Alguna vez, en charla con un periodista que fue mi maestro en la Septién, me dijo lo abominable que le resultaba entrevistar a los diputados porque: “Tienes que escuchar sus mentiras, soportar sus groserías y publicar sus pendejadas”.

Y es verdad, ningún entrevistado es tan insoportable como un diputado, y si es legislador local uuuta. Salvo honrosísimas excepciones que las hay, se sienten semidioses tocados por un halo divino y piensan que no los merece ni el suelo que pisan. Son intolerantes y por lo tanto repelentes a la crítica a la que invariablemente toman como asunto personal.

Además tienen fama de soberbios, prepotentes, altaneros, petulantes, arbitrarios e inmorales. Y por supuesto de incultos, corruptos y bandidos (con sus honrosas excepciones, reitero).

En síntesis, son una calamidad.

Este lunes los reporteros que cubren el Congreso le preguntaron a la diputada local Adriana Linares Capitanachi que preside la Comisión de Gobernación, sobre el problema sustantivo que trae de cabeza a los veracruzanos desde hace años: la inseguridad.

Una mujer con más preparación y educación hubiera contestado más o menos en este tenor: “Entiendo la preocupación porque la inseguridad es un problema que nos afecta a todos. Desde el Congreso los compañeros legisladores y una servidora, estamos pidiendo medidas más efectivas para combatir este flagelo».

Y ya metida en terrenos del Ejecutivo quizá habría contestado así: “A pesar de que el nuevo gobierno tiene poco más de dos semanas en el cargo, puedo asegurarles que tanto el gobernador Cuitláhuac García, como la policía estatal y las fuerzas militares y navales, están haciendo su máximo esfuerzo para que la inseguridad se vaya de Veracruz”.

Insisto, más preparación y un poco de sentido común le hubieran permitido salir airosa y todos contentos. Pero doña Adriana no tiene tanta preparación… es apenas una diputada local.

Linares Capitanachi ni siquiera dejó que una compañera reportera terminara de armar su pregunta y se le fue encima: “Son los medios los que presionan de esa manera para obtener resultados” le dijo a la reportera, pero ésta le reviró: “No son los medios los que están presionando, son los ciudadanos quienes exigen seguridad”. “Se está trabajando y yo creo que por parte de usted es demasiada la presión al decir que en diecisiete días se tenga una solución y muchas gracias” dijo la diputada. “Yo no le estoy diciendo que en diecisiete días” le contestó la reportera, pero la diputada ya le había dado la espalda.

“Qué grosera”, dijo alguien y tuvo razón, pero qué esperaban. ¿Acaso no sabían que estaban tratando con una diputada?

El Manual de Carreño (que próximamente será cambiado por la Constitución Moral), sugiere que tras una grosería debe venir una disculpa, pero difícilmente la habrá. Es casi seguro que la legisladora diga que los reporteros sacaron de contexto sus palabras; que no le perdonan que provenga de la cultura del esfuerzo; que son unos misóginos y que de seguro los billetearon para «golpearla».

Es decir, de grosera pasará a ofendida y punto final.

A propósito de lo sucedido circula en redes un video donde campechanean la entrevista de la diputada con lo que decía AMLO en campaña: “El poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos. Hay quienes ocupan cargos y se echan a perder”.

Es una pena que doña Adriana jamás haya visto esos videos; aunque no creo que hubieran servido de mucho. Ella es diputada; tiene un halo de divinidad que la protege hasta de lo que diga el hombre al que le debe la curul.

bernardogup@nullhotmail.com