Renato Domínguez continúa con su relato:
En los siete mares su nombre escribió…
Casi todos los del grupo Amigo éramos chavales, a excepción del baterista y el cantante, que eran mayores, y en los toquines alternábamos con grupos ya grandes que sonaban muy bien. Los grupos del estado de Veracruz de esa época tocaban muy bien, recuerdo la Agrupación Monte Cristo, Amistad Latina, y varios más. Un día alternamos con Los Piratas del Trópico, un grupo que hasta la fecha es muy querido en las congregaciones y los pueblos de todo el estado; ellos ya viajaban en su camioneta y tenían equipo muy bueno. Cuando alternamos con ellos yo iba en la batería y ya dominaba ese lenguaje musical, lo tocaba muy bien. Les gustó cómo tocaba, me pidieron mis datos y fueron a buscarme a Banderilla.
Eran de Las Minas, pero ya radicaban en Xalapa. Tenían look de músico: eran fortachones, bien parecidos y usaban el pelo largo; recuerdo que cuando llegaron se los presenté a mi mamá y le dije: “mamá, ellos tienen un grupo muy bueno y me vinieron a invitar a tocar con ellos”. Mi mamá los vio y me dijo: “no, no, no vas a ningún lado, han de ser unos marihuanos y unos borrachos, y nomás te vas a convertir en lo mismo que ellos, así que no vas”. Y le dije, “claro que sí voy a ir”.
Ellos tocaban todos los días en Xalapa, en un burdel que se llamaba el Bar Latino´s, que estaba en Circunvalación, yo creo que llegaste a ir alguna vez (risas de ambos que más de un lector compartirá). El problema era cómo regresarme en la madrugada, yo tenía como 12 o 13 años; hablaron con mi mamá y le dijeron que irían por mí y me llevarían de regreso.
Era un grupo con más nombre, más preparado, con más tocadas, así que hablé con mis primos y me fui con ellos.
Ahí el ambiente ya era más pesado porque había “variedad”, mucho humo de cigarro y muchos borrachos, pero yo estaba ahí por la música. Recuerdo que entraba al lugar y trataba de respirar lo menos posible porque me molestaba mucho el humo del cigarro.
A la hora del descanso me salía para respirar un poco y porque se me hacía brusco el ambiente y, en realidad, no me interesaba si las mujeres se encueraban o no se encueraban, yo iba a tocar.
Estuve ahí como unos seis meses, trabajando todos los días, de lunes a domingo; lógicamente ya me ganaba mi dinerito, empezaba a comprarme mis cosas y le llevaba un poco más a mi mamá.
Luego pude comprarme un tecladito, y varios amigos que se dedicaban a tocar teclados iban a verme para que les sacara las canciones, y yo las sacaba igualitas a como estaban en el disco.
Además de tocar en el bar, anduvimos haciendo tocadas por varios lugares cercanos, y alternamos con varios grupos que ya habían grabado y cuyas canciones yo ya había tocado. En una de esas tocadas nos encontramos con un grupo que ya sonaba en la radio; tenían diez grabaciones, tenían un equipo gigante, viajaban en su propio autobús, en fin, un grupo ya grande. Yo ya los había escuchado y me gustaban mucho sus canciones, era un grupo de Piedras Negras que se llamaba Los Konyk. Todos los grupos de esa época tenían un sobrenombre, ellos eran El Torrente del Trópico; también de Piedras Negras eran los Junior’s Klan, La Maravilla Musical de México.
En esa época había muchos grupos y todos tocaban bien; era música tropical, pero muy bien hecha porque la hacían con amor. La mayoría de esa gente tenía trabajos pesados, y hacía música sin pensar en el dinero, no había otra pretensión que hacer bien las cosas. El contexto social en que se hacía quizá era criticado y ahí es donde empiezan los prejuicios: que si cumbia, que si jazz, que si rock, que si blablablá, que si esta vale más que la otra, pero cuando yo estuve metido en la cumbia, para mí la cumbia no era una música menos importante que cualquier otra, ni siquiera tenía percepción de eso.
Se oye un ritmo de cumbia, en la orilla de la playa…
Como te comenté antes, yo siempre me la pasaba escuchando música, conocía a todos los grupos de esa época y me los fusilaba a todos, sabía cómo tocaba cada baterista y me sabía todas las canciones, haz de cuenta que dentro de mi morralito yo tenía un arsenal de posibilidades dentro de ese género musical.
Cuando alternamos con ese grupo, al terminar la tocada dos de sus músicos fueron a verme y me propusieron tocar con ellos; era un grupo que yo admiraba y acepté. Me citaron para el sábado siguiente en el Salón de Cristal, de Villa del Mar. En esa época había lugares en los que todos los músicos de ese género querían tocar, por ejemplo, tocar en El Palacio de la Chunchaca era un sueño; para cualquier grupito decir “vamos a tocar en el Salón Bazar”, era como decir guauuu, vamos a tocar al Festival de Jazz de Montreal, o en Viña del Mar o no sé, era como jugar en el Azteca para un equipito de pueblo; entonces, cuando me dijeron “vamos a estar en Villa del Mar, ve y ahí platicamos”, fue lo máximo. El otro problema era cómo llegar, porque tenía que salir muy temprano a Veracruz para llegar a tiempo, pero un amigo que le ayudaba a Los Piratas con los instrumentos se ofreció a acompañarme. Él trabajaba de velador en una pollería y me fui a quedar ahí, no dormí nada, sólo estábamos esperando a que amaneciera para tomar el primer camión hacia Veracruz, y así le hicimos. Llegamos a Villa del Mar, saludé al grupo y lo primero que me dijeron fue “vente”, me treparon a la batería y me dijeron, “a ver, toca algo de lo que tocaste ese día con Los Piratas del Trópico”, pero no era algo que yo tuviera estudiado, yo tocaba espontáneamente, como en el jazz; después me preguntaron por varias canciones de su repertorio y todas me las sabía, y me quedé con ellos. Empecé a viajar; tomaba un camión de Banderilla a CAXA, de ahí a Veracruz, y en Veracruz tomaba un camión ordinario a Piedras Negras. Ensayábamos miércoles y jueves, tocábamos viernes, sábado y domingo, y regresaba el lunes. Ya para ese entonces a mi mamá le había caído el veinte y me aceptaba porque se daba cuenta de que jamás, ni por error, iba a tomar licor, ni a fumar, ni nada, y hasta la fecha no lo hago porque –como te dije hace rato- tengo claro que mi pasión es por la música, ¿qué hay alrededor de ella?, pues muchas cosas, pero tengo claro que yo decido qué agarro de eso y qué no agarro.
Empecé a tocar con ellos y a los dos meses nos fuimos a México a grabar, fue mi primer disco. Cuando entré con este grupo me empezaron a decir Micro, porque en esa época estaba de moda un grupo que se llamaba Micro Chips, que era de puro chaval. Viajábamos de aquí para allá y alternábamos con otros grupos que también me empezaban a llamar Micro.
Con este grupo me tocó la experiencia de tocar en varios carnavales en los que había música tropical y salsa. Alternábamos con Los Flamers, los Junior’s Klan, los Vásquez, pero además estaba Oscar de León, la Ponceña, Celia Cruz, Willie Colón, Eddie Santiago. Ahí conocí la salsa.
Recuerdo que una vez alternamos con Eddie Santiago y, cuando terminamos la tanda, se me acercó uno de sus músicos, puertorriqueño, y me dijo:
-Oye chico, ¿qué música es esta que ustedes tocan?
-Es música de nuestro estado, le llaman chunchaca
-Oh, es una música muy bien hecha, yo no la había escuchado pero está muy bien hecha, suena muy bien. -Y se me quedó muy grabado.
Estuve ahí como año y medio, grabé dos discos y anduve para arriba y para abajo hasta que alternamos con otro grupo de Banderilla, La Manzana de Cristal, de los hermanos Oliva, y me invitaron a unirme a ellos.
Saborcito de manzana
Ellos también tenían grabaciones, también era un grupo que estaba funcionando y me gustaba cómo tocaban, así que dije “ok, un grupo que funciona, que toca bien y que, además, está a la vuelta de mi casa”. Le di las gracias a Los Konyk y empecé a tocar con La Manzana de Cristal. Era un grupo que sonaba muy bien, tocábamos música original y otros géneros que estaban de moda en ese momento, como Alejandra Guzmán, y cosas así.
Había dos chavales: el de la guitarra, hijo de la cantante, y el bajista, Marcelo, los dos eran muy jóvenes y andaban en la búsqueda de cosas nuevas, recuerdo que el guitarrista llegaba y me decía, “mira esto, de tal guitarrista” y yo pues cuál, yo me había formado como a la brava, en base a experiencias; y el bajista me decía, “mira, yo ando escuchando a John Patitucci y a Jaco Pastorius”, y yo ni siquiera sabía que existiera eso. Una vez, el guitarrista me dijo “mira, hay un lugar en que yo compro mis casetes y mis playeras, ahí de repente llegan videos instruccionales”. Ese lugar era Tavos, la tienda de rock.
El primer video que compré fue de Deen Castronovo, un baterista de Heavy Metal que tocaba con doble pedal. Conseguí otro de un baterista que se llama Gregg Bissonette, que tocaba progresivo pero estaba vinculado con otros géneros musicales.
Para ese entonces ya ganaba un poquito de dinero y me compraba mis cosas; me compré una litera, una tele, una video, y empecé a ver la posibilidad de comprarme mi instrumento, pero como aún no podía entrar a una tienda y comprarme una batería, primero me compré un bombo; en otra ocasión entré a otra tienda y había un tum negro marca Tama, grandísimo, de 18 pulgadas. En otra ocasión encontré otro tambor Tama, de 12 pulgadas; después me compré una base de tarola, y entonces ya quería un tambor más pequeño y una tarola, y me fui con un carpintero, le llevé la muestra y le expliqué que quería un tambor de 10 pulgadas, y como yo decidía de qué medidas la quería, le pedí una tarola enorme, anchisísima, como de 14 por 12 pulgadas, era una tarola súper sensitiva.
Los videos estaban en inglés y yo cuál inglés, yo veía que hablaba y hablaba y no entendía nada, pero a la hora que tocaba, veía qué estaba haciendo en la mano derecha, qué estaba haciendo en la mano izquierda, qué hacía en los pies, y empecé a fajarme como loco para sacar todos esos ritmos, ¿cómo se llaman?, yo no sé, pero empecé a tocarlos. Ese fue el siguiente paso; en la música tropical me movía como pez en el agua, pero tocaba por intuición; con estos videos descubrí que existen otras posibilidades y que hay otras músicas.
Con la Manzana de Cristal empezamos a hacer programas de televisión nacionales y a salir del estado; íbamos a México, Puebla, Tlaxcala, Oaxaca, Tabasco, Campeche. El campo de trabajo ya era más amplio, andábamos por todo el sureste.
Qué chula es Puebla, qué linda, qué linda…
En Puebla alternamos varias veces con un grupo de allá, el grupo Bravo. Ellos pertenecían a otra clase social, eran gente de dinero, se habían preparado y tocaban en las fiestas de la alta sociedad poblana, pero querían entrar a la música tropical y cuando alternaban con nosotros, veían que a nosotros la cumbia nos sonaba como si escucharan a John Coltrane con su grupo.
Me invitaron a unirme a ellos y me ofrecieron el doble de lo que ganaba acá. También era un buen grupo y me fui a Puebla a tocar con ellos. Yo tenía 14 años.
En Xalapa, en la calle Revolución, había una tienda que se llamaba Musicosas, don Gabriel se llamaba el dueño. Un día llegaron tres baterías Ludwig: una roja, una plateada y una azul, eran como brillositas, como la máscara del Santo. Yo quería la roja; vendí mi batería hechiza y junté otro dinero, y cuando fui a comprarla, ya habían vendido las tres, en pagos. Dos o tres meses después, justo antes de irme a Puebla, pasé a la tienda y don Gabriel me dijo que le había vendido la batería roja a un grupo de Banderilla, pero no se la habían pagado y la iba a recoger, que pasara al otro día. Le dije a uno de mis primos que me diera el raite, tenía un bochito, le quitamos los asientos y ahí la metimos. Esa batería fue mi amor, esa batería se dio cuenta del desarrollo de mi proceso, porque estuve muchisísimas horas con ella.
Con el grupo Bravo, además de música tropical, tenía que tocar swing, en su repertorio había música de Glenn Miller y Ray Conniff; y también había danzones, y música de Maná, que estaba de moda. Además de eso, hacían imitaciones de Nelson Ned, Juan Gabriel, Vicente Fernández, Amanda Miguel, era un grupo súper versátil, y con mucha disciplina. Yo nunca había tocado esas cosas, pero siempre he tenido una actitud positiva ante la música, porque es lo que quiero hacer y tengo un lema: si no lo sé, lo aprendo y ya.
Drum-e, negrito
Un día, Alejandro, el vocalista del grupo, me presentó con un baterista que se llama Betito. Él andaba en el jazz eléctrico: Chick Corea, Dave Weckl, Michel Camilo y esos músicos.
La primera vez que vi a Dave Weckl, dije: “guau, ¿eso existe en realidad?”, era algo increíble, diferente a todo lo que había visto. Entonces empecé a fajarme como loco, pasaba unos días en Puebla y al terminar la tocada, me iba a la Central de Autobuses, viajaba en la madrugada y llegaba a Banderilla antes de las siete de la mañana y lo que menos quería hacer después de ese desvelo, era dormir. Era como un gusanito, unas ganas increíbles de llegar y sentarme en mi batería; llegaba, acomodaba mis platillos, mi tarola y empezaba a tocar como loco. La casita en la que vivíamos era una sola pieza grande, y ahí estaba todo, una esquinita era la cocina, otra esquinita era la recámara, y otra, la sala. Mi litera y mi batería estaban pegaditas, y ahí estaba mi televisión y la videocasetera VHS. Yo empezaba a estudiar a las siete de la mañana, y eran las once de la noche y yo seguía trepado en mi batería. Estudiaba como 16 horas diarias, entonces ya te imaginarás cómo tenía a mis hermanas, a mi mamá y a mis vecinos. A la hora de comer agarraba el plato, lo ponía junto al tum de piso, y comía con una mano y con la otra tocaba; así eran desayuno, comida y cena, y cuando llegaba la hora de las novelas, mi mamá y mis hermanas me decían, “ya cállate, por favor, ya estuviste ahí mucho tiempo”, y la vecina, como a las once de la noche, “Renato, por favor ya cállate que mi mamá está un poco enferma y ya estuviste todo el día”. En ese lapso yo era mi propio maestro, yo mismo me auto flagelaba, me tonteaba, me daba ánimos, me pegaba baquetazos en las piernas cuando las cosas no me salían bien. Cuando me entraba la desesperación, me levantaba y me iba al monte a caminar un poco, a tomar aire cinco minutos, y regresaba y me fajaba como loco. Ese proceso duró como ocho meses.
(Continuará)
https://www.youtube.com/watch?v=Ys77YvSVl4E
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