“Ahorita los van a llevar para que vayan y puedan tener los libros que les gustan para que los empiecen a ler. Seguro van a ler. ¿Sí o no? ¿Ustedes van a ler?”

La niña Andrea Lomelí -alumna de tercer año de primaria de una escuela pública en la Delegación Miguel Hidalgo de la Ciudad de México- aprovechó cuando el Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, se acercó a saludarla y le dijo:

“No se dice ler, se dice leer”.

El funcionario federal estuvo a punto de descomponerse en una reacción natural, pero alcanzó a mantener la calma y la prudencia, y le contestó a la alumna:

“Eso, se dice leer, leer. Muy bien, Andrea”.

El incidente sucedió el pasado miércoles 16, cuando el secretario Nuño visitó la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, que está instalada en su edición anual número 36 en el Parque Bicentenario, por los rumbos del Toreo, y cerca de Naucalpan, según se va, a la izquierda.

Con este señalamiento infantil (los niños dicen siempre la verdad, qué bonitos), Andrea quedó como una niña genio y Aurelio Nuño como un ignorante. Obvio, las redes de inmediato se dedicaron a linchar al funcionario, a insultarlo, a señalarle con su perfecta gramática el craso error que cometió:

“Éste secretrio no sabe, un inorante igual que su jefe peña”; “Ke bueno que la niña le corrije a nuño, imbecil.”, “Secretario de educasion y no sabe leer que vonito”… y así por el estilo.

Lo cierto es que el error de Aurelio Nuño al decir “ler” por “leer” no es exactamente una incorrección lingüística, fruto de la ignorancia. Si seguimos al creador de la semiología, Ferdinand de Saussure, es evidente que esta forma de expresarse del secretario cae en el ámbito de la Ley del Menor Esfuerzo, que consiste en que cada usuario de un idioma, modifica términos porque le cuesta trabajo decirlos. Un ejemplo evidente es la transformación de la palabra “monstruo” en “mostro”.

De Saussure explica que el idioma tiene dos momentos (es una de sus famosas “dicotomías”): la lengua y el habla.

La lengua, es la regla, el conjunto de palabras que todos convenimos en usar de una determinada manera.

Y el habla es el uso cotidiano que le damos a esas palabras, y que por muchas razones vamos modificando sin querer. Bueno, cuando una modificación se generaliza y la usa la mayoría de los usuarios, entonces se convierte en regla e ingresa al ámbito de la lengua.

Me explico con otro ejemplo: la palabra “murciélago” es una incorrección que se volvió correcta por el uso. El termino original es “murciégalo” (etimológicamente, del latín mus y del castellano antiguo mur, ratón, y ceculum, diminutivo de ciego, es decir, ratón cieguito). Pero como es más fácil articular “ciélago” que “ciégalo” (hay razones fonéticas y fonológicas que lo explican, pero no viene al caso ponerlas aquí), todos los hablantes terminaron por decir murciélago, y se volvió regla.

¿Qué hubiera pasado si el secretario Nuño hubiera expresado en algún lugar la palabra “murciégalo”? Pues que las redes se lo hubieran acabado porque no sabe hablar, aunque se hubiera apegado a la norma estricta.

En el caso de “leer”, por esa famosa Ley del Menor Esfuerzo, la mayoría de la gente está diciendo “ler” y mucho antes de lo que imaginamos se terminará por convertir en la regla.

Y entonces Aurelio Nuño Mayer, que es una persona culta y leída según me consta, podrá ser perdonado por los “especialistas” de las redes, que se lo acabaron con denuedo, porque según ellos no sabe hablar, aunque estos mismos no sepan escribir… ni pensar.

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