Como te digo esto, te afirmo lo contrario. El mensaje oficial por un lado y la realidad por otra. Incongruencia y sin sentido.

Pocos en los gobiernos reconocen problemas, retos y amenazas; todavía menos aceptan errores, pérdidas y retrocesos, cuando los hay. Y raros, los que en verdad explican y convocan a enfrentarlos.

Desde los pinos hasta la nopalera demasiados, repiten y repiten que todo va bien; y que lo que se reconoce que anda mal es transitorio, mínimo y poco importante. A fin de cuentas, del catálogo de declaraciones repiten que no pasa nada y viene lo mejor.

Rechazan, niegan y ocultan una realidad que, a las y los millones de habitantes, resulta una cotidianidad, un sufrir y padecer a diario.

Difunden y pagan costosos mensajes, caras campañas y distribuyen cuantiosos recursos a medios y comunicadores, encargados de propagar añoradas fantasías y esperanzadoras buenas intenciones.

Federales, estatales y municipales ocultan y niegan el problema hasta que éste, a fuerza de la realidad e inevitablemente, se convierte en noticia y en nuevo tema del mismo discurso gubernamental triunfalista, fantasioso y evasivo.

Cuando esto sucede. Entonces sí, no hay memoria ni historia, poco importan antecedentes, imprevisiones y alertas. Mucho menos irresponsabilidades, ineficiencias y corrupción.

Tragedia social que se repite con mayor o menor intensidad en todo México. Historia interminable de limitaciones y sacrificios forzados a los que se somete a generaciones y generaciones.

Autistas y escapistas

En la historia reciente de Veracruz, salvo excepciones, el discurso oficial se ha caracterizado por negar y negar limitaciones y fracasos de las mismas y repetidas políticas de impulso al crecimiento y empleo y sus insuficientes alcances. Las niegan tanto o más, como a los notorios avances y expansión de la pobreza, aunque se señalara y comprobara, que ya la padecían más de 4 millones de veracruzanos.

Con el tiempo, dicha política fue desmentida por una obvia y notoria realidad, resumida pero bien representada por dos importantes acciones: remesas y becas oportunidades.

La más cuantiosa e importante, la de las remesas de los pobres que ayudan a los pobres; y la otra, la de becas oficiales, sobre todo del programa federal OPORTUNIDADES, ahora convertido en PROSPERA.

En remesas se reciben alrededor de 1,200 millones de dólares anuales que constituyen importante sustento y apoyo a cientos de miles de familias.

En cuanto a becas federales,  Veracruz ocupó rápidamente el primer lugar del país y ahí se ha sostenido. Informes y estadísticas al respecto, empezaron a mostrar y siguen mostrando pendientes y rezagos por la cobertura y alcance, que todavía no es al cien por ciento. No hay empleos, salarios y prestaciones, evidente asistencialismo en expansión.

Entre ambas, remesas y becas, se estima superan el millón de familias veracruzanas beneficiadas. Veracruz convertido en estado de becarios.

Debe comentarse, que las aportaciones y alcances de programas y acciones de desarrollo social y asistencial estatales y municipales, se desconocen en buena medida, por opacidad y falta de rendición de cuentas. Se sigue en espera de la difusión de padrones de beneficiarios estatales y municipales y, del prometido pero hasta hoy no integrado y difundido, padrón único de beneficiarios.

Para colmo del descredito del citado discurso local, en los últimos dos años el mismo gobierno de la República destapa la tragedia del hambre que padecen alrededor de un millón de veracruzanos.

Por lo pronto, se sabe que el mismo gobierno federal ha aumentado el programa sin hambre, a 85 municipios y planea hacerlo a más, porque faltan muchos hambrientos por atender.

Qué curioso, lo que antes se negó y negó, hoy es una política federal a que se suman y aprovechan, muchos de los que antes negaron la existencia del problema. Fotos, actos, declaraciones y discursos, auto promoción con cargo al presupuesto, de administradores y beneficiarios de la pobreza y el hambre.

Lo que es más preocupante en el combate oficial a la pobreza y el hambre y en otras políticas públicas, es que algunos de los responsables, no todos, en los ámbitos de gobierno federal, estatal y municipal, de todos colores y olores, resultan adictos a simulación y engaño, a manipulación y condicionamiento de programas sociales y asistenciales, usan y abusan de   opacidad, discrecionalidad y clientelismo pera sacar provecho de la pobreza y el hambre. Eso, sin mencionar, por ahora, el injusto endeudamiento.

Las crisis que vienen

Así que urge el cambio de actitud y de discurso oficiales. Con mayor razón ante lo evidente y ampliamente difundido, que ha cambiado situación y perspectiva económica de la economía mundial.

La caída de precios del petróleo, el crecimiento histórico de las reservas petroleras de EEUU. La devaluación del peso frente a un dólar que puede llegar a los 16 pesos. La afectación del debilitamiento institucional a causa de corrupción y delincuencia. El impacto en finanzas públicas de por si socavadas y hasta quebradas, bajo administraciones cuestionadas y de preocupante crecimiento del endeudamiento público. El crecimiento demográfico, la migración campo ciudad en aumento, frente a la falta de empleos bien pagados y sus prestaciones. La implacable inflación y para colmo una política fiscal plagada de limitaciones y defectos.

Además, muchos otros aspectos que, dependiendo del estado y municipio, son más profundos e incrementan los ya de por sí importantes rezagos sociales, con sus respectivas inconformidades y protestas.

En fin, todo indica que los diversos ámbitos de gobierno deben cambiar actitud y discurso, comportamiento, y relación con la sociedad, con más y mejores resultados comprobables.

Imprescindible erradicar engaño y simulación, para fortalecer eficiencia y evaluación. Disminuir declaraciones y lograr, en verdad, más inversiones. Hechos y resultados, transparencia y rendición de cuentas, aliento y apoyo a la auténtica participación social constituyen, entre otros, el mejor discurso oficial, a la fecha ausente.

Urgen dialogo y comunicación para integrar un esfuerzo plural y democrático. No aceptar, como dogma de fé, discurso e informe oficial; pero tampoco descalificar y excluir, sin informarse y enterarse de lo que sucede. Respeto y disposición a la civilidad democrática.

*Academico.IIESES-UV@RafaelAriasH Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasHdez.