Le robo esta frase a la maestra Volga de Pina. Desde luego es una exageración y un permiso verbal, pero para mi generación y los que vivimos con tanta intensidad la elección presidencial de ese año, (y que además en mi caso fue la primera en la que voté por un Presidente de México), resulta muy cierta. Ese año (introducido ya por el sexenio de Miguel de la Madrid, 1982-1988) significó la consolidación de los tecnócratas economistas neoliberales en el poder que aliados con ciertas élites económicas y políticas como el grupo Atlacomulco, han conservado el control de la política económica y de la Secretaría de Hacienda (SHCP) por más de 30 años.

Hay que reconocer que la crisis económica que generó el final del gobierno de José López Portillo (1976-1982, con la abundancia petrolera, también trajo como reacción posterior las políticas de control del déficit y de estabilidad financiera recetadas por el Fondo Monetario Internacional que efectivamente permitieron romper con la inflación descontrolada y la debilidad en las balanzas comerciales y públicas. Sin embargo, está comprobado que en estos últimos 35 años la pobreza y la pobreza extrema se incrementaron, la marginalidad se agravó y, sobre todo, la concentración de la riqueza se hizo más profunda, provocando que la distancia entre ricos y pobres se agrandara de manera grotesca e inimaginable a niveles mucho peores que en cualquier periodo anterior de la historia México.

A partir de Miguel de la Madrid, México no ha crecido a más de 4% anual, salvo en un par de años que creció a 5 y 6%, el resto de las administraciones neoliberales no trajeron el crecimiento necesario para promover el desarrollo parejo del país. A diferencia de las décadas de los 40´s, 50’s, 60’s y 70’s, en las que México tuvo tasas de crecimiento de más de 6% con varios años en los que fue de hasta 8 y 9%.

El punto de quiebre de esto fue precisamente el sexenio de López Portillo que vivió en el espejismo del bum petrolero y que exacerbó el dispendio y la corrupción que ya venían siendo prácticas comunes de los gobiernos priistas.

Así, México postrevolucionario y de la post guerra mundial, tuvo administraciones federales que tuvieron la capacidad de invertir en el desarrollo económico y en la mejoría de los niveles de vida, que dio lugar al ascenso social de millones de personas. Sin embargo, ese periodo también se caracterizó por una democracia incipiente y débil, por la corrupción, el control político y por la represión social y militar.

Los años 70 y 80 dieron paso a las reformas político-electorales que permitieron la apertura democrática y pluripartidista, que finalmente desembocaría en las elecciones de 1988 que siguen manchadas por el fraude electoral que le arrebató el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas, y luego en el año 2000 el triunfo de Vicente Fox. A pesar de todo ello, el drama nacional ha sido que después de la crisis económica provocada al final del gobierno de Lopez Portillo en 1992 y 1993, y a pesar de los buenos números absolutos de las finanzas nacionales y del crecimiento macroeconómico, los niveles de vida de la gran mayoría de los mexicanos no ha mejorado y se ha empeorado (y por nivel de vida no se trata solamente de ingreso bruto, si no de calidad de vida en todas sus esferas: educativa, medioambiental, sociocultural, etc.).

Una Presidencia de Andrés Manuel López Obrador, ha sido interpretada por muchos como una vuelta al pasado, tanto en la parte económica como en la parte política. Desde mi punto de vista en ambos análisis se equivocan los que así lo juzgan.

Es cierto que su triunfo significará un rompimiento con el grupo que controla actualmente las finanzas públicas, el equipo neoliberal que se ha venido reproduciendo en la SHCP desde 1982, que seguramente será remplazado por una visión más de promover el crecimiento interno a través de la inversión pública, pero ello no quiere decir abandonar la disciplina financiera. El programa propuesto por López Obrador es uno de inversión en los más marginados del país, de inversión en eliminar la pobreza. Y desde luego, todo ello traerá como consecuencia una reorientación del gasto público, dejando de privilegiar los intereses creados en estos últimos 30 años desde Salinas de Gortari.

Creo que el mayor cambio con un gobierno de Andrés Manuel será en la parte económica, y por eso hago la referencia a 1988, no porque signifique un cambio de régimen político o legal, sino porque será la oportunidad ahora de las políticas de izquierda que en otros países ya se han implementado. Tuvimos que haber transitado por el periodo neoliberal para llegar al chance de un giro, y ahora deberemos esperar a que ese giro demuestre que fue el correcto, pero no lo podemos juzgar desde antes.

Por otro lado, está la preocupación por un estilo autoritario del ejercer el poder. AMLO ha señalado que su gobierno será el de un Presidente fuerte, pero ello no quiere decir que será autoritario. Es cierto que en sus expresiones muchas veces hay un voluntarismo que tendrá que corregir, pero quiero exponer a continuación algunas frases de su discurso de cierre de campaña que para mí es ya un discurso histórico y que significa un mensaje de moderación, de respeto a la ley y de respeto a sus opositores que en lugar de preocupar, tranquiliza. Estas son algunas de sus frases que desde mi punto de vista dan tranquilidad, pero que también nos abren un camino muy diferente a lo que hemos escuchado en los últimos 100 años en México.

Además de recordar a los luchadores políticos y sociales que hablaron y practicaron la lucha democrática en las últimas décadas, lo cual habla de una memoria y de un referente ideológico y paradigmático, AMLO nos ofrece declaraciones de la mayor importancia para decirnos que respetará la ley y las instituciones, y que hablan de una visión política moderada. Aquí algunas de ellas:

“….con anticipación decidimos poner las ideas por delante, apostar a la vía pacífica…”

“Habrá un auténtico Estado de Derecho bajo la premisa liberal de que al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie. Seremos respetuosos de la división de poderes y de la soberanía de estados y municipios. Como decía Juárez, nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho. Nadie será espiado, perseguido, reprimido o desterrado…”

“Se establecerá una auténtica democracia. Desde la Presidencia de la República promoveremos elecciones limpias y libres, combatiremos  las prácticas ilegales y perversas de compra de votos, las amenazas y el uso faccioso del presupuesto en beneficio de candidatos y partidos….”

“Vamos a enfrentar estos graves problemas sin violar los derechos humanos. No voy a delegar esta responsabilidad: asumiré la coordinación del gabinete en esta materia….”

“Va a perder el partido conservador pero no habrá represalias. Buscaremos la unidad hasta donde se pueda, pero no apostamos a la unanimidad ni al pensamiento único. Estamos empeñados en construir una democracia, no una  dictadura.

Nuestros opositores siempre tendrán respeto y nunca los veremos como enemigos”.

“Vamos al cambio por el camino de la concordia. México somos todos. El gobierno representará a ricos y a pobres, a creyentes y no creyentes, y en un ambiente de libertades plenas construiremos una sociedad mejor, más justa, más igualitaria, más democrática, amorosa y fraterna”.

Todo esto que señaló Andrés Manuel me habla de un hombre que trae una convicción personal democrática, pero que también manda señales de respeto y moderación.

Me parece que debemos apostar primero a esto, que no deberíamos apresurarnos a juzgar o prejuzgar. El verdadero riesgo para México en este momento sería la discordia, el desacuerdo que lleven a una oposición ella sí intolerante y facciosa a no respetar la voluntad popular y la ley. Mañana en la mañana sabremos cual será la configuración de los poderes en México, pero mañana en la mañana también deberemos empezar a escucharnos, a dialogar y a conversar de maneras distintas, a respetarnos y a pensar en lo mejor del otro, a pensar el bien en el otro.

Para mi generación, hoy, esta elección, significa devolvernos el triunfo de 1988, devolvernos la esperanza en la democracia, y devolvernos el México que se dividió tan atropellada y deliberadamente que no podemos ni reconocer la pobreza delante de nuestros ojos, devolvernos el México que tenía una presencia y un prestigio internacional por ser un país de cultura, de paz y de liderazgo internacional no aliniado ni aleniado.