Por Luis Manuel González García

La interpretación de la filosofía de Giovanni Gentile permitió la formación de uno de los regímenes de Estado más tóxicos en la historia de la humanidad. Su primera concepción: la vida debía ser de tipo religioso, ligada a una concepción mayor que él mismo y a la cual tendría que acceder aceptando su inferioridad y por lo tanto su incapacidad para comprenderla cabalmente, las inconsistencias, incoherencias, abusos, se escondían debajo de esa licencia amplísima.

Segundo, el individuo solo importa en la medida que sus acciones coincidan con los altos propósitos del Estado, en caso contrario la individualidad es un enemigo del progreso. Solo el Estado representa la mejor versión del individuo.

Esa forma de Estado fue el fascismo.

Para alcanzar el poder el fascismo se valió de la victimización. Por un lado de los italianos que se sentían agraviados con su Gobierno, que aprendieron a ser víctimas eternas de un Estado que no los satisfacía. Por otro lado, de la victimización de Mussolini, era el salvador de Italia y todos le querían hacer daño para no salvar a los italianos, esa era la mayor evidencia de la verdad de su movimiento.

Casi 100 años después, el movimiento iniciado por Andrés López Obrador, sigue las mismas pautas.

Se presenta como el depositario de la esperanza, no de la democracia, o de los valores o de la lucha, o la transformación, sino un concepto religioso. Sus seguidores han adoptado actitudes idénticas a las de las religiones y todos los excesos, las incongruencias, las falsedades de Morena y su dueño se disculpan en vista del bien elevado, del propósito superior que cumplen. Fascismo.

Son las víctimas, los seguidores son las víctimas eternas de los malos gobierno, les suben la gasolina, no les hacen justicia, no les pagan suficiente, no les dan lo que merecen. El líder, todos están contra él, ahora le hacen campaña telefónica (que él mismo está dirigiendo) para parecer más una víctima. Fascismo.

Repasar historia y filosofía, a veces te hace que prefieras otros partidos liberales, infestados de corrupción, de malos manejos y falta de imaginación, porque son un mal menor que el fascismo que tiende sus nubes grises sobre este pobre México.