La captura de El Chapo puede ser un caso para la reflexión. Fue un hecho simbólico, ideal para ser explotado mediáticamente. El gobierno supo cómo acrecentar dicha explotación, al festejarlo con cierta dosis de austeridad.

Una parte de la sociedad mexicana debió alegrarse por la captura de un individuo que, entre muchos otros crímenes, dijo haber mandado a asesinar a entre 3 mil y 4 mil personas. Pero en Sinaloa, una parte de la sociedad –que incluía a muchos jóvenes de la sociedad bonita– desfiló con mantas confeccionadas por profesionales que decían: “Queremos libre al Chapo”.

Y las manifestaciones siguen.

Por supuesto, en la Cámara de Diputados y fuera de ella, tal expresión pública ha sido categóricamente reprobada. Reporteros de Culiacán explicaron a Carmen Aristegui que diversos manifestantes entrevistados tuvieron expresiones como estas: El Chapo nos trajo bienestar, nos dio trabajo, reparte.

Estos manifestantes atienden solo a su necesidad y conveniencia, apagando toda consideración de cualquiera otra índole: trasiego de estupefacientes, asesinatos masivos, crueldad sin contemplaciones, reducidas a cero. La conciencia dividida. Unos se alegran en general porque concuerda con su supuesta tabla de valores, otros porque se sienten vengados, y unos más (sinaloenses) han activado la cara de la conciencia que concuerda con sus intereses.

Esto no es una descomposición de la sociedad, los manifestantes sinaloenses no son distintos del resto de los mortales. Menos aún cuando han sido formados –como todos– en la aspiración insaciable por el consumismo y el entretenimiento.

La de El Chapo fue una aprehensión principalmente simbólica porque –como se ha dicho hasta el cansancio– el despido del CEO (chief executive officer) visible de esa poderosa multinacional de las drogas no cambiará a esa empresa y su estructura organizativa. Se designará a uno nuevo. Más aún si se trata de una multinacional peculiar que mantiene visibles a los operadores que en su gran mayor parte son carne de cañón para cometer los crímenes que le son necesarios, y mantiene en el más recio secreto la organización de la parte política y militar multinacional que son parte integral de la misma empresa.

La conciencia dividida. Ahí están los criminales que activan su conciencia a modo de acallar cualquier sentimiento que les impida matar y matar, igual que El Chapo. Ahí está también la parte del ejército político y militar que desde la oscuridad activa la conciencia a modo que su complicidad y participación en la multinacional sólo les deje el regalo del gran consumismo. Son también criminales, pero su conveniencia e intereses es lo único que para ellos cuenta.