Plagiar, nos informa el Diccionario de la Real Academia Española, proviene del latín tardío plagiāre ‹robar esclavos›, ‹comprar o vender como esclavos a personas libres›, y nos provee, como primera acepción del verbo, de la definición: Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias.

El plagio es el pecado más grande que puede cometer un artista. Alfredo Bryce Echenique, escritor peruano, se ha visto inmerso en más de un escándalo internacional por esa debilidad tan suya de firmar con nombre propio textos que salieron de otras plumas. Ante una de las numerosas acusaciones, en una declaración que hizo al portal Luces, se defendió invocando a Borges (quien formará parte central de esta colaboración): «El plagio, como decía Borges, es incluso un homenaje. Borges le plagió a medio mundo. Yo no siento haber plagiado a nadie. El texto de Willy niño es un trocito así (gesto de los dedos), el resto es mío».

El sentido del humor es, necesariamente, hijo de la inteligencia y cuando ésta es copiosa, que no copiona, el humor se desparrama hasta inundarnos los ojos de lágrimas concebidas bajo espasmos hilarantes. Borges rindió un par de lúdicos homenajes a sendos plagiarios, uno concebido en su aún iluminada soledad, Pierre Menard, autor del Quijote, contenido en el libro de 1941 El jardín de senderos que se bifurcan, y el otro escrito al alimón con el mayor de sus cómplices, su paisano y caro amigo Adolfo Bioy Casares con quien tramó los Cuentos de H. Bustos Domecq entre los que figura el Homenaje a César Paladión.

El hipotético novelista francés Pierre Menard se impuso una insólita tarea, la escritura íntegra y textual del mayor clásico de nuestra lengua, el Quijote. «Mi propósito es meramente asombroso», confesó al narrador quien nos aclara que «No quería componer otro Quijote -lo cual es fácil- sino ‹el› Quijote. Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran -palabra por palabra y línea por línea- con las de Miguel de Cervantes»

En una suerte de catarsis del regocijo, continúa:

«Es una revelación cotejar el Don Quijote de Menard con el de Cervantes. Éste, por ejemplo, escribió (Don Quijote, primera parte, noveno capítulo,):

«… la verdad cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.

«Redactada en el siglo XVII, redactada por el ‹ingenio lego› Cervantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia. Menard, en cambio, escribe:

«… la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.

«La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa. Menard, contemporáneo de William James, no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió. Las cláusulas finales –ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir– son descaradamente pragmáticas».

Pierre Menard fue publicado en 1941, un año más tarde, en complicidad con Bioy Casares, llevó el personaje al extremo con el Homenaje a César Paladión, escritor argentino que publicó su primera novela, Los parques abandonados, en 1909 en Ginebra donde «ejercía el cargo de cónsul de la República Argentina». A un año de publicada, revelan los autores, la ópera prima provocó un dislate intelectual que, lejos de mellar el prestigio del autor, lo ensalzó:

«En el otoño de 1910, un crítico de considerable fuste cotejó Los parques abandonados con la obra de igual título de Julio Herrera y Reissig, para llegar a la conclusión de que Paladión cometiera —risum teneatis— un plagio. Largos extractos de ambas obras, publicados en columnas paralelas, justificaban, según él, la insólita acusación. La misma, por lo demás, cayó en el vacío; ni los lectores la tomaron en cuenta ni Paladión se dignó contestar. El panfletario, de cuyo nombre no quiero acordarme, no tardó en comprender su error y se llamó a perpetuo silencio. ¡Su pasmosa ceguera crítica había quedado en evidencia!

« (…) Estamos así ante el acontecimiento literario más importante de nuestro siglo: Los parques abandonados de Paladión. Nada más remoto, ciertamente, del libro homónimo de Herrera, que no repetía un libro anterior. Desde aquel momento, Paladión entra en la tarea, que nadie acometiera hasta entonces, de bucear en lo profundo de su alma y de publicar libros que la expresaran, sin recargar el ya abrumador corpus bibliográfico o incurrir en la fácil vanidad de escribir una sola línea.»

Solo nueve años duró la lúcida actividad creadora de tan insigne escritor ya que en 1919 «La muerte lo sorprende en plena labor; según el testimonio de sus íntimos, tenía en avanzada preparación el Evangelio según San Lucas, obra de corte bíblico, de la que no ha quedado borrador y cuya lectura hubiera sido interesantísima.»

Indubitablemente, la literatura universal sufrió una fractura insoldable con la pérdida de tan destellante pluma que, por otro lado, dejó un legado considerable:

«El período 1911-19 corresponde, ya, a una fecundidad casi sobrehumana: en rauda sucesión aparecen: El libro extraño, la novela pedagógica Emilio, Egmont, Thebussianas (segunda serie), El sabueso de los Baskerville, De los Apeninos a los Andes, La cabaña del Tío Tom, La provincia de Buenos Aires hasta la definición de la cuestión Capital de la República, Fabiola, Las geórgicas (traducción de Ochoa), y el De divinatione (en latín).

« (…) Aclaremos que Paladión, fuera de alguna reminiscencia escolar, ignoraba las lenguas muertas. En 1918, con una timidez que hoy nos conmueve, publicó Las geórgicas, según la versión española de Ochoa; un año después, ya consciente de su magnitud espiritual, dio a la imprenta el De divinatione en latín. ¡Y qué latín! ¡El de Cicerón!»

Esperanzador y conmovedor es el final: « (…) aplaudimos la iniciativa de un grupo de diputados de los más opuestos sectores, que propugna la edición oficial de las obras completas del más original y variado de nuestros litterati»

Hasta aquí las lúdicas ficciones, mañana hablaremos de algunos casos de la vida real que nos harán declarar: Nadie rebaje a lágrima o reproche esta demostración de la maestría de Dios. Todo esto porque el sábado por venir se celebrará, por veinteava ocasión, el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, decretado por la UNESCO en 1995 e implementado a partir del siguiente año.

En su mensaje de este año Irina Bokova, Directora General del organismo, afirma: «No hay nada como un libro. Un libro es un vínculo entre el pasado y el futuro. Es un puente entre generaciones y entre culturas. Es una fuerza para crear y compartir la sabiduría y el conocimiento.»

Mañana continuamos, por lo pronto dejen un ratito el Facebook, midan su estatura, tomen libro, léanlo, duerman con él y mañana, cuando vuelvan a medirse, descubrirán que habrán crecido, aunque sea unos milímetros.

SEGUNDA PARTE: Plagios, citas, guiños, homenajes │ Elogio del plagio / II

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