Desde este domingo 25 y hasta el sábado 31 de marzo, disfrutaremos de la Semana Santa. Aunque el periodo vacacional escolar se prolonga por una semana más, hasta el 8 de abril, es en tres días de esta semana cuando la mayoría de los mexicanos deja a un lado el trabajo para salir de viaje y hacer turismo. Y el mejor destino (o el más elegido) es el de playa.

Por su cercanía con la capital del país, que permite a los habitantes de la zona metropolitana de la Ciudad de México hallar en Tuxpan y Tecolutla las playas más cercanas, y una oferta hotelera y aeroportuaria magnífica en la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río, el estado de Veracruz estaría llamado a ser el paraíso del turismo en esta temporada.

Si a ellas agregamos las playas de Costa Esmeralda, Nautla, Vega de Alatorre, Cardel, Alvarado y Los Tuxtlas, ningún estado podría atraer un mayor monto de turistas, al menos en número, que dejarían una gran derrama económica no solo en los grandes prestadores de servicios sino también en buena parte de la población.

Por desgracia, Veracruz no solo vive la fama de ser un estado asolado por una violencia criminal que no ha sido contenida, por los lazos de la policía estatal con el crimen organizado y los abusos desmedidos de prestadores de servicios turísticos, que quieren sacar en unos días lo que no pueden en lo que resta del año.

Además, prácticamente todas las carreteras que comunican con verdaderos paraísos de playa, ríos y vestigios arqueológicos están destrozadas, y ello no solo ralentiza el tráfico sino que provoca un mayor número de accidentes automovilísticos (muchos de ellos fatales) y la posibilidad de que operen los delincuentes.

Ya ha salido Leopoldo Domínguez Armengual, un abogado con experiencia en notarías que se estrenó como Secretario de Turismo en el gobierno actual, a desmentir que los hechos de inseguridad en varios puntos de la entidad, marcadamente en los turísticos, impacten negativamente en la llegada de visitantes. No podemos creerle a un funcionario que afirma que en la pasada Cumbre Tajín hubo una afluencia extraordinaria y que su jefe se haya referido a este festival como el mejor de la historia, cuando ni su cartel artístico ni su promoción nacional e internacional estuvieron a la altura. ¿Alguien realmente le creerá que la Cumbre Tajín superó el medio millón de asistentes? Pues con cuántos millones de turistas saldrá a querer convencernos que vinieron una vez que termine Semana Santa.

El otro problema es que en las últimas décadas, en la visión del Palacio de Gobierno,  Veracruz es solo el pequeño espacio de la modernidad que representa la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río, al menos en materia de turismo, mientras que el territorio restante prácticamente es una anécdota digna para el olvido.

El territorio de Veracruz es cada vez más pequeño

Hace varios sexenios, aunque con mayor fuerza a partir de Miguel Alemán Velasco, que para nuestros gobernantes el estado se redujo a la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río. En los últimos 30 años, ahí se ha concentrado la mayor parte de la inversión pública estatal desde que Dante Delgado Rannauro modernizó las vialidades que unen al Puerto de Veracruz con la entonces pequeña ciudad de Boca del Río, antaño un pueblo de pescadores.

Con ese impulso de obra pública durante el gobierno de Dante Delgado, la actividad comercial y turística se concentró en Boca del Río; en ese municipio se construyeron enormes plazas comerciales, hoteles de las más importantes cadenas turísticas nacionales y extranjeras, las franquicias más novedosas y, por supuesto, las mejores vialidades. El núcleo de desarrollo creado entre la culminación del bulevar costero y  la zona de Mocambo tuvo su culmen con la construcción del Centro de Convenciones World Trade Center (WTC).

Boca del Río se fue convirtiendo, guardadas las proporciones, en un Miami, mientras que el Puerto se ha ido volviendo en La Habana vieja.

Miguel Alemán favoreció esta zona construyendo la autopista que facilita el flujo de paseantes desde Xalapa y los municipios que confluyen en la capital, en una obra que la picaresca veracruzana bautizó como la lotería, no porque hubiera dado fortuna (que sí la dio y en abundancia a amigos y funcionarios) sino porque se construyó ‘en cachitos’. Con ella se hizo más cercano el bello puerto y su zona conurbada, sitio donde el hijo del primer Presidente civil del México moderno pasaba la mayor parte del tiempo en que estaba en la entidad.

Los que le siguieron han sido incluso más costeros, no porque se deban a toda la costa veracruzana, esa que se despliega a lo largo de 720 kilómetros, sino porque han hecho de la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río el principal escenario económico y político, y también de gobierno, de todo Veracruz, en parte porque tiene la mejor infraestructura física y el mejor aeropuerto internacional.

Tanto Miguel Alemán como Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa convirtieron el WTC en un Palacio de Gobierno alterno; en el edén jarocho despacharon durante buena parte de sus gestiones, mientras el centro de Xalapa se colapsaba por las manifestaciones de toda laya contra el incumplimiento de sus obligaciones. Xalapa se convirtió en el purgatorio (y eso sigue siendo) de la entidad, mientras el resto del estado era simplemente el infierno. A Veracruz las mieles y a Xalapa las hieles.

Para desgracia de los veracruzanos en general (y  no solo de los xalapeños), todos nuestros gobernadores, incluido el actual por supuesto, han estado convencidos de que si están bien la sala y el comedor, no importa que las recámaras estén con los ventanales caídos, los pisos rotos y el mobiliario carcomido por el comején; tampoco, que los corredores estén obstruidos por muebles desvencijados o por pedazos del techo, ni que las puertas traseras estén tan tambaleantes que cualquiera pueda introducirse para robarnos.

Y eso es Veracruz: una criatura de rostro hermoso y juvenil, con un cuerpo enfermo, macerado por la vejez, andrajoso y maloliente. Pero eso, señores, poco les importa a nuestros políticos porque siguen mirando a su Miami, al que quieren resplandeciente y moderno, mientras el resto del estado se cae a pedazos.

Yunes: todo por los hijos, poco por los gobernados

Mientras las carreteras que conducen de la zona serrana a la costa por la ruta Tlapacoyan-Martínez de la Torre-San Rafael (sea por Atzalan o Teziutlán) están generando la mayor molestia de los pobladores, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares está concentrado en la remodelación integral del Bulevar Manuel Ávila Camacho, en Veracruz (municipio gobernado por su hijo Fernando).

Nadie en su sano juicio podría decir que el bulevar costero está en malas condiciones, al contrario. Pese a ello, desde el año pasado Yunes ha dado mucho relieve a la remodelación de un paseo de 10 kilómetros que une a Veracruz con la zona hotelera de Boca del Río y en el que gastará una suma que al inicio calcula en 120 millones de pesos, es decir, 12 millones por kilómetro, mientras muchas carreteras casi desaparecen y se convierten en caminos de terracería en muchos de sus tramos, o en verdaderos paisajes lunares.

En octubre pasado, al presentar el proyecto, Yunes explicó que este paseo se integrará por siete plazas y un corredor para actividades recreativas, culturales y deportivas, que transformará la realidad urbana de Veracruz y lo convertirá en el mejor del país.

Mientras esto ocurre en el pequeño territorio que les ha gustado gobernar a nuestros últimos mandatarios, en el resto de la entidad las carreteras se hunden, se agujeran, se cercenan, se vuelven verdaderos campos de guerra donde es posible perder la vida en un accidente fatal, sin que haya una acción seria para lograr los recursos, locales o federales, para reponerlas.

Es verdad que gran parte de las carreteras son federales y que corresponde al gobierno de la república destinar recursos para repararlas, pero no hemos visto una acción permanente de gestión para que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) destine recursos para ello.

¿Cuántos años más Veracruz será administrado como una herencia formada por una bella residencia rodeada por un inmenso páramo?

 

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