O es fácil engañar a los altos funcionarios del gobierno duartista o algunas lacras incrustadas en puestos directivos se mantienen en ellos porque tienen el doble propósito de administrar el presupuesto (incluso metiendo la mano en el cajón) y, al mismo tiempo, operar electoralmente con toda la infraestructura disponible en las dependencias en que medran a costa de los veracruzanos.

No de otra manera se podría entender que verdaderas nulidades profesionales hayan sido nombradas por el gobernador Javier Duarte de Ochoa en direcciones generales e, incluso, en secretarías, pese a que sus perfiles no solo no encuadran con las exigencias profesiográficas determinadas por la ley estatal de Administración Pública sino, incluso, restan lustre a las dependencias por su fama de poseer un sumamente disminuido coeficiente intelectual o por ser de uñas largas… o ambos atributos.

Para no ir muy lejos, ahí tiene usted al tampiqueño Gabriel Deantes Ramos, quien ocupa desde enero la titularidad de la Secretaría del Trabajo, Previsión Social y Productividad, pese a que no es abogado sino contador público, y haber sido señalado por el propio gobernador como alguien que faltó a su confianza mientras se desempeñaba como subsecretario de Finanzas y Administración de la Sefiplan, por lo que fue despedido con cajas destempladas junto con Edgar Spinosso Carrera, entonces Oficial Mayor de la SEV, apenas el 19 de marzo de 2014.

Tan inopinado fue su nombramiento en el gabinete como titular de una dependencia que exige tener título de abogado, que no puede presidir la Junta de Conciliación y Arbitraje, aunque es el más hábil operador financiero-electoral del PRI.

Otro caso es la subsecretaria de Educación Superior de la SEV, Denisse Uscanga Escobar, hija del taimado político tuxtleco Jorge, de los mismos apellidos, cuya designación al frente de esa dependencia no ha hecho sino confirmar el nulo interés del gobierno estatal por la educación superior pública; la junior de la política –de profesión odontóloga– sabe del tema lo que este escribidor conoce de física cuántica.

Tal vez por ello se diga que en la SEV los únicos que están colocados en puestos de responsabilidad con una comprobada andadura en el tema educativo son el actual secretario Flavino Ríos Alvarado, con experiencia en la administración educativa, primero como director de Enlace de la Dirección General de Concertación para la Descentralización Educativa de la SEP y, luego, como director general de los Servicios Coordinados de Educación Pública, con el gobernador sustituto Dante Delgado (a diferencia de su antecesor, Adolfo Mota, un verdadero fraude político), y la profesora Xóchitl Adela Osorio Martínez, subsecretaria de Educación Básica, al menos porque cumplirá su tercer sexenio al frente de la dependencia. Lo que, por otra parte, hay que reconocer que no los hace expertos.

El singular esquema se repite en casi todos los cargos del actual gabinete: abogados en puestos que deberían ocupar arquitectos, ingenieros en áreas de abogacía, economistas atendiendo obras de infraestructura, contadores públicos que medran en temas laborales, odontólogos en tareas educativas, periodistas atendiendo cuestiones de protección civil, proxenetas promoviendo el turismo y jilgueros priistas impulsando la educación tecnológica.

Con ese equipo de trabajo, difícilmente un gobierno podría tener resultados alentadores. Y lo hemos comprobado, para nuestra desgracia, en los últimos cuatro años.

¿Qué fue primero, El Huevo o la pillería?

Surgido de la más ilustre universidad del priismo veracruzano, la que forma y titula a sus cuadros en los barrios y colonias populares de Veracruz y Boca del Río a golpe de acarreos, fraudes y operativos electorales, Fernando Arteaga Aponte, alias El Huevo, maneja con destreza su permanencia en la dirección general del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Veracruz (Cecytev).

Y es posible que la próxima semana amarre su puesto cuando, convocados por esta criatura, se reúnan en el World Trade Center de Boca del Río directores de organismos similares de los demás estados del país para crear la asociación nacional, de cuya presidencia le tomaría protesta el mismísimo gobernador Javier Duarte.

¡Y vaya que El Huevo Aponte es un personaje de la picardía veracruzana! Y no soy justo con ello, más bien de la peor picardía veracruzana, de la que encuentra en el engaño, la pillería y el cinismo sus mejores atributos.

De ser ‘operador político’ del PRI en Veracruz, donde sudó lo inimaginable para contar con la simpatía de los sucesivos dirigentes priistas y, con ello, colgarse de una o varias tetas gubernamentales, el famoso Huevo ha encontrado, según todos los indicios pasados y presentes, una forma de abultar su cartera mediante un mecanismo doloso y deleznable: cobrarle a lo chino a varios de sus empleados una cuota por tener trabajo.

Es famoso su trance en la policía bancaria y comercial, hoy conocida como IPAX, cuando estuvo en un tris de ser literalmente azotado por su jefe, el coronel Porfirio Díaz, quien se habría enterado de que su flamante comandante en Veracruz, Fernando Arteaga Aponte, como vil chupacabras, ordeñaba los sobres destinados al pago de los efectivos policiacos, de por sí afectados por los bajos sueldos. Fue citado a las oficinas en Xalapa, pero prefirió renunciar antes que enfrentar al mal encarado militar que era su jefe.

Más nos hubiera valido a los veracruzanos que el jefe policiaco le hubiera dado sus azotes, porque al menos en su carrera burocrática habría tenido el mayor cuidado de no defraudar a sus subalternos con tan vergonzosas exacciones. Pero no fue así y helo aquí y ahora convertido en un verdadero truhan en el puesto que ostenta.

Hace ya tiempo que la versión de que mensualmente descuenta parte de su salario a la gente que le sirve es nota común. Lo raro es que no se hayan enterado ni el anterior ni el actual secretario de Educación y, mucho menos, el gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Con las reservas del caso, a sabiendas de esa práctica consuetudinaria de Arteaga Aponte, me permito someter al escrutinio público y a la posibilidad de una investigación formal por parte de la Contraloría General del Estado, una lista parcial que ha llegado a nuestro poder con nombres, puestos y montos de las cuotas descontadas mensualmente por el solo hecho de tener un puesto de trabajo en la dirección general del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Veracruz (Cecytev), por órdenes de su titular.

Citlalli Avendaño, Coatepec, 800 pesos; José Andrade, Coatepec, mil pesos; Ivo Luis, director, 2 mil pesos; Virgilio Torres, director, 4 mil pesos: Edgar H. Gallegos, director, 2 mil pesos; Carlos Braco, director, 3 mil 500 pesos; Joel Arteaga, Coatzacoalcos, 3 mil pesos; Éricka Tlaxcalteco, directora, 2 mil pesos; Alejandra Gómez, directora, 2 mil pesos; Gissel del Moral, directora, 2 mil pesos; Argelia (¿), directora, mil pesos; Dr. Limón, Naolinco, 4 mil pesos; Lic. Mares, Atzalan, 2 mil pesos, y Carlos Galicia, director, 800 pesos.

Más de 30 mil pesos esquilmados cada mes solo a estos empleados.

¿Verdad o mentira? Las áreas de control del gobierno estatal deberían investigarlo con extremado cuidado, para evitar que los afectados puedan decir su verdad sin el riesgo de ser despedidos.

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