El jazz, como cualquier movimiento cultural, ha estado ligado siempre a todas las expresiones artísticas por lo que no es extraño que su maridaje con la literatura se haya dado, prácticamente, desde los primeros días cuando abanderó el Renacimiento del Harlem, ese movimiento reivindicatorio de la negritud que se dio en la segunda década del siglo pasado, y que desde entonces haya marchado de la mano de las letras. La Generación perdida, el movimiento Beat, escritores como James Balwin y Toni Morrison solo algunos ejemplos.

En nuestro idioma, tal acercamiento ha sido menos prolijo pero ha sucedido desde hace casi un siglo, yerra quien supone que Cortázar fue pionero, ya desde los años veinte Ramón Gómez de la Serna escribía sobre el Jazzbandismo y en los treinta, García Lorca, desde Nueva York hermanaba al flamenco con el jazz.

Pese a que en el siglo XXI cada vez más autores (Gonzalo Rojas, Antonio Muñoz Molina, Fernando de Aramburu y algunos más) enfocan sus pupilas y sus teclados hacia la música sincopada, la cosecha sigue siendo pobre y poco difundida. En nuestro país el panorama no es mejor pero existe una producción que va en crescendo. Hoy comparto tres botones que lo demuestran:

Kind of Blues, poema emanado de la nostalgia de la máquina de escribir de Sergio Mondragón, cofundador de El Corno Emplumado, revista inaugural de la contracultura mexicana de los años sesenta y, según José Agustín, uno de los pocos beatniks que hubo en México.

Estallido, del poeta oriundo de un Planeta Rupestre (para citar uno de sus libros) Kuitláuak Macías, texto concebido para ser estrenado en el encuentro Cuatro generaciones que se celebró en el Palacio de Bellas Artes el año 2005.

Suave es el jazz, soneto emanado de la pluma, del saxofón y de las entrañas de Alain Derbez, poeta, músico, historiador y divulgador, en ocasión del coloquio Viaje al Fondo del Jazz, que se realizó en la ciudad de Puebla de los Ángeles, el año 2007.

Kind Of Blues

Sergio Mondragón

trompeta triste trompeta alegre
trompeta que subes la escalera llegas hasta mi estancia
hasta la nostalgia de mi máquina de escribir
trompeta de Miles Davis que narras viejas historias de tu raza negra
historias de tu esperanza atada por mis dedos
estos dedos que son los dedos de mi padre
los dedos de mis hermanos, de mis enemigos
los dedos de las mujeres que rezaron y cogieron conmigo toda la noche
los dedos de mi vieja tarántula que mastica debajo de la higuera
trompeta escanciada como vino de viñas asoleadas
piadosas viñas de ashram junto al río
trompeta de Davis que tomas la forma de mi falo para ensuciar con flores blancas tu secreto
tu piel de seda tu piano de oscuro cedro
tu piano de copas volcadas sobre el tablero de ajedrez
tu piano ah tu piano tu trompeta de Davis
trompeta, así vas a sonar a la hora de mi muerte
a la hora en que descienda a la tierra del brazo de mis hermanos
todos ataviados de blanco
todos con los brazos cruzados cerrando el círculo de plata
como nos enseñara el viejo Gurú aquella mañana de alcatraces
trompeta, ya te fuiste
ya cayó sobre los discos el frenesí de un Godot
la obsesión de un Howard Frankl, la cal de Octavio Paz espiando las poses de los dioses
la carrera tras la llave que mis dedos bucean
el magnífico calypso que una mujer nos desgrana desde su ventana
como mazorcas mexicanas inscritas en los hábiles dedos de mi mano derecha
Miles Davis, trompeta
te subiste el cuello de tu trinchera amarilla
aquella madrugada
a la salida del club en San Francisco

Estallido

(A los fundadores del jazz en México)
Kuitláuak Macías

En el primer intento,
en el primer latido, dos pájaros resbalan
por los dedos de un dios sensitivo y navegable.
Incendian el pentagrama de revelaciones.
Notas de olor a raíces negras.
Siete florecido desde el centro del firmamento
hasta las costuras tribales del ensueño.

Un círculo de cuerdas pretende la palabra,
ensaya el estallido del alma primigenia.
Esferas que resuenan preñadas de calor.
Cadencia iluminada en mágicos destellos,
retablo de sonidos anclados en conjuros,
intimidad que viene gritando desde el norte
la llamarada interna de nuestro corazón.

Las manos palpan el sol que va naciendo,
improvisan las horas, el paso de los ríos.
Preludio rítmico de ceremonia intrínseca,
tótem sonoro de rostro atemporal.
En intervalos cónicos respira ya la tierra,
percusiones de luces pretenden lo imposible.
Los últimos profetas cobran vida,
regresan de la muerte
impredecibles.

El jazz engendra imágenes eternas,
los filamentos lúcidos del tacto pronunciado
en cuatro códigos de urgentes atavismos.
Místico incienso fundado en el dolor.
Virtuosos los que sueñan
porque de ellos es el mundo de lo cierto.

Suave es el jazz

(Sí Ramón al saxofón el espontáneo cráneo corazón)
Alain Derbez

Yo que siempre toqué sin partitura
Desnudo, improvisando en cualquier foro
Alzo hoy la voz a mitad de un foro
Y narro con detalle la aventura.

Suave es el jazz desde esta tierra dura
Fuerte también como ha de serlo el oro
Indio, negro, español, latino, moro
De mestiza raíz: esto es, muy pura.

El tiempo de mi patria es sincopado
Lo que se mira se oye en sus matices
Arcoiris, volcán, sonido alado.

Ya celestial festín de meretrices
O diabólico solo consagrado
Que cuenta al saxofón sus cicatrices.

 

 

 

 

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