Hace unos años, al llegar a la habitación de un hospital público en el que se encontraba mi abuela materna ya inconsciente desde hacía varios días por un supuesto derrame cerebral, alcancé a escuchar a uno de los médicos que le atendía explicarle a una de mis tías su opinión en torno a su condición de salud, “la señora ya no se va a levantar, ella ya es un vegetal que ni oye ni siente, sólo está quitándole el lugar a otros enfermos, lo mejor es que ya se la lleven”. Como es de imaginar, yo enfurecí con dicho médico por esa manera tan fría y poco empática de explicarnos la situación de mi abuelita, poniéndolo en evidencia no solo con el demás personal, sino también con los pacientes de a lado, los cuales reaccionaron ante mí desahogando sus sentimientos, ya que también habían sido mal tratados por ese médico. “Haga usted algo por favor” me pedían, a lo que yo respondí que sí. Elaboré mi queja describiendo detalladamente el caso, y la envié al director del hospital con copia para otros más con supuesta autoridad para hacer algo. Nunca recibí ninguna respuesta. Estoy segura de que historias como ésta se repiten a diario.

A partir de ahí empecé a interesarme por saber ¿qué puede volver a los médicos tan insensible?, ¿cómo ese trato puede afectar a la salud del paciente e inclusive de sus familiares?, ¿enseñarles cómo deben tratar a sus pacientes será suficiente? Ahora, a casi ocho años de ese suceso, y después de haber tenido la oportunidad de escuchar a cientos de médicos platicarme cómo han sido las condiciones en las que fueron formados: con exceso de carga laboral, poco o nulo tiempo para convivir con sus familiares y amigos, pocas horas de sueño, mal trato, acoso y discriminación,  y eso por mencionar algunas de la gran cantidad de adversidades a las que se enfrentan, se podría explicar de alguna manera esa falta de sensibilidad y de empatía.

Ahora bien, por un lado, los médicos mencionan sí poseer el conocimiento de cómo deben tratar a sus pacientes, la importancia de la empatía en su quehacer diario;  comentan que se les han impartido cursos, talleres y demás para tratar de mejorar esas habilidades de comunicación y relación entre el médico y su paciente, sin embargo, mencionan, no han aprendido cómo manejar ese ambiente adverso en el que están inmersos, inclusive llegando a presentar síntomas de depresión, estrés y ansiedad, ante esta situación, como cualquier otro ser humano, ¿cómo van a llevar cabo su trabajo exigiéndoles actitudes positivas, si ellos por dentro están agotados, deprimidos y ansiosos?, entonces ¿qué es lo que está faltando hacer con ellos?.

Es obvia la necesidad de cambiar las condiciones laborales de los médicos desde su formación como profesionales, y debería ser una prioridad para las autoridades responsables realizar las acciones pertinentes con la sobrada evidencia que existe de dicha situación, pero, ¿y si hubiera la posibilidad de que ,además, los médicos “aprendieran” desde su formación cómo mantener el dominio sobre su entorno (independientemente de lo adverso que éste pudiera ser), a sacarle el mayor provecho posible, sin que éste les afecte?, afortunadamente la evidencia demuestra que esto sí es posible. Ya en otros países como España y Estados Unidos, se han implementado intervenciones psicoeducativas con miras a fortalecer el bienestar psicológico de los médicos desde que son estudiantes, cuyos resultados han demostrado un aumento de su bienestar psicológico y de la empatía hacia sus pacientes, y una disminución de la depresión, ansiedad, estrés, burnout e inclusive de errores médicos, que muchas veces causan daños irreversibles en sus pacientes.

Ahora bien ,¿Qué se entiende por bienestar psicológico?, partiendo de la reciente ciencia llamada Psicología Positiva, a grandes rasgos y como algunos autores concluyen, “es una experiencia que puede ser aprendida de manera voluntaria, disciplinada y autónoma, atribuyendo una gran importancia a tres condiciones principalmente; estar y sentirse bien en el presente, queriendo y actuando para estar y sentirse bien en el futuro, lo que facilita la relación consigo y con las personas que lo rodean”.

Desde esta perspectiva, el bienestar psicológico de los médicos debe volverse una competencia más e igual de importante a evaluar y fortalecer durante su proceso formativo, de tal forma que incluir en su currículo formal actividades que lo fomenten, permitirá el desarrollo de su potencial humano, facilitándoles un mejor rendimiento académico y profesional, ayudándolos a realizar un trabajo más gratificante, tanto en su etapa de estudiantes como posteriormente en su vida profesional.

Sin embargo, para que dicha incorporación ocurra dentro de las escuelas de medicina (pre gado y post grado), se requiere una verdadera intervención de la autoridades educativas correspondientes, para convencer a la comunidad académica de incluir el proyecto de manera permanente, donde además deberá involucrarse plenamente, llegando a ser un ejemplo para sus alumnos.

Ya para terminar, es importante hacer mención, que la propia voz de nuestros médicos en formación ha sido la plataforma principal que ha motivado a buscar alternativas para esta situación, y espero que teniendo la evidencia en sus manos del problema y de las posibles soluciones, las autoridades correspondientes faciliten los espacios para la intervención, de tal forma que los resultados, no solo en la vida personal de los médicos, sino también en la calidad de la atención que brindan a sus pacientes, se empiecen a ver en pocos años.

 

CAROLINA DELGADO DOMÍNGUEZ

ESTUDIANTE DEL DOCTORADO EN PSICOLOGÍA

INSTITUTO DE PSICOLOGÍA

OBSERVATORIO DE EDUCACIÓN MÉDICA Y DERECHOS HUMANOS

UNIVERSIDAD VERACRUZANA