“Debemos heredar a nuestros hijos la pobreza, porque la abundancia deshonra”, recomendó el líder de la Cuarta Transformación, presidente Andrés Manuel López Obrador, en uno de los primeros discursos que pronunció con motivo de cumplirse un año de su avasallador triunfo electoral que lo llevó al poder. Magnificar la pobreza de esta manera, para que quienes tienen menos en este país se sientan orgullosos de su situación y la vean como algo que vale la pena vivir, es la peor perversión humana que hemos escuchada de un dirigente. López Obrador manipula a los millones de mexicanos en la miseria para que se sientan bien y cuando les lleguen los apoyos, miserables en términos cuantitativos, que les ha asignado a través de los programas sociales que ha implementado su gobierno, lo terminen de ver como un Dios creador y dador de vida. Lo cierto, lo real, lo que estamos padeciendo quienes tenemos que trabajar para conseguir el sustento diario, que nos hemos esforzado a lo largo de muchos años de trabajo honrado, cumpliendo con nuestras obligaciones ciudadanas (fiscales), y que hemos podido hacernos de un bien, con su discurso, el señor López Obrador nos pone en la picota de los enemigos de los pobres, de todos aquellos que no han querido esforzase para ganarse el sustento diario, que no entienden el progreso como un fin para vivir mejor. Hace un año nosotros mismos festejamos el arribo de un nuevo gobierno que prometía un verdadero cambio, la salida de las mafias de panistas y priistas que se encargaron de saquear al país y de alimentar la violencia al coludirse con bandas delictivas, la esperanza era mucha pero se ha ido perdiendo por el incumplimiento de las promesas más importantes que AMLO usó para alcanzar el poder, tales como acabar con la corrupción y encerrar a los que la prohijaron desde el gobierno, acabar con la violencia y abatir los alarmantes índices de miseria. Quienes vaticinaron que México se encaminaba con López Obrador a una dictadura puede que hayan acertado. A un año de distancia, ahí está la tragedia.