¿Alguien podría poner en duda, a estas alturas, que la selección del candidato priista a la gubernatura en 2016 forma parte de la confrontación de dos proyectos políticos rumbo a la elección federal de 2018?

¿Se puede pasar por alto que quienes quieren colocarse en la fila para la próxima nominación presidencial del PRI buscan fortalezas en los proyectos políticos estatales y que varios de esos proyectos, entre ellos el de ganar la elección en Veracruz, estarán en juego a partir de enero o febrero?

Aunque suene a premura, en la ciudad de México hay una abierta batalla por aparecer en los medios de comunicación del más reciente de los posibles sucesores de Enrique Peña Nieto, el Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, quien está apareciendo permanentemente en las portadas de los principales rotativos nacionales, sea por la reforma educativa o por el tema que se le ponga en la mesa.

A punto de cumplir 38 años el próximo 12 de diciembre, sus ondas expansivas ya han llegado al corral jarocho. Sus visitas a la entidad han motivado innumerables comentarios por supuestas o reales señales a favor de una de las corrientes que buscan obtener la candidatura; las referencias elogiosas para con las acciones que ha llevado a cabo el gobernador Javier Duarte de Ochoa, como la de revelar la existencia de más de 2 mil 170 ‘aviadores’ en la SEV que serían dados de baja, han fortalecido la hipótesis de una cercanía política.

Apenas el pasado 11 de noviembre, cuando acompañó al presidente Enrique Peña Nieto a la inauguración en Xalapa del Clúster Científico y Tecnológico Biomimic, prodigó un trato amable y de cercanía al diputado federal Alberto Silva Ramos, dirigente estatal del PRI; y fue el mismo titular de la SEP quien trajo la representación presidencial al quinto informe del gobernador Javier Duarte de Ochoa, el pasado domingo.

Ciertamente, en la división por regiones que ha hecho la Presidencia de la República, al joven funcionario le corresponde ser el enlace entre el gobierno federal y Veracruz, pero hay muchas voces que lo han identificado con Alberto Silva Ramos desde que era jefe de la Oficina de la Presidencia.

Luis Videgaray está haciendo el contrapeso

Como todo mundo sabe, la otra carta que se mueve en la misma dirección rumbo al 2018 es la del Secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso, quien pese a los graves problemas de crecimiento económico que ha mostrado el país, ha logrado, mediante la imposición de nuevas formas de control presupuestal y recaudación fiscal, la estabilidad en las finanzas federales, a nivel macroeconómico, y aunque las turbulencias internacionales han hecho caer a otras economías, México ha mantenido el crecimiento gracias al mercado interno, lo que no es poco decir.

La opción más clara del titular de Hacienda para la sucesión veracruzana en 2016 es, sin duda, el senador José Francisco Yunes Zorrilla, presidente en el Senado de la Comisión de Hacienda y antiguo compañero de estudios, con quien ha establecido hace ya mucho tiempo una fuerte relación política y de colaboración, que se ha manifestado incluso en la intermediación del Senador para lograr acuerdos con el gobierno veracruzano en materia de reestructuración de la enorme deuda pública.

En el equipo que se la juega con el peroteño habría que agregar al Secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade Kuribreña, quien tiene bajo su responsabilidad los más apetitosos estandartes usados en los procesos electorales, los programas sociales, aunque él ha reiterado que serán blindados para evitar su utilización a favor de cualquier candidato.

A primera vista, independientemente de que Yunes Zorrilla supera con mucho a su oponente Silva Ramos en la preferencia que han mostrado las encuestas, si tuviéramos que medir el peso de los secretarios de Enrique Peña Nieto, la balanza se inclinaría a su favor por la fortaleza de Videgaray y la solvencia de Meade. Sin embargo, es claro que el Presidente de la República está dando manga ancha al titular de la SEP para que reúna sus canicas y esté en posición de lidiar una posible decisión que le favorezca en 2018.

El problema de Nuño Mayer, sin embargo, va más allá de ser el fiel de la balanza en Veracruz. Tanto para él como para cualquiera que logre la candidatura presidencial priista será esencial que en Veracruz gane su partido. De las tres entidades con mayor votación, una prácticamente la ganará Morena con Andrés Manuel López Obrador, el Distrito Federal, por lo que le quedarán solo el Estado de México (donde el sucesor de Peña Nieto, el gobernador Eruviel Ávila Gallegos, ha dado muestras de creciente debilidad por la incontrolable violencia y la galopante corrupción) y Veracruz.

En aras de ese necesario triunfo, pese al apoyo de Aurelio Nuño a la corriente encabezada por el gobernador Javier Duarte de Ochoa, Peña Nieto tendrá que seleccionar a quien le garantice el triunfo en Veracruz, quien no tenga ligas con un gobierno que muestra graves argumentos en contra en materia de deuda pública, corrupción e inseguridad, y que pueda ofrecer una cara distinta a la que se ha visto en los últimos 11 años.

Y puede ser José Francisco, pero también Héctor Yunes Landa, vinculado cercanamente con el tercer presidenciable más sonado (y no lo digo en términos de preferencia), el sonorense Manlio Fabio Beltrones, actual Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, quien ya ha impuesto candidato en su estado natal y estaría buscando lograr también los amarres necesarios para cumplir con el sueño que, en 2012, tuvo que dejar en manos de Peña Nieto: la Presidencia de la República.

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