Ochenta y ocho dedos danzando nerviosos sobre diez teclas de cristal, esa es la imagen que tuve cuando escuché por primera vez a Oscar Peterson, un pianista cuyo virtuosismo, exhaustivo dominio técnico y velocidad apabullante se convirtieron, para muchos, menos en atributos para el asombro que en alimento para la denostación. Frío, mecánico, inexpresivo, obseso de la técnica y la velocidad son algunos  de los argumentos que esgrimieron sus detractores,  quienes excluyeron de su alegato el dominio del swing, el  sentido del blues e, incluso, el felling con que el pianista montrealés abordó muchos standars y baladas.

La velocidad y el dominio de la técnica no llegaron solos, “siendo todavía un niño empezaba a practicar por las mañanas temprano. Hacía escalas, diferentes ejercicios y ensayaba las piezas clásicas que preparaba en ese momento. Tras un descanso me retaba a mí mismo: daba libertad a la mano izquierda mientras mantenía la derecha a tempo y luego invertía el proceso.

Practicaba unas 18 horas diarias. Me puse a ello cuando decidí que de verdad quería tocar”.

Al principio fue el aliento, prohibido alimento

Oscar Emmanuel Peterson nació entre pianistas el 15 de agosto de 1925, en Montreal, Canadá. Pese a que su padre y sus dos hermanos mayores tocaban el piano y el órgano, y él mismo tomó lecciones de piano clásico a los seis años, optó por la trompeta, instrumento que estudió hasta que la tuberculosis, que lo mantuvo casi un año en cama, lo alejó de los instrumentos de aliento. Volvió a las teclas y a los 14 años ganó su primer concurso como aficionado. Teddy Wilson fue el primer pianista que lo atrapó, pero el hallazgo de Art Tatum lo impactó de tal manera, que puso su carrera al borde del precipicio:

“Cuando empecé a introducirme en el mundo del jazz todavía era un niño y mi padre se percató de que alardeaba de mis capacidades, así que me puso el disco de Art Tatum, Tiger Rag. Al principio yo hubiera jurado y perjurado que eran dos los pianistas; cuando por fin admití que se trataba de uno solo dejé de tocar durante un mes. Pensé que no había esperanzas para mí y que no tenía sentido practicar.”

Desaliento y reinvento

Retomó el instrumento e inició un estudio riguroso de la obra de Tatum, su excepcional memoria musical y el desarrollo de su habilidad le permitían retener las vertiginosas líneas melódicas del pianista de Ohio y repetirlas con notable fidelidad. Comenzó así a delinear los primeros trazos de un estilo que habría de convertirse en paradigma.

Comenzó a tocar en la radio y en 1944 se integró a la orquesta de Johnny Holmes, una de las más prestigiadas de Canadá. Ese mismo año el productor Norman Granz reunió a más de una docena de estrellas del jazz y organizó una serie de jam sessions que denominó Jazz At The Philharmonic (JATP), con las que dio la vuelta al mundo.

Viaje a las estrejazz

Granz conoció a Peterson en un club de Montreal, pero no llamó mayormente su atención; unos años más tarde, en 1949, cuando viajaba en un taxi rumbo al aeropuerto de esa ciudad, lo escuchó en la radio e hizo que el taxista lo regresara al hotel para localizarlo telefónicamente. En septiembre de ese mismo año Peterson debutó con JATP en el Carnegie Hall  de Nueva York, ese fue el disparo de salida de una carrera meteórica. En estas sesiones colaboró con Charlie Parker, Ella Fitzgerald, Lester Young, Billie Holiday, Stan Getz, Roy Eldridge y muchos más. El roce con la élite le dio una gran madurez y en 1951 quiso expresar sus propias ideas; formó su primer trío con el contrabajista Ray Brown y el guitarrista Irving Ashby, que más tarde sería sustituido por Barney Kessel.

De tres en tres, al derecho y al revés

La crítica lanzó su primer dardo; muchos vieron en esta formación una copia de los tríos de Art Tatum y Nat King Cole. En una entrevista aclaró: “El trío de Tatum no empleaba los arreglos complejos que nosotros tocábamos. La razón por la que fundé el trío con esa configuración concreta era que yo quería jugar con líneas independientes, algo más pleno y rico que lo que puedes obtener de la interacción con un contrabajista. Así que llamé a Kessel por su evidente maestría técnica. Escribía la música meticulosamente, pero procurando no perder la espontaneidad de la improvisación.” (Un tiempo después Herb Hellis ocuparía el lugar de Kessel).

Ante la afirmación de que conseguía tal ligereza y velocidad gracias a que tenía atrás una guitarra, pero que no podría lograr tales proezas si tuviera una batería, cambió la formación. “Quería demostrar que también  en esas condiciones sería capaz de conseguirlo; tuve durante un tiempo a Gene Gammage, pero después llamé a Ed Thigpen por su enorme sensibilidad y por su particular manera de tocar las escobillas”.

Esa nueva dotación instrumental trajo consigo una transformación del sonido del trío. Los diálogos que se entablaban entre los instrumentos fueron cediendo paso a un monólogo que, aunque brillante, limitaba las capacidades expresivas del conjunto.

En contraste con los constantes cuestionamientos de la crítica, la recepción del público era cada vez más masiva y entusiasta. Con la seguridad de la consolidación, abandonó a Norman Granz para iniciar su carrera en solitario; en esta etapa grabó muchos de los álbumes más importantes de su discografía como My Favorite Instrument, un trabajo al piano solo en el que homenajeaba y saldaba su deuda con su gran maestro, Art Tatum.

Pesadijazz

El mismo Tatum, de quien aprendió los excesos, habría de enseñarle la modestia:

“Estábamos en un club y Tatum me dijo que tocara algo para él, le contesté que de ninguna manera, que lo olvidara. Entonces él me contó una historia acerca de un músico veterano de Nueva Orleans que sólo sabía tocar un chorus de un blues y que si se le pedía interpretar algo más volvía a hacer el mismo chorus del mismo blues una y otra vez. Tatum me confesó que daría cualquier cosa por tocar aquel chorus de blues de la manera en que aquel viejo lo tocaba. El mensaje que me lanzaba era claro: todos tenemos algo que decir. Me acerqué entonces al piano y toqué lo que yo llamaría los dos choros más pulcros de Tea For Two que hayas podido escuchar. Es todo lo que pude hacer. Después Tatum se sentó al piano y me hizo añicos. Tuve pesadillas con teclados aquella noche.”

Regreso, desmemoria y gloria

En 1973 volvió con Norman Granz quien lo sometió a un tratamiento para desintoxicarlo de las drogas y lo reintegró a la nómina de luminarias.

Después siguió una carrera tan vertiginosa como su música hasta1993, año en que sufrió un derrame cerebral que le paralizó el lado derecho del cuerpo. Tras dos años de lucha tenaz volvió a los escenarios, la afectación en su mano derecha, lejos de frenarlo, lo liberó del fantasma del virtuosismo y su piano se volvió más calmo, pero más sabio.

Peterson prefirió las formaciones pequeñas, se desempeñó en piano solo, dúos, tríos, cuartetos. Eligió decirnos su verdad con pocas voces y muchas, pero nunca demasiadas, notas, casi todas de cristal.

No pudo disfrutar la navidad del año 2007; murió el 23 de diciembre, a los 82 años, en su casa de Ontario, Canadá.

Con muchas o pocas notas, con mayor o menor velocidad, el virtuoso canadiense que solo tenía ochenta y ocho dedos, extrajo de las diez teclas de su piano un universo maravilloso que no termina.


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