Y mientras en el OPLE se otorga constancia de mayoría a Miguel Ángel Yunes Linares como Gobernador electo y el PRI anuncia que recurrirá ante el Tribunal Electoral para echar atrás los resultados, en los medios de comunicación cunde rápidamente el ánimo inquisitorial, un afán siniestro por elaborar listas con aquellos a quienes el próximo gobierno debe llevar a la guillotina o repatriar a un imaginario Archipiélago Gulag.

La prensa, en efecto, vive tiempos efervescentes. Ante sus ojos aparecen circunstancias novedosas para cuyo análisis ya no alcanzan las simples herramientas que eran suficientes para hablar del priismo (fuego amigo, apoyos, traiciones, hipocresías alucinantes, acuerdos bajo la mesa, protecciones escalofriantes, colusiones y espinosos apapachos), y que hubieran estado perfectas si el ganador hubiera sido Héctor Yunes Landa.

Las cosas pueden cambiar tan radicalmente en la  conformación del gabinete y los equipos de gobierno (hasta la más humilde jefatura de departamento), que no somos capaces de calibrar el terremoto que cimbrará la estructura de gobierno; tampoco, de dónde sacará Yunes Linares a todos los colaboradores con los que sustituirá a quienes, habiendo lucrado con los puestos administrativos, despedirá de manera fulminante en los primeros días de su breve estancia en Palacio de Gobierno.

Un sector de los columnistas que hace tiempo anda tras su urgente reconocimiento, que se anuncia como el sector crítico e inmaculado de la prensa veracruzana y que ha tramitado la adquisición de premios de periodismo como credenciales insustituibles para ser tomados en cuenta entre los políticos y los lectores, empiezan a enarbolar la bandera de la santa inquisición.

Aunque durante la campaña jugaron con todos los equipos partidistas, de los que recibieron pingües recursos, hoy se manifiestan casi como legendarios seguidores de Yunes Linares y, a través de su prosa maltrecha y caótica, piden castigos a diestra y siniestra, no solo sobre políticos de altos y bajos cargos sino también sobre periodistas y medios de comunicación, como suponiendo que el próximo gobernador implantará una política altamente represiva y de venganza delirante contra quienes se identifican con el priismo y el gobierno duartista, así como de nulo respeto a la libertad de expresión y una continuación del estado de indefensión que los periodistas hemos vivido particularmente en el sexenio de Javier Duarte de Ochoa.

Como en la asunción del régimen bolchevique en la Unión Soviética, estos periodistas claman ser los colaboradores de las fuerzas de inteligencia y de seguridad del nuevo gobierno, por convertirse gozosamente en los nuevos soplones y desplazar no solo a los periodistas vergonzantes sino también a las mejores plumas, porque piensan peregrinamente que con ello lograrán tener un reconocimiento que les ha negado su torpe imaginación y su pésima escritura.

Con el próximo cambio de gobierno, la prensa veracruzana, en efecto, tendrá su propio tsunami. Varios medios de comunicación impresos que, por vivir exclusivamente de adular al régimen y torpedear a sus enemigos, perdieron a sus lectores, tendrán que empezar de nuevo o apagar sus prensas. Ante la escasez de recursos, como política pública el nuevo gobierno podrá decidir publicitarse en los medios más leídos, con un mayor número de lectores y mayor influencia política, lo que arruinará seguramente a cientos de medios (impresos o electrónicos) que en realidad no están haciendo periodismo sino un burdo negocio que, para colmo, no tiene ningún impacto social.

Algunos empresarios de medios podrían, incluso, enfrentar en tribunales juicios por la publicación de injurias y difamaciones, ordenadas por quienes están en el poder. Unos cuantos colegas preferirán ir a otros escenarios para ejercer su profesión, ante el temor de que el próximo gobierno les incaute su libertad de expresión. Todo ello ha pasado por la mente de más de uno pero la verdad es que puede ser producto de una percepción equivocada.

Si algo bueno podría hacer Miguel Ángel Yunes Linares como Gobernador sería romper con el maleficio de Veracruz sobre sus comunicadores, la afrenta que significa para la libertad de expresión la desprotección de los periodistas y la impunidad para quienes han quitado la vida a más de 16 comunicadores, dignificar la relación del gobierno con la prensa, y no hacer caso a delirantes llamados de ciertos periodistas que solo buscan convertirse en los nuevos soplones.

El PRI se mantendría en el poder en 2018

Los resultados electorales del domingo 5 de junio en 12 estados del país que eligieron un nuevo Gobernador muestran un poderoso deseo de alternancia que permitió el cambio de partido en el gobierno de ocho entidades, entre ellos, Veracruz, donde el PAN (en alianza con el PRD) logró el triunfo con Miguel Ángel Yunes Linares. Estos vientos de cambios, sin embargo, mantienen al PRI en posición de mantener el poder en el gobierno federal en los comicios de 2018.

No son apreciaciones de índole cualitativa sino basadas en datos numéricos duros, las que permiten observar que, al menos con poco más de 30 por ciento de los votos, el PRI ganaría las elecciones presidenciales que vienen. En efecto, las derrotas priistas en los estados de Veracruz, Durango, Tamaulipas y Quintana Roo, donde nunca ha gobernado un partido distinto al PRI, sumadas a las sufridas en Chihuahua y Aguascalientes, hicieron que el PRI, a partir de diciembre, solo gobierne en territorios en que viven 55 millones de personas, 13 millones menos que antes de los comicios.

El escritor y periodista Jorge Zepeda Patterson, en el portal Sin Embargo, señala:

“Parecería una debacle para el partido en el poder y un claro signo de que está en camino de perder la elección  presidencial en 2018. A juzgar por la reacción del PAN, cualquiera diría que si los mexicanos votaran hoy mañana mismo el blanquiazul regresaba a Los Pinos. No es así. Una lectura más fina de los datos del domingo revela que Terminator está tan vivo como siempre”.

Para fundamentar su hipótesis, Zepeda señala que la suma de todos los votos de la reciente jornada electoral (11.5 millones). Si México, añade, “sólo consistiera en las doce entidades en las que hubo elección de gobernador, la votación nacional habría quedado de la siguiente manera: PRI 32 por ciento con 3.6 millones; PAN 29 por ciento con 3.3 millones; Morena 20 por ciento con 2.3 millones y PRD 14 por ciento con 1.6 millones”.

Agrega una circunstancia común en tres de las entidades en que el PAN logró la alternancia: tanto en Veracruz como en Durango y Quintana Roo, la falta de peso del PAN y el PRD “les obligó a ir por candidatos desairados por el PRI”.

Un factor, sin embargo, permitiría que la oposición le arrebate Los Pinos al PRI: las alianzas. Según el analista, “el PRI ganaría la presidencia con apenas un tercio de los votos. Pero eso significa que dos tercios estarían votando por otro partido. Cualquier alianza entre ellos haría trizas al tricolor. Esa es la verdadera pesadilla para Peña Nieto y los suyos”.

Para él, el tema anecdótico es que la izquierda sería capaz de ganarle al PAN y al PRI siempre que fuera unida. En la hipotética elección presidencial del 5 de junio la izquierda habría ganado si Morena y PRD no estuvieran separados. “Sumados obtuvieron 34 por ciento de la votación; dos puntos más que el PRI y cinco más que el PAN. En caso de llegar unidos al 2018 potencialmente serían la fuerza a vencer”.

Esto por supuesto es casi imposible, dada la absoluta renuencia de Andrés Manuel López Obrador a cualquier alianza con sus excorreligionarios.

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