En esta entrega, Óscar Stagnaro nos narra su llegada a los Estados Unidos, su ingreso al grupo de Paquito D’Rivera, y su participación en proyectos educativos en Berklee School of Music y en varias instituciones más.
Loco de contento, con su cargamento…
En Estados Unidos la cosa comenzó a tomar más color porque me di cuenta de que realmente no sabía nada, allá es la cosa de verdad.
Cuando llegué a Boston empecé a tocar con gente de todos los países, para poder sobrevivir, porque no tenía plata. Empecé a tocar de lo que sea, toqué salsa, toqué merengue, todo eso, y también empecé a grabar con las big band. Como leía un poco, empecé a meterme con los norteamericanos, porque eso es lo que tenía en mente: tocar con los norteamericanos para realmente poder aprender; de eso se trata, porque si uno se aísla de ellos y se va solamente con los latinos, nunca va a progresar.
Después empecé a tocar con bandas de eventos (sic), y una de esas bandas tocaba para la fiesta de navidad de Berklee. Fui a tocar ahí como seis o siete veces seguidas y conocí al director del Programa de Bajo; se me acercó porque la verdad es que el grupo donde tocaba, sonaba súper bien.
Al mismo tiempo, tocaba funk, fussion y jazz, con otros grupos de Boston.
¿Cómo fue? No sé decirte cómo fue…
Cuando recién llegué a Estados Unidos, conseguí trabajo de maestro en una tienda de música; ahí enseñaba a chicos de 17, 18 años. Después di clases en un conservatorio que había por mi casa, pero también a gente joven.
Eso sirvió de entrenamiento. Yo no tenía intenciones de enseñar en Berklee, pero me invitaron y yo ya tenía experiencia. Como te digo, es increíble cómo las cosas siempre se van acomodando. Entré a Berklee en 1979.
Jazzmines en el pelo y rosas en la cara
Después empecé a tocar con grupos que hacían el opening para Paquito D’Rivera, para Tania María, para varios grupos que eran el top del latin jazz que estaba de moda en esa época, en Boston. Así fue que conocí a Lincoln Goines, que era bajista de Paquito, y el primer trabajo que no pudo hacer me lo dio a mí, y después ya Paquito comenzó a llamarme.
Yo ya había tocado con Dave Valentin y no me acuerdo qué tantas cosas más me sucedieron dentro del mundo latino, pero también tocaba fussion con un grupo del trompetista japonés Tiger Okoshi. También tocaba con los brasileiros, y en Berklee tocaba jazz en los conciertos de las big band. Tocaba con todos porque no tenía, ni tengo, una preferencia.
He tenido suerte, pero las oportunidades que se han presentado, las he podido aprovechar. Me han seguido llamando porque, poco a poco, se va uno haciendo de prestigio. El prestigio es difícil de conseguir y fácil de perder, así que hay que mantenerlo.
Conversaciones en la Catedral
Con Berklee he hecho clínicas durante 17 años en Puerto Rico, y como 7 años en Italia, y ahora participo en nuevos proyectos: soy director académico del Berklee Latino, que es un programa nuevo que comenzó en México y se va a hacer en Colombia este año, y el próximo año se va a hacer en México y Perú, o sea que siempre va a circular. En julio dará un curso Paquito D’Rivera, también yo soy el director académico. Soy Advisor del Latin Studies Minor at Berklee. Yo soy la persona que empezó a unir el Latin Faculty, y también he desarrollado el currículum para el bajo latino, dentro del Departamento de Bajo de Berklee.
La flor de la Candela
También trabajo en la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Música, la Alaemus, que organiza un congreso anual que se llama Clave; yo soy el director artístico. Ese fue un invento que hicimos el director de la escuela Souza Lima, de San Pablo, y yo para tratar o de unificar, o de conectar a las escuelas latinoamericanas que estaban dispersas. En Argentina hay un nivel impresionante y hay clases hasta gratis, pero nadie lo sabe en otro lado, por eso tratamos de hacer un vínculo entre todos.
Tanto Brasil como Cuba tienen muchísimos artistas, compositores y grupos que viajan por todos lados, pero de Perú habrá uno, no hay una corriente de identidad. En Venezuela sí hay muchísimos grupos nuevos y en Argentina también, ellos están a la vanguardia. Es necesario vincular todo eso.
Ya se hizo el Quinto Congreso, fue en Lima. Ya están involucradas 22 escuelas, tres son de México: la escuela Tiempo, del DF, la escuela Rec Música, que es nueva, y la Unicach. Estos congresos no son sólo de jazz, cada profesor trae música de Argentina, o de Chile o de Perú, se arman ensambles y se toca el fin de semana; todo está mezclado con el jazz, pero no es solamente jazz.
Para lograr que la música evolucione se tiene que mezclar con el jazz, ese es el concepto, porque si no parte de ahí, nunca va a evolucionar, siempre va a ser música tradicional. Digamos que mantiene la parte tradicional, pero es más contemporánea. Es como el tango de Piazzolla, ese es el claro ejemplo de cómo se puede desarrollar la música; no pierde el corazón del tango, pero tiene otra identidad.
Mira, por ejemplo, el jazz europeo no tiene nada que ver con el jazz de los Estados Unidos, solamente mantiene la libertad a la hora de tocar, ese es el concepto del jazz. A la hora que improvisan te das cuenta de la magnitud de ese lenguaje, ves que han estudiado todo eso, pero lo tocan muy diferente.
El paraíso en la otra esquina
La manera de expresarse no termina nunca, nunca va a ser la última; siempre va a existir una tendencia nueva, pero generalmente eso crece en Nueva York o en un sitio muy cosmopolita, donde hay mucha mezcla de razas y todo mundo aporta lo suyo; en esos lugares te preparas a otro nivel, porque abres los oídos para escuchar todo tipo de música. Otra cosa es que en Estados Unidos, en una noche vas a escuchar lo que no escuchas aquí en un año, y ese aprendizaje no lo vas a encontrar en otra parte.
La gente de acá se tiene que ir y regresar, pues son ellos los que van a hacer el cambio, porque van a venir con ideas nuevas. Ellos van a decir, “no, muy tradicional ya no”. Hay que abrir la mente y hay que pensar que nada no es lo final, siempre hay que estar experimentando.
Recogía la risa de la brisa del dique
A Xalapa vine tres veces con Paquito, como músico. Como profesor, vine como cinco o seis veces con el Jazz Fest y, después de un paréntesis, he vuelto tres años seguidos, invitado por la escuela Enlace que dirige Ángel Luis Guerrero. El desarrollo de los músicos de Xalapa en estos años ha sido increíble, impresionante; quizás el Jazz Fest fue como la primera piedra, por el intercambio con la gente de Berklee y todo eso, pero también la gente se ha preparado, se ha ido a estudiar a Puerto Rico y al regresar han levantado el nivel de aquí, tremendo. En Xalapa hay mejores músicos que en el DF.
(Continuará)