He llegado a la conclusión de que hay dos cosas que son irremediables en la vida:

  1. La muerte.
  2. Las llamadas del banco Santander a tu casa, en las que te “invitan” a que contrates una tarjeta de crédito con esa empresa española.

Lo de la muerte es tan inevitable, que no me queda más que colegir que son fregaderas que sea así. Pero no se puede hacer otra cosa, y la única respuesta posible ante tan apabulladora verdad, es resignarse y tratar de no pensar mucho en ello, para no echarse a perder la poca vida que nos fue dado tener.

Pero en lo segundo siempre queda la esperanza de que haciendo algo se podrá evitar esa molestia perenne que nos echa a perder el sueño, si es muy temprana; la ducha -o alguna otra actividad sanitaria-, si es temprana a secas; el desayuno, si es poco después, y la paciencia, a cualquier hora del día o la noche.

––Buenos días… ¿se encuentra la señorita Fulana de Tal? Hola, le deseo que tenga un día excelente [que nos acaba de echar a perder con su llamada]. Le habla su servidor Juanito de los Palotes [urbanidad artificial] para ofrecerle una oportunidad única [empieza la labor de convencimiento], con la que podrá hacer todas las compras que quiera [apelación al consumismo salvaje], con toda comodidad y solamente firmando [y que te embroques con nosotros para siempre]. Tenemos un paquete diseñado especialmente para usted [fin del timo].

A las primeras veinte llamadas, uno contesta más o menos decentemente, y con cierta resignación. De la 20 a la 40, empieza a surgir cierta desesperación. De la 40 a la 60, la exasperación al contestar es evidente. De la 60 a la 80, sólo tenemos insultos por respuesta. De la 80 a la 100 se pueden seguir dos vertientes: la primera es buscar alguna instancia oficial en donde demandar a los abusivos; la segunda, muy peligrosa, consiste en regresar a la resignación y condenarnos a contestar para siempre: “No gracias, no me interesa”.

Para la alternativa de denunciar oficialmente la intromisión del banco Santander a nuestra privacidad, lo primero es buscar dónde resulta más conveniente. San Google indica que lo mejor es hacerlo ante la Condusef (Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros).

Ahí contestan siempre personas muy amables (igual de amables que los telefonistas de Santander, caray), que te dicen con la mayor cortesía del mundo que no es mucho lo que pueden hacer.

Bueno… te lo dicen sin decírtelo, porque en principio y para alimentar tu esperanza, te piden que levantes ante ellos la denuncia, que registres tus datos personales. De ahí te dan un número de folio, para que lo uses en adelante.

Y viene lo bueno. La amabilísima voz te explica que tu denuncia empezará a surtir efecto a partir: ¡del 31 de enero de 2015!

De ahí sólo queda colgar frustrado, y esperar a que pasen los días y las miles de llamadas santanderinas que recibirás durante los próximos 59 días… o para siempre.

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