Alguna vez me presentaron con la maestra Rocío Sagaón pero nunca tuve trato con ella más allá del saludo cordial que intercambiamos las pocas veces que coincidimos en alguna función de danza o de teatro. Quizá ni siquiera me recordaba pero correspondía a mi saludo con amabilidad y cortesía, dos de sus tantas virtudes.
No tuve trato con ella pero sé que fue una eterna hacedora de belleza, una esteta que lo mismo creaba esculturas efímeras y aéreas que danzas modeladas en barro con sus propias manos. Una militante del aire y de la tierra.
«Cuando tocamos una pieza de cerámica -declaró alguna vez-, tocamos las manos de quien la hizo, tocamos una parte de sus sueños. El barro unido a las manos conlleva alegrías, lágrimas, suspiros, memorias antiguas y actuales. Vidas no vividas, vidas truncadas y anhelos, algunos convertidos en realidades»
¿Cuántos sueños dejó sobre la tierra?, ¿cuántas memorias?, ¿cuántos anhelos convertidos en realidad? Las personas como ella dignifican a la especie, nos hacen volver a creer que el ser humano, con todo lo que de depredador tiene, es un constructor de dichas y sueños ajenos.
Del barro vino para dialogar con el barro y al barro ha vuelto. Del aire vino para danzar con el aire y en aire se ha convertido. Hoy es nube en nuestro cielo y tierra fértil en la suela de nuestros zapatos. Hoy se ha ido, dichoso sea su viaje.

La danza.
La danza siempre, oficio de alción
(Alejo Carpentier)

Mujer de sueños y anhelos,
mujer de aire y de tierra,
mujer que el odio destierra
con esculturas y vuelos;
mujer de barro y de cielos
fue Rocío Sagaón.
En su última función
dejó sembrado su fruto;
hoy la danza está de luto
hoy se ha cerrado el telón.

Hoy se ha cerrado el telón
pero queda la poesía
plasmada en la alfarería,
grabada en el corazón;
queda su vuelo de alción,
vuelo que es convocatoria
para arribar a la gloria
a donde hoy ha partido;
queda su siembra, su nido,
su presencia, su memoria.


 

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