Actualmente, Noel Josafat García Melo, además de ser docente de la Facultad de Música de la UV, dirige el Coro de la Universidad Veracruzana, la Camerata Coral de la Facultad de Música, el coro Altus y el Ensamble Veracanto, para llegar ahí, tuvo que pasar por diversos instrumentos y muchas circunstancias, así me narró su historia:

Donde el águila paró y su estampa dibujó…

Yo soy originario de Ciudad Valles, San Luis Potosí. En mis recuerdos de niño y en recuerdos reconstruidos con mis padres, primos, tías y tíos, desde los cinco años yo mostraba interés por la música, en aquellos tiempos existían unos estuches de lápices que eran como pianitos y me compraron varios porque me compraban uno, se acaba la pila y me compraban otro, desde ahí mostré que me gustaba y tenía la facilidad.
En la familia de mi mamá, que son nueve hermanos, hay un tío que toca la guitarra y canta música popular, y en cada reunión familiar que hacíamos en navidad, año nuevo, un cumpleaños o cuando nos reuníamos todos en la casa de la abuelita, los tíos veían el fútbol o platicaban, los primos jugábamos, y ese tío, de repente sacaba la guitarra y se arrancaba a tocar y a cantar.
Mi abuelo era huapanguero, yo tengo recuerdos de que tocaba el violín, muy vagos porque murió cuando yo tenía dos años y medio, pero sí tengo recuerdos de eso. Hay otros tíos, hermanos de mi mamá, que no tienen estudios de música pero les gusta cantar.
Yo viví un tiempo en casa de mi abuela y ahí vivía un tío que es melómano a morir, compraba muchos discos y casetes, teníamos un consola y escuchábamos mucha música. Después vinieron los estéreos y los cds., que en aquel tiempo eran una maravilla, y yo agarraba los discos y los casetes y me ponía a escuchar música. Mi gusto por la música siempre estuvo acompañado, dentro de la casa, por la afición que tenían mis familiares y de alguna manera todo eso me enriqueció muchísimo.

Revelaciones

La música es una revelación mayor
que toda la sabiduría y la filosofía
(Ludwig Van Beethoven)

Cuando cumplí siete u ocho años, me compraron un teclado electrónico Yamaha chiquito, de tres octavas, y me acuerdo que mi papá decía le doy una semana para que o lo descomponga o lo deje. Yo no sabía absolutamente nada pero el teclado traía un método muy sencillo y con ese empecé a sacar canciones y me empezó a gustar.
Después me metieron a clases de teclado y ahí empecé el estudio, no formal todavía porque eran talleres pero ya con un maestro, y mi gusto por la música fue creciendo y creciendo. Empecé a aprender más cosas con los talleres que tomaba y de repente me ponían a tocar en la escuela el Día de las Madres o cosas así y yo me ponía súper nervioso porque era un niño muy introspectivo y tocar en público era algo difícil, pero conforme va pasando el tiempo, uno va aprendiendo a vivir con esos nervios.
Después, un amigo que me dijo hay unos cursos de música en la tarde, tú tocas el teclado, ve. Fui, daban clases de solfeo y clases para aprender a leer la música, pero yo no sabía que en realidad era un entrenamiento para niños y jóvenes para que los más avanzados conformaran la Banda Municipal de Ciudad Valles. Un día nos dijeron vénganse tal día, vamos a elegir el instrumento; yo quería aprender el saxofón pero llegué tarde y me dijeron ya no hay saxofón, pero tú tienes labios de trombonista, me dieron un trombón y empecé a tocarlo.
Como a los 12 o 14 años, entré a los talleres de piano y de batería. Después llegaron unos instrumentos de cuerda a donde ensayaba la banda y me eligieron para que aprendiera violín, empecé pero me pasó una cosa muy curiosa, creo que eran unos instrumentos rescatados, no recuerdo bien pero no estaban en buen estado, se reventó una cuerda y me pegó en la cara, me enojé y dije ya no voy a seguir; no sé si fue el trauma de la cuerda o no sé qué fue, pero dejé el violín.

Decisiones

A la edad de 14 años tuve un momento muy duro porque murió mi padre, en esos casos uno empieza a madurar más rápido.
Cuando estaba en la prepa, primero quería ser médico, después, psicólogo, pero no tenía idea de que la música se pudiera estudiar y mucho menos de que se pudiera vivir de eso, esas charlas que dan de orientación vocacional a veces no sirven. Yo no sabía qué iba a estudiar cuando terminara la prepa pero supe que un amigo estaba estudiando música en el Conservatorio de Las Rosas y ahí fue cuando me cambió el panorama, dije caray, o sea sí se puede estudiar música. Al principio fue difícil convencer a mi madre, pero mis tíos le dijeron si está demostrando que le gusta eso y que se siente bien, pues déjalo que estudie lo que él quiera.
Se convenció y empezamos a buscar opciones, vimos que hay un conservatorio en Morelia y una facultad de música en la Ciudad de México, después alguien nos dijo en Xalapa hay una facultad de música y es muy buena, entonces decidimos venir acá a preguntar de qué se trataba.
Yo ya estaba tocando un poco de piano, me recibió el maestro Enrique Márquez [y Sauza]—fallecido ya—, que en aquel entonces era director de la Facultad y me dijo ya estás muy grande —yo tenía 15 o 16 años— pero pásale y toca, a ver que tal lo haces. Toqué algo, no me acuerdo qué pero no era la gran cosa, y me dijo no está mal, podemos pedir una dispensa de edad, prepárate un año, porque ahorita ya no son los tiempos, y el próximo año presentas el examen.

Las manos y sus arcanos

Me moví de Ciudad Valles a San Luis Potosí, la capital, para estudiar en una escuela de música que atiende niños y jóvenes que se llama Julián Carrillo, simultáneamente estaba terminando la prepa. Seguía estudiando trombón y piano. Entré a la orquesta de la escuela y me acuerdo que veía cómo estudiaba las partituras el director, se veía casi como si estuviera imaginando la música. Luego, verlo en el ensayo mover las manos y hacer que la música surgiera fue algo que me llamó mucho la atención, nunca se me olvida ese momento en el que dije yo quiero ser así, la dirección me atrapó ese momento.

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: La ruta de la batuta
TERCERA PARTE: El gesticulador


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