Otra de las joyas fonográficas de 1959 es Time Out, el álbum de Dave Brubeck cuyo máximo mérito estriba en la utilización de compases inexplorados en el jazz de ese momento. «Estas nuevas métricas para la música occidental —le comentó Darius Brubeck a Nuno Veloso en una entrevista para el portal Culto—, por supuesto venían de la música asiática, Turquía, y otros países, los cuales tienen una gran tradición de música improvisada. El gran insight de mi padre fue que los músicos de jazz también podrían aprender a hacer esto».

El proyecto de Brubeck era innovador, pero demasiado audaz como para que las disqueras corrieran el riesgo de producirlo; en la misma entrevista, Darius recuerda:

«El quiebre básicamente en la generación de mi padre fue que los sellos no pensaban que la música experimental podría ser comercial y Columbia Records no quería que él hiciera un disco así. Querían que él grabara canciones de musicales de Broadway, ese tipo de cosas. Pero él sabía lo que quería hacer y simplemente dijo ‹voy a pagar por la grabación yo mismo› y tenía suficientemente poder como estrella —porque el jazz era muy popular en aquel entonces— para hacerles sacar el disco de todas formas. Él no tenía cómo saber que iba a ser un éxito, pero sí sabía que quería llevar esta nueva música al público y, para sorpresa de muchos, realmente pegó, como todos sabemos».

Desde su salida, el disco tuvo una gran aceptación entre el público de todo el mundo, muy pronto se convirtió en el primer disco de jazz capaz de vender más de un millón de copias. El cuarteto formado en 1951 había contado desde el inicio con la voz de Paul Desmond en el sax alto, pero por él habían pasado varios bajistas y bateristas, la formación que logró este registro —Brubeck, Desmond, Eugene Wright en el bajo y Joe Morello en la batería— logró la consolidación definitiva y alcanzó una fama inusitada.

Seis de los siete temas que conforman el disco —Blue Rondo à la Turk, Strange Meadow Lark, Three to Get Ready, Kathy’s Waltz, Everybody’s Jumpin’ y Pick Up Sticks— son de la autoría de Brubeck, el más popular de todos, Take Five, de Desmond. Blue Rondo à la Turk y Take Five tuvieron —y siguen teniendo— especial impacto no solo entre los escuchas del jazz, también entre melómanos afines a otros géneros.

La gran recepción de los escuchas no fue compartida por buena parte de los críticos y conocedores pues cometía una serie de pecados imperdonables: una banda comandada por un hombre blanco irrumpía en un mundo creado y sustentado iconográficamente por músicos afroamericanos; conjuntaba elementos del jazz y de la música clásica, al hacerlo, ambos mundos sentían una pérdida de identidad; y, sobre todo, tenía un gran éxito comercial. «Básicamente, el ecosistema del jazz era alérgico al éxito comercial. Los críticos y aficionados no concebían que se pudieran unir ambos conceptos», afirma Adolfo [sic] en su texto Dave Brubeck: relevancia vs. influencia.

La crítica fue demoledora, en 1960, Down Beat —la revista especializada en jazz más importante en esa época— le otorgó al álbum solamente dos estrellas —la calificación más alta era cinco estrellas—. El sustento para tan baja calificación fue un texto firmado por Ira Gitler en el que, entre otras desacreditaciones, afirmó:

«En la música clásica existe una clase de tontería pretenciosa, llamada en ocasiones ‹semiclásica›, que, para alguna gente, reemplaza al objeto auténtico. Como un paralelo, Brubeck es un músico de ‹semijazz›. Existe un ‹jazz pop› sin pretensiones, como el de George Shearing, por ejemplo, que uno acepta por lo que es. Pero Brubeck, en el otro extremo, lleva ya demasiado tiempo laureado como un músico de jazz serio (…) Si Brubeck quiere experimentar con el tiempo, que deje de insultar al público con esa clase de recursos demoledoramente aburridos»

En Jazz Reviews, Joe Goldberg espetó:

«El jazz no es la forma natural de Brubeck, pero él está decidido a tocar jazz, como si un hombre que conoce quinientas palabras en francés intentara escribir una novela en ese idioma».

Stanley H. White no quiso quedarse atrás y publicó en Jazz Journal:

«La inevitable falta de ritmo, la ausencia del espíritu del jazz —estos atributos indispensables del jazz—, llevan a la derrota a un artista que, por otro lado, es muy inteligente y buen músico».

Con todo, Time Out, además de convertirse en el primer LP de jazz en superar el millón de copias vendidas, en la actualidad se mantiene como el quinto álbum más vendido en la historia del jazz; en 1961 alcanzó el segundo lugar en la lista de Pop Albums de Billboard; Take Five sigue siendo una de las piezas más populares especialmente entre el público lego.

Aunque lejos de la unánime veneración con la cuenta Kind of Blue, Time Out ha cruzado seis décadas no solo con el plumaje incólume sino como parte insoslayable de la historia del jazz.

 

 

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