En 1998 Edgar fue tomar un curso de jazz a Morelia, ahí conoció a Mark Levine, quien lo invitó San Francisco, California, a tomar un curso con Kenny Barron:
Si el jazz no viene a ti…
Yo siempre he tenido algo muy claro, que las cosas están en donde están. Si quieres ver a los leones, tienes que ir a África; si quieres ver a los tiburones, tienes que ir al mar; si quieres ver a los grandes intérpretes de música clásica, tienes que ir a Alemania, a Polonia, a esos países; si quieres escuchar son jarocho, tienes que ir a Tlacotalpan, y si quieres escuchar jazz, tienes que ir a Nueva York, y punto, no hay más, así es y es muy bonito eso.
Yo quería conocer a Kenny Barron, él estaba en San Francisco, entonces fui a San Francisco. Ese curso fue crucial para mí; estábamos yo, como 200 japoneses y otros estadounidenses. Me acuerdo muy bien del primer día porque, imagínate, yo voy a ver a mi ídolo y llegando nos da una clase maestra de lujo; al terminar, a pesar de mi poco inglés, entendí perfectamente bien cuando dijo: “Bueno, ¿quién quiere ser la primera víctima?” Yo no lo pensé, levanté la mano enseguida; yo ya sabía a lo que iba, entonces me subí al piano, me presenté con él y toqué uno de sus temas; le encantó y me dijo:
-Guau, ¿eso lo sacaste de oído?
-Sí, claro, le dije.
-¿De cuál disco?
-Del disco tuyo con Charlie Haden.
-Está perfecto, los acordes, todo, la sacaste increíble. Ya nada más te recomiendo que, con la mano izquierda, toques un poquito más. -Mira, los bajos es mejor que los toques así o asá; me empezó a dar una clase de cómo tocar piano solo de jazz, muy bonita clase.
Esa fue una semana feliz para mí porque, además, tomé clases de ensambles con Buster Williams; fue una delicia, imagínate, nos contaba la historia de cuando estuvo con Miles, de cuando tuvo que suplir, durante un mes, a Ron Carter, qué experiencia. Ese curso fue precioso, yo regresé a Xalapa muy entusiasmado.
De la Atenas a la Athens
En marzo de 2000 me fui a vivir a Estados Unidos. Llegué al estado de Ohio porque Fullbright me mandó a la Universidad de Athens, a estudiar inglés académico, porque pasé el TOEFL en México pero no pasé el GRE (que es un examen muy difícil) y allá estuve cinco meses. Llegando, me conecté con el departamento de música, había una big band, hice el concurso y gané el primer puesto. Ya era yo el pianista de la big band de la escuela y estaba feliz porque era la primera vez que me sentaba en el banquillo de Count Basie o de Duke Ellington, imagínate. Yo ya tenía 30 años de edad, ya no estaba tan chico, pero para mí era un sueño increíble, por fin estaba tocando con una big band en Estados Unidos, sentado en el mismo banquillo de Count Basie. Yo así lo interpretaba porque tocábamos sus arreglos. Ahí conocí a Matt, un excelente saxofonista de la Universidad de Ohio; él dirigía la big band y me invitó a tocar con su grupo en los clubes de la ciudad.
Después de dos exámenes reprobados, por fin pasé el tercero y me fui a la University of North Texas, en Denton; ahí empecé a hacer la maestría, en el mes de julio o agosto, no recuerdo.
En el país de las maravijazz
Estudié dos años de maestría en la universidad que tiene el programa más antiguo de jazz; de hecho, ellos abrieron el programa en los cincuenta, cuando estaba el movimiento fuerte del Blue Note, con Miles Davis, con Horace Silver, con Art Blakey con todos esos músicos, y Denton. Texas estaba abriendo la escuela de jazz que, por cierto, empezó con el nombre de Licenciatura en Música de Baile porque no les aceptaban ponerle el nombre de jazz.
Ahí estudié con John Murphy, con Fred Hamilton y con varios más. Éramos como 400 o 500 estudiantes, yo estaba en el paraíso; compartíamos música, el ambiente era bien padre entre los estudiantes; no era tan padre con los profes, a excepción de John Murphy (de quien aprendí mucho) y de Fred Hamilton; por lo demás, no me divertí, te soy sincero, pero aprendí muchísimo de la escuela, pero muchísimo porque compartíamos entre todos y luego tocábamos; yo tocaba en Dallas o en Fort Worth, cada semana. Toqué de dos a tres veces por semana durante dos años en Texas, la experiencia estuvo fuerte.
Fue muy bueno irme a Estados Unidos porque ahí entiendes lo que es ser músico de jazz, exactamente de qué se trata. En Dallas, por ejemplo, me contrataban ya de manera profesional y cuando llegaba a las tocadas nadie llevaba partituras de nada, no había ensayos; de repente había una big band muy buena, yo era el pianista, y el arreglista, a la hora de la tocada, decía: “arreglo 245” y, en lo que yo buscaba la partitura, él ya estaba “one, two, a one, two, three…”, y cuando abría la partitura, decía: solo a la Count Basie, y pum, a entrarle. Así es allá, de eso se trata, no hay más y me gustó mucho, porque el reto es fuerte y aprendes rápido porque aprendes rápido. En Texas toqué con muchos grupos de jazz tradicional, jazz contemporáneo, jazz latino, salsa, big band con cantante; en fin, la experiencia fue muy buena.
Un año más y a lo mejor nos entendemos luego
Al terminar mi maestría, me quedé un año más en Estados Unidos porque la beca me daba la oportunidad de trabajar un año, le llaman practical training, o sea que te dan chance de practicar un año lo que aprendiste, como si fuera servicio social, pero no es servicio social, es trabajo. Yo me metí a buscar en internet y vi que había una plaza de profesor de jazz en la Universidad de Valdosta, Georgia, y encontré otra en la Universidad de Victoria, en Canadá, y mandé mi solicitud a las dos; Victoria me contestó que muchas gracias, pero que ya se había ocupado la plaza; en Georgia me dijeron: “sí, nos gustó, ahora queremos que vengas a audicionar”, entonces fui a hacer un examen que me gustó mucho, ojalá que en México fueran así; fíjate, me pagaron el vuelo de avión, me pagaron la estancia en un hotel y me pagaron las comidas, pero me escanearon durante dos días. Desde que llegué tuve una comida con un profesor, una cena con otro, un desayuno con otro y otra comida con otro; el examen fue de dos días intensos; tuve que dar una clase completa de improvisación, otra clase completa dirigiendo una big band, otra clase completa de piano de jazz, otra clase completa de teoría de jazz y otra clase completa de ensamble de jazz; además, tuve dos juntas oficiales, una con el departamento de jazz y otra con el departamento de arte de la universidad, y un ensayo de dos horas con el grupo de los profesores de jazz. Es decir, fueron dos días en los que realmente me escanearon para ver si yo era una persona capaz. Gané el concurso y me quedé a trabajar ahí. Ojalá que en México fuera así y no un examen de oposición en el que tocas dos piececitas, te preguntan algo durante 15 minutos y ya; imposible que puedas conocer a alguien así.
Volviendo, me quedé a trabajar allá dos semestres, del verano del 2002 al verano del 2003. Fue una excelente experiencia, fui profesor de tiempo completo, ganaba muy bien; además empecé a formar mis propias bandas con músicos de ahí. Hice varias formaciones: Edgar Dorantes Latin Jazz Band, Edgar Dorantes trío, cuarteto, quinteto; además empecé a viajar a Jacksonville, Florida, que está a dos horas; es un puerto precioso, un poquito parecido a Veracruz; ahí toqué mucho con la banda de un trompetista excelente que se llama Theo Croker, que ahora está pegando mucho; Dee Dee Bridgewater le acaba de hacer un disco en su compañía discográfica. Theo es nieto de Don Cherry, yo lo conocí en una jam session a la llegó Eric Reed con Wycliffe Gordon, ahí estaba Theo, que llevaba de pianista a Sergio Salvatore; yo me metí a la jam y me puse a tocar y a él le gustó y me dijo: “Oye, ¿tú qué onda?, ¿qué haces, dónde estás o qué?” Ya le dije que vivía en Valdosta y me invitó a tocar con su big band, en Florida; era una banda de puros negros, yo era el único diferente. Una vez, Benjamin Willis fue a dar clases a Valdosta y me lo llevé a tocar en la big band; a Theo le encantó, dijo: “Oye, ese hombre se trajo a todo Chicago con él”. Tocamos un concierto padrísimo en un festival de jazz de Florida que abrió Lou Donaldson y luego seguimos nosotros, con pura música de Duke Ellington. Theo Croker tenía 17 años y Wynton Marsalis ya lo había escuchado e identificado como uno de los grandes talentos.
Te vas porque yo quiero que te vayas
Al terminar el año de práctica tuve que regresarme porque la beca Fullbright es un convenio con el gobierno de los Estados Unidos, es dinero federal, y el contrato que yo firmé decía que a los tres años debía regresar a mi país porque se trata de un intercambio académico, en el cual, los extranjeros que van a aprender deben regresar a sus países a compartir ese sistema educativo, así que tenía que salir. La Universidad de Valdosta hizo un intento porque quería que yo siguiera ahí, investigó con sus abogados a ver si podía quedarme; imposible, me tenía que salir porque si no, estaba cometiendo un delito, y me regresé a México.
(Continuará)
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