Su encuentro con el jazz, el festival Raíces, su ingreso a La Manta y algunas reflexiones filosóficas sobre la música, son los temas de esta última parte de la conversación con Francisco Wilka.

Impressions

Miguel Cruz fue subdirector de JazzUV desde su surgimiento, en el 2008-2009 yo tenía que hacer mi servicio social y me invitó a hacerlo como maestro adjunto en sus clases de percusión. Fue la primera ocasión que me puse de frente con el jazz, nunca había tenido contacto con ese género, nunca me disgustó pero no me llamaba la atención, para mí no existía, cuando llegaba a escuchar algo de lo que le dicen latin, más bien lo que escuchaba era afrocubano, y así es en realidad pero tiene muchos elementos del jazz que entonces yo no discernía. Eso me implicó ponerme a estudiar mucho, a conocer música nueva para mí, y también me puso en contacto con una experiencia completamente nueva en el campo profesional porque yo había tocado en ensambles de percusión, no con instrumentos de cuerda, de viento, electrónicos, etc., entonces me costó unos años. Cuando terminé mi servicio social, me invitaron a ser profesor de percusiones en JazzUV, también fue un honor, fue increíble que se presentara esa oportunidad.
Tocar con otros instrumentistas implicó un proceso de varios años de sentirme incómodo y raro, de decir ¿por qué no siento una solidez si yo estoy acostumbrado a tocar cosas rítmicamente más complejas y acá, en cuestiones relativamente más sencillas, no logro encajar bien? Con el tiempo me di cuenta de que era otra faceta de ese mismo aprendizaje que tuve en Guinea de que no es lo elaborado del recurso que utilices sino saber utilizarlo, en este caso tenía que utilizar lo que yo sé pero con guitarrista, con un pianista o lo que fuera, no con un percusionista. Ese fue un proceso fortísimo que inicié en esa parte de mi vida y ahora, por fin, puedo decir que me siento cómodo y sí fue una revelación importante para mí.
Otra cosa es que la manera en la que se daba la música caribeña en JazzUV, yo lo consideraba muy superficial, se hablaba del «latin» muy en general sin decir espérame, aquí hay un negro al que le pegaron 300 años y tal y tal, y entonces surgió este estilo que se toca de esta forma muy particular y en base a ese estilo, pasados los siglos, hicieron un estándar de jazz. Qué malo que le pagaran tanto a los negros pero qué proceso tan rico como para que yo llegue y diga ah, sí, yo toco latin, que es toda esa bola de cosas que quién sabe qué son en realidad. No los juzgaba mal porque yo veía miles de cosas que no sabía de armonía, de historia del jazz, de muchas cosas; hasta la fecha estoy en mucho menor nivel que otros compañeros y está muy bien, es parte de la diversidad.
De lo que vi que faltaba en el contexto de la escuela es que se tratara con más respeto, y no porque se le estuviera faltando al respeto a la música de América Latina sino porque era como si estuvieras tomando un placebo en vez de una medicina, entonces, buena parte de mi chamba hasta la fecha está en tratar de compartir la serie de elementos, de detalles, de aspectos que he encontrado a través del estudio y la práctica minuciosa de distintas músicas de origen africano en toda América Latina y las músicas propias de algunas partes de África, y trasmitir eso los músicos para que forme parte de su lenguaje musical, de su bagaje, sin importar si son jazzistas, músicos populares o lo que sea.
Muchas cosas del latin eran muy naturales para mí por el contacto que siempre tuve con la música negra, cuando entré a JazzUV dije bueno sí, el jazz viene de la música negra pero vi que no había profundidad en algunos aspectos, o por lo menos esa era mi apreciación, entonces por ahí fue una chamba fuerte para mí.
JazzUV, tanto en los festivales como en las actividades del Centro, me ha dado la oportunidad de estar con grandes figuras de la música, que me han marcado, como Osmany Paredes, Mauricio Herrera y Marvin Diz. Se vive muy distinto el contacto con un músico artista popular que con un músico tradicional pero la convivencia es igualmente valiosa.

El gran don de Barrón

Otro aspecto bien importante que se dio en el 2014 o 2015, fue la estancia, durante un año o año y medio, del maestro Guillermo Barrón. Él es lo que yo considero un percusionista de jazz con todas las de la ley, es una persona que yo admiro desde que lo conocí, me parece increíble. No tocaba una vertiente de la música como la que yo había decidido trabajar ni como a la que me interesaba abocarme pero sí tenía muchísimas cosas que yo decía órale, yo quiero saber cómo hace eso, cómo logra esto otro. Fue un cúmulo de cosas que pretendí aprender de él pero, el año en que estuvimos juntos, creo que lo más importante, y que es clave en mi desarrollo como músico, es que con él tomé una idea de lo que es ser un músico profesional, cuando lo vi tocando latin jazz -en la vertiente de la música popular caribeña junto con el jazz-, vi una claridad de lenguaje, una pulcritud en su ejecución y un canal de ideas limpio y directo que llegaba a la gente. También me impresionaba su capacidad de respuesta ante cualquier contexto o situación, ya fuera técnicamente o musicalmente en general.
No era que yo quisiera ser como él en el sentido de lo que tocaba pero sí en el sentido de cómo resolvía lo que quería tocar, cómo lo lograba. Recordé al principal maestro que tuve en Guinea, le apodan D’Artagnan, no sé por qué, se llama Alassane Camara, y a otra serie de maestros, empecé a recapitular y a recapacitar, son impecables.
Recordé también cuando otro gran maestro, el maestro Bolocadá Conde, tocó a dúo con el maestro Ramón Gutiérrez en un festival en Coatepec. Si me ponen a tocar un djembé con un requinto jarocho me cuesta mucho, sí requiere mucha técnica pero también mucha habilidad musical, por obvias razones, el que va a llevar la línea melódica y por lo tanto la guía va a ser el requinto, entonces ¿cómo lo voy a acompañar y que esté haciendo yo también algo interesante, no nada más un fondito para no estorbar?; no se trata de no estorbar sino de aportar. Fue impresionante porque hicieron algo musicalmente hermoso, fue un jam pero era perfecto su acople tímbrico, melódico, complementario.
A raíz de toda esta reflexión que me desató conocer a Memo Barrón, recordé esas cosas y empecé a hilar que eso es ser profesional, tener el dominio de lo que haces para poder utilizarlo en cualquier situación; antes de eso, mi idea era hacerlo lo mejor posible, lo cual es muy diferente (risas), lo hacía con muchas ganas, con mucho ímpetu, pero no necesariamente lo lograba.
En el proceso de acomodarme en el contexto del jazz no terminaba de encajar porque no se trataba de hacerlo lo mejor posible, no es que lo hiciera mal sino qué estaba haciendo con lo que yo tenía. Lograrlo implicaba hacerlo de una manera completamente distinta a la que lo había hecho siempre y yo no terminaba de entender eso. Compartir con Memo Barrón fue determinante en mi carrera, me marcó muchísimo.
Empecé a transcribir mucho material que tenía de memoria, o que estaba en discos o en grabaciones, de música africana y música afrocubana para llevarlo a los alumnos, yo sabía que no iban a dedicarse a eso pero sí iban a aprovechar ese lenguaje, sacar esos elementos del djembé y llevarlos a la tumbadora o al timbal o al cajón.

Raíces

Siguiendo la tradición que venía desde Bakán de organizar talleres, traer maestros africanos y todo esto, surgió el festival Raíces, el principal promotor es Agustín Fernández, conocido por todos como el Guty, junto con su compañera, Guadalupe Luna, excelente bailarina de Maíz Negro. El festival Raíces es un evento magno, en un principio reunía la percusión de Guinea, ahora engloba a África del Oeste, la percusión y la danza afrocubanas, la capoeira Angola -que es una línea de la capoeira que trata de retomar la vertiente más tradicional- y el son jarocho, todo con maestros oriundos de cada región.
Recibe más o menos unas 200 personas, es un campamento cultural, la gente llega y acampa durante 10 días, hay conciertos inaugurales, conciertos de clausura y de lunes a viernes talleres que empiezan a las ocho de la mañana y acaban como a las 11 de la noche, y en la noche se hace un jam o algunas de las secciones culturales se organizan para armar una rumba o un dundumbá o una samba.
Esto es en un rancho en Zoncuantla, Coatepec, es una zona natural protegida, las instalaciones están construidas con ecotecnia, se busca un bajo impacto ambiental, no se utiliza ningún artículo desechable, no se vende ningún producto industrializado, ni embotellado, ni empaquetado, se utilizan baños secos, no se producen aguas negras, toda el agua que se utiliza es de lluvia, almacenada. Se trata de respetar lo más posible el entorno y de fomentar eso con toda la gente que asiste porque el concepto Raíces va hacia la raíz musical y dancística pero también a nutrirnos responsablemente de la tierra, que siempre nos provee pero no siempre lo hacemos de manera sustentable.

La Manta

A la par de la facultad de música, siempre estuve tomando talleres de jarana, de zapateado, siempre he escuchado el son jarocho y he estado presente de forma esporádica y mi pareja me decía ¿por qué ninguno de los del son jarocho te llama? Hace año y medio me invitaron a participar en La Manta, no es propiamente un grupo de son jarocho sino que tiene un repertorio de música mexicana en el sentido amplio de palabra y viene muy a la sazón de lo que he escuchado, de parte de lo que he practicado y, además, de lo que me gusta y me interesa entonces, para mí es muy afortunado.
Con mi inclusión, La Manta aprovecha cosas que yo tengo, los aspectos de lo africano son, hasta cierto punto, un ingrediente nuevo o que refresca o que enriquece al grupo, pero también me da un empujón porque me ha metido en el proceso de retomar la marimba.
En ese proceso, ahorita estoy trabado entre que sí sé lo que tengo que hacer pero me hace falta aplicarme, entre que hay cosas nuevas y no sé bien por dónde porque no las he experimentado y lo que más experimentado, no hay manera que lo sepas, no hay manera que te lo platiquen, hay que entrarle y darle hasta que sientas que esas cosas que son nuevas para ti, ya las sientes y te las apropias.
Se me hace muy afortunada la idea de Hiram [Marcor], y del resto de los compañeros de La Manta, de que yo toque marimba porque ya hay percusión, está muchas veces Paisa [Manuel López] en el cajón, está Hiram en la batería pero el lado armónico está menos fuerte porque todo está solamente en la guitarra o la jarana huasteca.
Desde que salí de la escuela, en 2009, dejé la marimba porque tenía ganas de tocarla pero no tenía dónde. Lo que estoy haciendo ahora con la marimba es en el contexto popular pero no tomando la marimba chiapaneca, que ni la domino y casi ni la conozco porque no es de mi gusto, respeto muchísimo el gran trabajo y la tradición que se tiene en Chiapas, Guatemala y Centroamérica pero a mí lo que me gusta más es el componente de la línea africana que viene expresado en el balafón, que va más hacia lo rítmico, lo polirrítmico y también queda muy bien para acompañar en la marimba, más bien estoy trabajando sobre eso, es mi gran reto en este momento de mi vida y estoy buscando acomodarme para lograr replantearme, no es fácil para mí, y yo creo que para nadie, pretender alcanzar un buen nivel en un instrumento relativamente nuevo cuando ya tengo buena parte de mi carrera hecha en otras cosas, pero confío en lograrlo de buena manera.
A mí no me gusta anunciar profecías ni hablar de cosas maravillosas que, según yo, van a acontecer pero tengo la fe y el gusto personal de que algo muy, muy bueno va a suceder cuando logre cuajar el trabajo que estoy haciendo en la marimba, no por mí sino en lo colectivo.

Spiritual

Nada más quisiera agregar que cuando cité a los músicos tradicionales, cuando cité un ritual, una fiesta, una celebración en una aldea africana, cuando cité los toques de tambor de la Regla de Osha, son cosas que tal vez no siempre logre pero encierran una idea completa de la música en el sentido de que es un lenguaje creado por la humanidad y como tal debe trasmitir, pero, igual que uno no se para en un crucero a parlotear cualquier cosa, no puede hacer la música sin sentido.
La ideología tzotzil dice que para que algo nazca, siempre algo se tiene que sacrificar, así como el sol tiene que sacrificarse para caer a la tierra y darle calor, y la tierra se sacrifica con ese calor para que nazca una planta, y esa planta se sacrifica para alimentarnos, y el silencio se sacrifica cada vez que uno interrumpe su existencia, entonces, la música es sagrada porque rompe el silencio y si vas a sacrificar a esa entidad que es el silencio, no lo puedes hacer en vano.
A partir de todos los puntos que cité anteriormente, me gusta la idea de que la música es algo sagrado, es algo espiritual y en la medida en que los músicos lo tomemos de esa manera, va a tener una función existencial mucho más importante y poderosa.
No solo es la calidad técnica, no solo es el conocimiento, la utilización de conceptos, sino cuál es tu intención cuando estás tocando, eso yo creo que es más importante. Un punto importante en la respuesta de por qué la música es necesaria es ese, es importante porque es la posibilidad del ser humano de expresar algo y transformar a los demás, producir algo en los demás a través de los sonidos.



PRIMERA PARTE: Los primeros golpes
SEGUNDA PARTE: ¡Está Bueno!
TERCERA PARTE. La matria
VER TAMBIÉN: Conversación con Francisco Wilka │ Avance

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