Pues será el sereno, pero resulta que la gran mayoría de los veracruzanos –casi ocho de cada diez- no confiaría las llaves de su casa al gobernador Miguel Ángel Yunes. ¡Ah que muchachos tan desconfiados!

Uno de los principales problemas de la administración pública en México, es que los gobiernos son incapaces de hacer diagnósticos adecuados sobre el contexto político, económico y social sobre el cual pretenden aplicar una serie de programas y proyectos. Generalmente es el interés personal, la formación profesional o la rentabilidad política, lo que determina las políticas públicas. El resultado es que estas fracasan por qué no resuelven ningún problema.

Bueno, pues eso nos está pasando en Veracruz. El gobierno no conoce el terreno sobre el cual está parado –y si lo conoce, hace hasta lo imposible por ocultarlo-, y está estableciendo una serie de medidas que poco tienen que ver con la percepción que tienen los veracruzanos de sus problemas. Hasta ahora, la veleta que guía a la administración estatal es la venganza contra Duarte y el proyecto transexenal. El primero si está en el ánimo –más bien enojo de la gente-, pero el segundo, definitivamente no.

Si el gobierno no lo sabía, la prioridad de los veracruzanos no es meter a la cárcel a Duarte -que ya lo está-, ni que este muera de hambre –que para allá va-, sino la grave inseguridad que vive el estado, lo que vendría a explicar la imperiosa necesidad gubernamental de lanzar distractores cada vez que un evento de alto impacto se presenta en alguna ciudad. Y conste, eso no lo dicen los columnistas ni aquéllos que “buscan convenios”, sino la última encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica, levantada el 11 de julio pasado.

Según este documento que ya circula profusamente, se analizaron al menos tres variables para conocer la percepción de los mexicanos –no sólo de los veracruzanos, se aclara para que no piensen que es personal-, respecto a la situación que vive el país, su grado de satisfacción así como la aceptación y desempeño de los gobernadores. Es cierto, no tenemos al peor pero estamos lejos de los mejores.

Veamos los números. Según la muestra de veracruzanos encuestados, sólo el 18.2 por ciento reconoce avances en el gobierno de Miguel Ángel Yunes. El 58.3 por ciento piensa que estamos estancados y el 20.5 por ciento asegura que estamos como los cangrejos: hacia atrás. Es decir, casi ocho de cada 10 personas no ven avances en el actual gobierno.

Y viene una cifra muy importante. Resulta que el 60.8 por ciento de los ciudadanos dicen que el principal problema de Veracruz es la inseguridad –la media nacional es del 53 por ciento-; mientras que sólo el 21.1 por ciento asegura que es la corrupción –cuando a nivel nacional la media es de 28.6-; y el tercer problema que reconocen es el mal gobierno, con el 11.4 por ciento.

Una explicación simple y llana es que en Veracruz estamos más preocupados que el resto del país por la inseguridad, y nos preocupa mucho menos que otras entidades el tema de la corrupción. ¿Entonces porqué las prioridades del gobierno están exactamente al revés? Fácil: la sucesión estatal.

Pero la Encuesta tiene otros datos muy interesantes. Sin referirse al desempeño del gobierno, sino sólo al grado de satisfacción que expresan los ciudadanos –considerando la economía, las oportunidades de empleo, la capacidad de adquirir bienes y servicios, y la seguridad pública-, no le va tan mal a Veracruz. A pesar de la situación, el 19.9 por ciento se siente satisfecho o muy satisfecho, y el 23.2 por ciento está insatisfecho o muy insatisfecho.

Si estas cifras se colocan en un parámetro del uno al cien, el nivel de satisfacción alcanza 41.6 por ciento, nada mal; sin embargo, cuando las preguntas se hacen específicamente al desempeño del mandatario, las cifras cambian dramáticamente.

En Veracruz, según la encuesta, el 20 por ciento de las personas está totalmente insatisfecho con la situación económica, mientras que sólo el 4.3 está totalmente satisfecho. Y otra vez, la inseguridad al alza: el 40 por ciento de los encuestados dijo estar totalmente insatisfechos con la seguridad y sólo el 4.7 por ciento se dijo totalmente satisfecho.

El problema de la seguridad está ocasionando un gravísimo deterioro a la imagen del Gobernador y su gobierno. Eso explica su enojo respecto del manejo informativo del tema. A pesar de que tiene una evaluación del 43.2 puntos –la media nacional es de 45-, el 65.4 por ciento de los veracruzanos opina que los problemas se le han salido de control. Sólo el 26.7 por ciento piensa que lo puede resolver.

Finalmente, en una curiosa paradoja, el 40.3 por ciento de los veracruzanos aprueba su gestión –cifra muy notable si consideramos que sólo el 18% ve avances y el 20% se siente satisfecho-, pero el 77 por ciento no se arriesgaría a dejarle las llaves de su casa.

El gobernador de Veracruz ha sido muy mal evaluado en los temas que son de la mayor importancia para los veracruzanos y que él ha tratado de disimular. El tema de la corrupción ya no preocupa tanto a los veracruzanos como la inseguridad que viven. Las cifras ahí están, aunque molesten. Que le reclame entonces a millones de veracruzanos.

La del estribo…

  1. El principal problema de la cultura siempre ha sido la política. Durante el gobierno municipal de Armando Méndez de la Luz se realizó el Festival de la Cultura más importante hasta ahora; venían representaciones artísticas de todo el mundo, pero llegó una nueva administración y lo sepultó. Hoy Soy Festival es un proyecto con luz propia que debe ser de la ciudad. Si al siguiente gobierno municipal algo no le gusta, que lo corrija; si tiene dudas, que lo transparente, pero que no se lo quite a ciudadanos y artistas sólo por un capricho político.
  2. Será lamentable que Sara Ladrón de Guevara se convierta ahora en una dócil rectora a modo. La escaramuza de una posible rectoría de Jorge Manzo asustó de tal forma, que la propia Ladrón de Guevara acusó cargada en su contra. El mensaje fue claro y contundente. Así lo entendieron. Habrá que ver qué tipo de rectoría tendremos en adelante. Por lo pronto, ya nadie reclama el adeudo, como antes que hasta salían a las calles.