Miguel Ángel Yunes Linares y Fidel Herrera Beltrán son de la misma escuela, actúan igual, se comportan con el poder como si de ellos dependiera el futuro de sus congéneres, son igualmente autoritarios aunque lo escondan de diferentes formas, buscan someter a todos a sus designios y, encima, si algo sale mal, tienen el recurso de repartir culpas a diestra y siniestra para salir indemnes. Tal vez habría que buscar en su formación en la Facultad de Leyes de la UV, en los tiempos del porrismo financiado por el poder, el origen de este carácter similar.

De otra manera no puede explicarse el comportamiento pernicioso de los últimos políticos que han gobernado a Veracruz con un sentido patrimonialista y el ánimo de perpetuarse en el poder a través de dóciles colaboradores, como ocurrió con Javier Duarte en el caso de Fidel, o de sus hijos, como quiere hacerlo quien tiene a Veracruz sumido en la peor escalada de violencia criminal y busca aprovechar la seguridad pública como un instrumento de chantaje político, como ya lo ha hecho con el tema de la enorme corrupción de los últimos dos gobiernos priistas.

Con Fidel Herrera, Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes, los veracruzanos llevamos 13 años de discordia, sometimiento de la oposición mediante recursos millonarios y alianzas electorales, robo de recursos públicos bajo una densa opacidad administrativa, endeudamiento criminal, administración gubernamental con el solo propósito de ganar posiciones partidistas, absoluta desatención a los problemas de la población, uso de programas sociales ineficientes para compra de votos y aprovechamiento del clima de violencia para encausar elecciones a su favor.

Hasta en la manera de interactuar con los ciudadanos comunes, sea caminando en las calles protegidos por fuertes dispositivos de seguridad o chacualeando el agua chocolatosa en calles inundadas, Fidel y Miguel, como arcángeles caídos del cielo para actuar con maldad, imparten justicia a modo, persiguen con argumentos torpes e inconcebibles a sus opositores, compran a diputados locales, amenazan o denuestan a quienes osan ponerlo en serios predicamentos, utilizan cobardes guerras sucias para difamar a sus opositores, imponen a sus incondicionales en puestos públicos, se rodean de una gran masa de funcionarios débiles y sometidos que solo hacen lo que ellos ordenan y se ensalzan en fervorines llenos de ridículas autoalabanzas.

Yunes, la corrupción embozada

Veracruz no se merece a esos políticos. Yunes Linares repite incesantemente que no comete un solo acto de corrupción o de rapiña, como lo hicieron sus predecesores, pero no solo es corrupción el abierto desvío millonario de recursos; también lo es usar el tiempo de los funcionarios, pagado con los impuestos, en promover a un partido político y a sus hijos para que ganen posiciones políticas (primero, la alcaldía de Veracruz; ahora, la candidatura a gobernador) y destinar los recursos públicos al pago de sus movilizaciones por territorio veracruzano.

Toda la estructura de gobierno está copada con operadores políticos, dedicados a aprovechar las acciones de gobierno para beneficiar la imagen y las posibilidades electorales de Miguel Ángel Yunes Márquez, y eso es corrupción, además de todos los epítetos que usted imagine.

Y no solo eso. La poca obra pública se ha destinado a distritos electorales que, o son donde ejerce su imperio el panismo yunista o están en poder de la oposición y se les busca arrebatar por todos los medios los votos de la población.

Tres sitios están siendo beneficiados por los programas de obra pública y seguridad: la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río, a la que se destinan recursos multimillonarios en materia de construcciones (remodelación de un bulevar que estaba en buenas condiciones, conclusión del libramiento de Cardel) y de seguridad pública (construcción de un C-4 e instalación de miles de cámaras de videovigilancia); la zona Coatzacoalcos-Minatitlán, donde se emprenden obras de mejora carretera, por cierto del gobierno federal, aunque no han sido en nada exitosos los operativos para disminuir la elevada violencia criminal, la que quieren aprovechar el próximo año para atribuírsela al alcalde de Morena; y la de Pánuco, donde gobiernan los García Guzmán, una familia de caciques aliados a Yunes.

Por supuesto que habría que reconocer, aunque también tenga un tufo electorero,  la reconstrucción total de la autopista Xalapa-Coatepec, donde se aplica concreto hidráulico y hará que se sume a la carretera vieja, construida con las mismas especificaciones por Javier Duarte. Ya sabemos que, aunque nada ha hecho por la capital del estado (y aquí habría que leer la columna de Rafael Pérez Cárdenas, “¿Qué le hizo Xalapa señor Gobernador?”, buscando con obras como la autopista a Coatepec granjearse algunos votos (al menos, los logrados en la pasada contienda municipal) para su proyecto más ambicioso: imponer en el trono imperial a su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez, quien parece que sigue sin levantar.

Y es que para Miguel Ángel padre, su obsesión por ganar la gubernatura de dos años tuvo como único propósito abrirle el camino a sus dos hijos, primero Miguel Ángel chico y, luego, Fernando, para imponer un record de gobiernos familiares que casi roce las dos décadas, si no le surgen los ánimos políticos al cerebro financiero de la familia, Omar, porque entonces estaremos hablando de casi medio siglo. Y miren que son capaces de llevarse el Palacio de Gobierno al estero.

Seguridad pública y el chantaje político

Hace poco escribí la enorme mentira que ha significado en Veracruz la supuesta apertura de Yunes Linares a trabajar con todos para resolver los problemas de la entidad:

“Llevamos casi un año con un gobernador que se mira al espejo cada vez que habla de políticas encaminadas a resolver los problemas de Veracruz, que no imagina ni por un momento que si llama a la unidad de todos para combatir, digamos, la inseguridad, debe dejar en el buró de su recámara ese discurso incendiario con que amaga a los adversarios electorales con amenazas tontas surgidas al calor de sus berrinches: si no ha intentado siquiera dialogar con las fuerzas políticas de Veracruz y, por el contrario, les ha puesto la soga al cuello con acusaciones aventuradas, guerras sucias, videos trasnochados y conversaciones de WhatsApp, ¿cómo quiere lograr una interlocusión válida y expedita?”

Veracruz vive un diferendo artificial entre Yunes y los alcaldes electos de Morena: el de la seguridad pública. Con un permanente tono amenazante, que busca someter con fierro a los próximos alcaldes, en particular, los de Morena, Yunes Linares ha estado obsesionado con reunirlos a chaleco para obligarlos a crear policías municipales que, por supuesto, solo tendrán carácter preventivo.

Pero el discurso ha sido no permitir que acudan sus representantes, pese a que deben tener un carácter meramente informativo puesto que los alcaldes electos no tienen facultad de asumir compromisos hasta que tomen protesta de sus cargos el primer minuto del 1 de enero y sometan la propuesta a consideración del Cabildo.

Para colmo, las próximas autoridades de cuatro de los municipios más poblados (Xalapa, Coatzacoalcos, Poza Rica y Minatitlán), encabezados por ediles de Morena que no han obedecido la orden del choleño para acudir a sus reuniones, han sido amenazados por este de ser abandonados en materia de seguridad pública, con la idea de que en los primeros seis meses del año próximo puedan ser señalados por la incidencia delictiva en sus demarcaciones.

La respuesta de Morena se dio este miércoles cuando sus 17 alcaldes se reunieron en la Ciudad de México con el Comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales Heredia, con el fin de que reciban una capacitación sobre el tema y puedan realizar acciones conjuntas de coordinación con el gobierno federal en materia de seguridad pública, dejando hablando solo a Miguel Ángel Yunes Linares.

El diputado federal Cuitláhuac García Jiménez, quien repetirá como candidato a Gobernador en 2018, dijo que los alcaldes de Morena no van a prestarse a un juego mediático de ataque o de simulación, y añadió que Yunes tiene encargos como gobernador que debe acatar: “Ningún gobernador puede de pronto, porque se le ocurre, ignorar lo que le corresponde”.

Y tiene razón.

 

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