No sé si la información la obtiene a través del secreto de confesión, pero todo lo que ha dicho el padre Alejandro Solalinde en los últimos años -desde la administración de Fidel Herrera-, ha resultado cierto, lo que lo convierte en el mejor candidato para encabezar a la Fiscalía General del Estado.

Ayer, Solalinde estuvo en Xalapa. Habló con los medios para refrescar la memoria sobre los hechos ocurridos durante los gobiernos de Fidel Herrera y Javier Duarte, pero también para hacer una crítica fundada a la actuación de la Fiscalía General del Estado y su titular. La iglesia tampoco salvó el pellejo.

Pero lo más importante, lo que debiera prender las todas las alarmas del gobierno federal, es que lo que hemos conocido de la existencia de fosas clandestinas en Santa Fe y Alvarado –donde se han encontrado al menos 300 cráneos y más de 14 mil restos óseos-, podría ser apenas la punta del iceberg de una tragedia humanitaria inimaginable.

Solalinde dijo que estos hallazgos nada son frente a lo que existe, pero que no se ha descubierto, en Coatzacoalcos, Acayucan, Tierra Blanca, Orizaba y Córdoba. ¿Volverán las autoridades a ignorar esta advertencia?

Él fue el primero en hablar de la gravísima situación de los miles de personas desaparecidas en Veracruz, de la suerte que corrieron muchos de los migrantes a manos de la delincuencia organizada en el sur de la entidad, del destino de cientos de cuerpos en fosas clandestinas y cuevas, y hasta de la última ubicación de Javier Duarte en un rancho de Chiapas. Todo se confirmó.

A finales de octubre pasado, Solalinde dio a conocer que el ex gobernador Javier Duarte estaba escondido en Chiapas, en un rancho ubicado entre las comunidades de Villa Flores y Villa Corzo. Incluso, publicó un mapa con las coordenadas precisas, sin embargo, las autoridades federales –las del estado no tenían entonces la menor intención de buscarlo- tardaron el tiempo suficiente para que el prófugo ex funcionario pudiera escapar.

Todo esto lo ha hecho a bajo costo, sin el personal ni los recursos humanos y materiales para llevar a cabo su investigación, ni con toda la parafernalia de la Procuraduría General de Justicia o de la Fiscalía General del Estado.

Su trabajo ha sido con sentido común, recorriendo las zonas de conflicto, hablando con las gentes, con otros miembros de su grey, pero sobre todo, informando con responsabilidad en cada caso. Pero resulta que el gobierno –a pesar de la veracidad de sus dichos- le ha hecho muy poco caso en todo este tiempo.

En lugar de reconocer a Solalinde como una fuente de información confiable, las autoridades lo han visto como un activista incómodo, como un irredento de la iglesia que suele traer problemas y cuestionamientos a los gobiernos de las entidades que visita. Pocos lo quieren cerca y muy pocos reconocen su trabajo.

Pero los resultados ahí están, a la vista de familiares y autoridades, las cuales han tenido que aceptar a regañadientes que tenía razón. Muchas cosas, muchos eventos, muchas víctimas seguirían ocultas y en la impunidad si Solalinde no hubiera intervenido de manera consistente. Que hoy se conozca la dimensión del holocausto que vive Veracruz y otras regiones del país se deben a su incansable activismo.

No es gratuito que hace un par de semanas, el Comité Noruego aceptara la postulación del sacerdote Alejandro Solalinde para el Premio Nobel de la Paz 2017, en reconocimiento a la defensa de los derechos humanos de los migrantes. “Gran compromiso que asumo con toda humildad en favor siempre de las víctimas”, escribió entonces en su cuenta de Twitter.

Si este galardón se le concede, el Estado mexicano y el gobierno de Veracruz tendrán una verdadera piedra en el zapato. No sólo se reconocería la grave crisis humanitaria que vive nuestro país –en particular nuestro estado-, sino que su figura ya reconocida en el extranjero tomará dimensiones insospechadas. Lo que diga tendrá un peso moral demoledor, además de que se convertirá con frecuencia en noticia internacional. Nadie podrá acallar su voz, ni siquiera ignorarla.

Durante su visita de ayer no dejó títere con cabeza. Recordó que fue durante el gobierno de Fidel Herrera Beltrán cuando se inició la ola de secuestros y se disparó el índice de criminalidad en el estado, como resultado de la complicidad oficial con la delincuencia organizada; incluso, presentó un viejo audio donde se menciona al ex gobernador como el Zeta uno.

Del gobierno de Miguel Ángel Yunes criticó que no tiene voluntad política para realizar la búsqueda de personas desaparecidas. “Les falta amor, vocación; no están ahí por servir a la gente, sino porque les gusta el poder el dinero”, dijo. Y ya encarrerado, también señaló duramente a sacerdotes y obispos, que aún sabiendo de la situación, guardaron un silencio cómplice.

De Jorge Winckler dijo que no tiene el perfil ni la sensibilidad para ser el Fiscal del Estado, algo de lo que los propios Colectivos ya lo habían acusado, pero que el gobernador Miguel Ángel Yunes desestimó en la defensa que hizo de su muchacho. Ahora que lo dijo Solalinde, el góber mejor hizo mutis.

Las del estribo…

  1. Que sacerdotes y obispos hayan sabido de lo que pasaba en Veracruz y lo ocultaran a cambio de favores del gobierno, muestra la gangrena social que padecemos. Y falta conocer lo peor.
  2. Investigan al diputado local del PRD, Sergio Rodríguez Cortés, por presunto robo de vehículo. No cabe duda que la alternancia también sirve para ocultar los pecados más vergonzantes.
  3. Hace 23 años que asesinaron a Colosio. Nunca sabremos qué hubiera pasado si lo hubieran dejado ser Presidente. Como cada año, evocaremos a la nostalgia, porque de su discurso nada queda.