El gran río de la serpiente, el del gran Quetzalcóatl que decidiera adentrarse en el mar a través  de su desembocadura  para perderse por siempre y vivir eternamente en nuestra mitología regional,  el río Coatzacoalcos que no solo atraviesa estas tierras planas sino también siglos de historia, un tiempo que no se olvida. En sus riberas vivieron los Olmecas, de las primeras sociedades de América que construyeron un gran imperio, cuyo legado cada día sabemos que es mas grande de lo imaginado, en estas planicies llenas de agua, de lagunas, de pantanos, de un brazo de río que se desprende y vuelve a unirse para formar la isla de Tacamichapan, las tierras de la Malinche, del pasó de extranjeros que viajaban de Nueva Orleans  a California,  pues este río casi atraviesa el istmo mexicano.

En los últimos tiempos, manchado por el aceite, por el petróleo, contaminado por la industrialización y el crecimiento poblacional que atrajo la industrialización. Hasta mediados del siglo pasado  el río era el único medio de transporte de la gran zona que abarca sus riberas, sus afluentes. Cuenta mi madre nacida hace 84 años en Aguacatepec, en la isla de Tacamichapan, que todo lo que producían en los ranchos era traslado remando hasta Minatitlán, que era el puerto y el principal centro de la economía regional por la refinería imponente que se mira cuando la embarcación va llegando a esta ciudad de guetos formado de diversos orígenes, el intenso tráfico que mueve sus aguas y las lanchas rápidas que se atraviesan abusando de su velocidad, haciendo zozobrar a la embarcación que van remando el abuelo y ella, una niña de siete años, volcándose al agua toda la panela (piloncillo), yéndose a pique el trabajo de la siembra de la caña, cuidado, cosecha y muchos días de elaboración del dulce, mas de veinte personas esperaban el regreso, su parte de la venta, su trabajo, su esfuerzo.

Un río y una selva que proporcionaba muchos alimentos a sus pobladores al grado de rechazar trabajar en la pesada industria, siempre ardiente, emitiendo humos, en medio de los calores insoportables de estas tierras. Era mejor cazar, sembrar, comer los frutos de la vida, refrescarse en la memoria de tanta sabiduría acumulada por los años, por una cultura y una forma de vida que viene de muy endenante, como se dice aquí, en las creencias milenarias arrebatas y hoy día conviviendo con las que llegaron de España y de muchas partes. Un río que ha visto arribar los tiempos hasta hoy día de tantos problemas sociales, tantas injusticias, la sangre que mancha también sus aguas.

Esta es la historia que narra la nueva producción de Los Cojolites llamada Rema Rema y que esta semana esta dándose a conocer en las plataformas y redes de internet, con dos sencillos, Nada es Verdad en donde el grupo se hace acompañar con la voz de Natalia Lafourcade  y Rema Rema, que da nombre a esta producción realizada por Greg y Camilo Landau. El material esta integrado por seis composiciones de Los Cojolites, dos de Antonio García de León y uno de la tradición. Algunas de la composiciones de nuestro grupo son sones jarochos y otros son música que producimos a partir del son jarocho. La instrumentación es la tradicional del son jarocho, requinto, jaranas, vozarrona, cajón, marimbol. El disco completo será dado a conocer el día 17 de noviembre. Esta producción será presentada en diversos escenarios del estado y del país próximamente.

Agradecemos a Natalia Lafourcade su participación y su compromiso que ha adquirido con nuestra organización para construir de nuevo el Centro de Documentación del Son Jarocho que fue afectado con pérdida total por los sismos de septiembre.