En casi tres meses, al Fiscal Jorge Winckler le ha fallado casi todo: la estrategia, el equipo de trabajo, su exposición pública y mediática, el timing político, pero sobre todo, una conciencia personal sobre lo que implica su responsabilidad. Tal vez el agobio por la cantidad excesiva de asuntos que debe atender, le hace olvidar que al menos los colectivos con los que se enfrentó ayer –decir que fue una reunión sería un eufemismo-, no son organizaciones políticas o que persigan algún fin de lucro a los que les pueda imponer su autoridad.

Aunque “los temas de la Fiscalía los trata el Fiscal”, el desempeño de Winckler empieza a ser un lastre para el Gobernador del Estado. Ayer, su actitud arrogante y desinteresada provocó un duro enfrentamiento con los colectivos que buscan con encomiable afán saber el paradero de sus familiares desaparecidos. Muchos de ellos saben que encontrarlos con vida es algo casi imposible. Pero no dejarán de luchar por conocer la verdad.

Si había alguna posibilidad de conciliar intereses –la lógica indica que entre quien busca justicia y quien se encarga de proveerla, no tendría por qué haber diferendo-, ayer el propio Winckler dinamitó cualquier expectativa. Hizo todo lo posible por exacerbar el rechazo y dio forma a una tormenta perfecta, ante la atónita mirada del Subsecretario de Derechos Humanos de la SEGOB, Roberto Campa Cifrián.

Si muchos veracruzanos hemos experimentado indignación y enojo por las trapacerías cometidas en el pasado reciente, el sentimiento de dolor profundo por la pérdida de un ser querido y la victimización que han sufrido por parte de las autoridades a lo largo de varios años, es algo que evidentemente Winckler no entiende, aunque debería. Difícil para quien sólo ha litigado por negocio.

Como si se tratara de alguien que va a denunciar el robo de un celular –el cual también tiene el derecho de la justicia-, el Fiscal asumió que la reunión convocada ayer con el Subsecretario Campa y los colectivos era un “encuentro más de trabajo”, donde como cualquier subordinado, tendrían que esperar con resignación a que el funcionario tuviera el tiempo para atenderlos.

Sólo así se explica su reacción de intolerante molestia al reclamo de hacerlos esperar, afuera de las instalaciones de la Fiscalía, por más de dos horas. ¡Les pido respeto!, espetó a bocarrajo, sin mediar disculpa, el novel funcionario cuando se encendieron los ánimos por la demora. Nunca entendió que la falta era suya, que era suya la responsabilidad del desencuentro y que estaba fracturando un vínculo muy frágil en uno de los temas más delicados que enfrenta la autoridad por su trato humillante.

Y habrá quien diga que se está exagerando, pero no. Las fotografías con los familiares de los desaparecidos dando la espalda a los funcionarios, o las mujeres arrebatando la palabra al Fiscal, una y otra vez, para decirle que nuevamente son víctimas de la autoridad, han dado un golpe seco en la credibilidad de la institución y su titular. Jorge Winckler ha dejado de ser un interlocutor válido, y en aras de la autonomía, tampoco lo podrá ser el Gobernador. La tormenta se avecina.

En cambio, para Campa Cifrián, estos episodios no son un terreno pantanoso que desconozca. En su encargo, ha tenido que reunirse cualquier cantidad de veces con los padres de los normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, el conflicto social y político que ha marcado la administración de Enrique Peña, sin que la responsabilidad original fuera del gobierno federal, sino de un perredismo putrefacto que hoy esconde la mano.

Cuando se cuestionó la inexperiencia del Fiscal desde que fue mencionado como candidato al cargo, en efecto, había un interés político de poner en entredicho a la naciente administración estatal. Sin embargo, al paso de las semanas, ha quedado demostrado que tal cuestionamiento no era infundado, y que esa falta de experiencia ha puesto a la Fiscalía General del Estado contra las cuerdas. Ha perdido la confianza de antiguos aliados y el Gobernador empieza a tomar distancia.

Para mantenerse en el cargo, a Winckler no le alcanzará con ser el brazo ejecutor de la revancha política de Miguel Ángel Yunes. El tema de los miles de personas desaparecidas transita ya por cortes internacionales y ha sido un dolor de cabeza para el gobierno federal, como para confiar en un fiscal inexperto e insensible. Ayer mismo, el propio Roberto Campa debe haberse preguntado dónde andaba Luis Ángel Bravo.

El escenario para Winclker es el peor posible: casos que se multiplican por miles, aparición de nuevas fosas, investigaciones que no avanzan, omisiones, falta de recursos para realizar pruebas de ADN, el desconocimiento funcional de la Fiscalía y ahora, un abierto desencuentro con las víctimas.

Hace tiempo que a los familiares de los desaparecidos se les acabó la paciencia. Hoy empiezan a montar el patíbulo del improvisado fiscal.

La del estribo…

  1. Los alcaldes no son atendidos y son plantados por la Secretaría de Finanzas; los diputados locales pelean por la iniciativa para reestructurar la deuda; la violencia se recrudece en todas las regiones del estado; el gabinete ni se ve ni se oye… ¡ahhh, como huele al duartismo!
  2. Los milagros del hueso: y como por arte de magia, el Orfis empezó a ver todo con una claridad diáfana.