de inspección que presta sus servicios a orilla de caminos y carreteras.

No han sido los únicos que han afectado la vialidad de la avenida Américas, donde se ubica el edificio que semeja un vagón de tren; cotidianamente, grupos de productores agropecuarios se movilizan hasta esas oficinas para exigir ministraciones de proyectos autorizados, respuestas puntuales a sus demandas, apoyos técnicos y asesorías.

La impresión que da es que las autoridades estatales han cambiado la visión sobre la principal vocación de Veracruz y han decidido que no es precisamente la agropecuaria, pese a que periódicamente se señala en comunicados oficiales que somos líderes en diversos ramos de la producción rural.

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